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Durante los últimos cuarenta años los restos de la vieja clínica intermutual de Artxanda se han consolidado como una presencia fantasmagórica que se descompone en ... medio de toda esa frondosidad verde. Es una ruina enorme a la que, tras varios intentos, la Seguridad Social, su propietaria, no ha logrado dar salida. Nadie la ha querido en todo este tiempo. Hasta ahora. El Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones está estudiando la posibilidad de que se mude ahí el hospital Intermutual que ahora está ubicado en el barrio de Castaños, en Bilbao. Eso sí, en una versión ampliada porque el motivo de la operación es que el equipamiento actual se ha quedado pequeño.
Esta maniobra no sólo supondría rescatar al fin el inmueble que está en la cima el monte, recuperando además su naturaleza originaria, sino que también tendría la virtud de inyectar movimiento a toda la zona, a Artxanda, que se está tratando de revitalizar desde hace años. Porque el centro sanitario Intermutual recibe pacientes no solo de Euskadi, sino también de Navarra, Burgos, La Rioja y Cantabria. En 2023, último año cerrado, tuvo casi 3.000 ingresos hospitalarios, otras tantas intervenciones quirúrgicas y 18.500 sesiones de rehabilitación. Todo ello esencialmente producto de accidentes laborales y enfermedades profesionales.
La historia para llegar a este punto es bastante particular. Ya hace más de dos años que el gobierno central tenía planes de volver a sacar a subasta la ruina de Artxanda, que no sólo incluye tres edificios (suman unos 13.000 metros cuadrados) sino una parcela de 138.000 metros densamente arbolada.
Carmelo Rodríguez, director provincial en Bizkaia de la Tesorería de la Seguridad Social, explica que durante mucho tiempo han estado esperando a que el Ayuntamiento de Bilbao aprobase de una vez por todas su Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). «Eso es lo que ha retrasado la subasta», dice. Antes, en 2001, ya se había intentado vender por 1.300 millones de pesetas, pero sin ningún éxito.
La cuestión es que tras la aprobación del PGOU en 2022 se reactivó la idea de vender el inmueble porque la nueva regulación urbanística, aunque no permite aprovechamientos residenciales, sí «abre el abanico» y además de usos públicos autoriza también equipamentales: desde residencias de mayores o estudiantes a usos deportivos, culturales o educativos. Eso, según el director provincial, hace el edificio más atractivo. Su tasación actual es de 4,5 millones de euros, menos que hace veinte años porque el inmueble ya está hecho un desastre, arrasado por el paso del tiempo. Luego esa tasación tiene que pasar por la oficina técnica de la Tesorería de la Seguridad Social, que es la que fija el precio de partida de la subasta.
Pero no se ha llegado hasta esta fase. «En la actualidad se ha paralizado la subasta ya que una entidad pública ha mostrado interés en su cesión o adscripción para servicio público», apunta Rodríguez. Así que el ministerio está analizando la petición y recientemente ha solicitado información adicional para decidirse.
Luego, en un momento aún indeterminado, «resolverá si accede a esa cesión (que es con carácter gratuito) o adscripción (a cambio de un precio)». En caso negativo, se reanudará el proceso de subasta. Sea como fuere, a la Seguridad Social le urge darle salida al inmueble ya que lleva cuatro décadas cargando con su mantenimiento, que no es mucho, pero siempre es algo. Solo en seguridad se gasta 185.000 euros al año.
Según ha podido saber este períodico esa entidad que se ha interesado por el equipamiento de Artxanda es el Hospital Intermutual de Euskadi, una institución mancomunada de mutuas colaboradoras con la Seguridad Social que ofrece asistencia sanitaria y de recuperación profesional a los trabajadores que están bajo el paraguas de las mutuas partícipes. Éstas son Fraternidad-Muprespa, Fremap, Asepeyo, MC Mutual y Mutua Universal. Los servicios que ofrece son urgencias 24 horas, cirugía, hospitalización, consultas ambulatorias de traumatología, oftalmología, cirugía plástica, rehabilitación y psiquiatría, resonancia magnética, ondas de choque y ecografía.
El deseo de mudarse se debe a que el inmueble de seis plantas que ahora ocupa en la calle Fontecha y Salazar, en el barrio de Castaños, parece haberse quedado pequeño no solo para la ambición de sus planteamientos futuros, sino para el propio día a día actual. Eso es producto del aumento de actividad y afecta, sobre todo, a los quirófanos, que funcionarían al 100%, y las consultas.
Ese edificio, el de Castaños, también pertenece a la Seguridad Social. Y lo que le ha propuesto Intermutual a la Tesorería es trasladarse a Artxanda, a un inmueble que, como se ha dicho, también es de la Seguridad Social. La decisión es peliaguda porque teniendo todo mucha lógica, la operación requeriría una inversión superior a los veinte millones de euros. Lo bueno es que, en parte, podría sufragarse con la enajenación del edificio de Castaños; lo malo es que sigue siendo mucho dinero que debería ser desembolsado por la Seguridad Social, que no está para grandes dispendios. De hecho, anda más centrada en buscar ingresos vendiendo patrimonio que en afrontar nuevas inversiones.
Aunque, dándole una vuelta más al razonamiento, enajenar la ruina de Artxanda se ha demostrado muy difícil y, visto lo visto en los últimos años, no parece un entorno en el que esté demasiado interesada la iniciativa privada. Así que, ante la perspectiva de una nueva subasta fallida, igual no era mala solución darle salida cubriendo las necesidades crecientes de las mutuas, dependientes de la Seguridad Social y que precisan de soluciones.
El Ayuntamiento de Bilbao ve con muy buenos ojos la operación porque supondría cambiar una ruina por un nuevo equipamiento sanitario con vocación de atraer gente de toda la cornisa cantábrica, lo que siempre tiene su interés para la ciudad. Además, estaría ubicado en Artxanda, pulmón verde que desde hace años está tratando de reactivar con más insistencia que éxito. Con el nuevo hospital no sólo llegarían sus casi 130 trabajadores (o más), sino sus miles de pacientes y sus acompañantes, que ya de por sí generarían un movimiento ahora impensable. Sería, en definitiva, el primer gran proyecto de éxito en la zona, aunque llegue desde la órbita extramunicipal.
La clínica intermutual de Artxanda abrió sus puertas en marzo de 1976, tras cuatro años de obras, y funcionó durante algo más de una década, hasta finales de los años ochenta. Sufrió diversos problemas financieros y al final la Seguridad Social se quedó con el inmueble. Antes de ponerlo a subasta se lo cedió a la Diputación para abrir un centro para personas con discapacidad, pero el proyecto fracasó. Por eso en 2001 la Tesorería General convocó una subasta para venderlo, pero ya entonces nadie se presentó.
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