
Un japonés vino a Bilbao
Bilbainos con diptongo ·
Jon Uriarte
Lunes, 6 de mayo 2019, 00:43
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Bilbainos con diptongo ·
Jon Uriarte
Lunes, 6 de mayo 2019, 00:43
Imaginen lo que he presumido contando que Akihito, el emperador que ha abdicado, eligió Bilbao para aterrizar. Fue el 15 de octubre de 1973. ... Lourdes y Ana lo recuerdan. Una en Santurtzi, otra en Las Arenas. Pero antes de surcar aguas, vayamos a Sondika. Allí aguardan los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía. Sus altezas imperiales de Japón nacieron en el país del sol naciente y eso debe conllevar amanecer temprano. La agenda es apretada. Pero la princesa Michiko rompe el protocolo para saludar a los niños convocados para dar vistosidad. Viste de rosa y tiene voz suave. Pena que no haya tiempo. Tampoco para los japoneses residentes y los profesores de judo que aguardan al heredero. Les esperan doce coches, cuatro motoristas de la Guardia Civil y ocho de la Policía Municipal. Es tiempo de partir. Hombres por un lado, mujeres por otro. Con las prisas, Akihito se deja el paraguas en el avión.
Michiko y Sofía se acercan a La Ola, donde saludan a niños con discapacidades y al personal del centro. La princesa japonesa se queda impresionada ante el nivel del lugar y su entorno. Akihito tiene otra ruta. A las 11.30 llega al muelle de Las Arenas y embarca en el 'Kay', un yate al que acceden autoridades como el alcalde getxotarra Pedro de Zubiría. El paseo es breve. Quince minutos. Jesús María Murube, alcalde de Santurtzi, les recibe en sus muelles. Unos discursos rápidos porque espera Iberduero y la firma de honor. Al otro lado de la ría Michiko, que ha probado unos macarrones ofrecidos por las niñas, tira millas hacia Bilbao. El Bellas Artes espera. A su llegada el director Lasterra les recibe con dos ramos de flores. Son las 12.45. Akihito está en Petronor descubriendo un monolito colocado en la entrada. Como el tiempo es un sake que se escapa por la garganta, vuelta a Las Arenas en el 'Kay' y de allí a Bilbao. Son las 14.00. Hay que comer.
La visita de las princesas es tan rápida que han dejado para el final unas pinturas japonesas y no hay tiempo para verlas. La alcaldesa Pilar Careaga pilla cabreo, pero no queda otra que dirigirse al Ayuntamiento. Unas 160 personas asisten al banquete. Como era de esperar, la figura del padre Arrupe y su labor en Japón sobrevuela el consistorio. En la isla siempre le admiraron y respetaron. Sobre todo por las lágrimas que vertió ante los terroríficos hongos nucleares y por su ayuda cuando las cenizas se empeñaban en vivir bajo las llagas. Akihito era un niño en los días de las bombas. El tiempo pasa. Tanto, que aquél país en ruinas saca de nuevo orgulloso su cabeza, combinando tradición y modernidad. El príncipe nipón se mueve, sobre todo, en la segunda. Prefiere el tenis a disciplinas más propias de su país. Puede que esa sea la razón por la que, a las 16.00, decidan acercarse al Club Deportivo. Y como en Bilbao las cosas se hacen a lo grande, en lugar de uno, son dos los partidos de pelota. Cesta-punta y pala. No faltan las danzas vascas y el aurresku de honor. Terminada la actuación, despedidos todos y agradecidos por el obsequio de una cesta y una pala, Akihito y Michiko se encaminan hacia el coche que les llevará a Santillana del Mar y al resto de destinos. Los príncipes de España optan por regresar a Madrid.
Pareció un suspiro. Un día fugaz. Pero 46 años después, Lourdes y Ana lo recuerdan como si fuera ayer. No se conocen. Sin embargo ambas me han contado su historia. La de aquella mañana en la que una vestida del colegio de las irlandesas y la otra con el uniforme marrón carmelita no tuvieron clase y les llevaron a los muelles de la ría. Solo tenían que saludar a un príncipe japonés. No era un mal plan. Además hacía un día precioso. De hecho Akihito, el hombre que ha abdicado como emperador, no llegó a abrir su paraguas. Le habían dicho que llovía mucho. No fue así. Porque el sol nacerá en Japón. Pero cuando se pone caprichoso, elige Bilbao para vivir.
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