
Gitanos que trabajan contra el estigma
Acceder ·
María, Eva, Álex... Son vecinos de Sestao que se han hecho hueco en el mercado laboral con esfuerzo y rompiendo estereotiposSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Acceder ·
María, Eva, Álex... Son vecinos de Sestao que se han hecho hueco en el mercado laboral con esfuerzo y rompiendo estereotiposMaría Bergela tuvo que casarse a los doce. Sus padres arreglaron su matrimonio. Eran otros tiempos. Las gitanas ahora se comprometen con quien quieren y los enlaces son mucho más tarde. Pero ella tuvo cuatro hijos siendo una cría y terminó sacándolos adelante sola, porque ... su marido se fue de casa. A los 45 años el más joven aún vive con ella y tiene ya diez nietos y un bisnieto. «Me han dicho muchas veces que soy una madre coraje», admite. Es una de las beneficiarias del programa Acceder de la Fundación Secretariado Gitano que financia el Departamento de Empleo, Cohesión Social e Igualdad de la Diputación para que las personas de etnia romaní con estudios básicos puedan optar a empleos mejor remunerados que a los que tradicionalmente estaban abocados. Los mediadores cuidan, además, especialmente a las mujeres de mediana edad, que sufren una doble discriminación.
Al casarse tuvieron que dejar las clases. Rodeadas de críos, cuidaron, cocinaron, limpiaron, sin tiempo para ellas mismas. Sin tiempo para soñar. Vendían lo que podían en los mercadillos, que ahora han perdido fuelle con el auge de la moda low-cost. Sacaban unas perras en otros trabajos estacionales, como la vendimia o limpiando portales. Ahora, a menudo convertidas en cabezas de familia, buscan oportunidades que tardan en llegar por los huecos en su vida laboral. Y por el estigma que sufren. El Consejo de Ministros ha declarado 2025 como año del pueblo gitano porque hoy mismo se cumplen 600 años desde su llegada a la península. Los activistas confían en que esto ayude a abordar las desigualdades que padecen todavía.
Mari Carmen Pinedo es la cabeza visible de la fundación en Bizkaia, situada el antiguo colegio de Las Llanas de Sestao. Lleva desde 2001 acompañando al colectivo, se calcula que hay más de 8.000 gitanos vizcaínos. Sobretodo, intenta que se formen. Cuando aterrizó, no había ningún gitano graduado en Secundaria. Hoy ya hay licenciados universitarios y toda suerte de profesionales.
La entidad, que desde este año recibirá fondos sociales europeos para reforzar su labor, ofrece cursos propios, pero también inscribe a los aspirantes en otros que se ofrecen en Lanbide o en los Behargintza. Después, los trabajadores sociales les apuntan en las plataformas de empleo y uno de ellos, el denominado prospector, sirve de «enlace» con las empresas. También les ayudan en papeleos varios relacionados con la vivienda o la Seguridad Social.
Volvamos con María Bergela. En las aulas de Secretariado Gitano se ha formado en limpieza, competencias digitales y para el empleo, habilidades sociales... De momento ha conseguido trabajo limpiando los barcos que atracaban en Santurtzi y ahora en un gimnasio de Ballonti, en el que de momento se emplea los sábados y los festivos.
Su compañera Eva Etxebarria tiene 45 años y también se casó a los doce, aunque por elección propia. «Mis padres no querían, porque era muy joven». Ahora vive con su marido, delicado de salud, dos de sus cuatro hijos y un nieto. Lleva diez años estudiando, haciendo un curso tras otro después de dejar todo atado en casa -de uñas, de camarera de piso, de atención al cliente, de técnicas estéticas, de Internet, de manipulación de alimentos... - y ha encontrado su primer empleo por cuenta ajena limpiando en el aeropuerto de Bilbao también merced al programa Acceder. Una muestra de que quien la sigue la consigue.
Eva Etxebarria
Limpiadora
«Valemos para limpiar y para más cosas. Queremos que nos den la oportunidad. Que no tengamos títulos ni carreras no quiere decir que no tengamos experiencia. Yo en la entrevista de trabajo le dije a la chica: no he trabajado en empresas, pero llevo desde los 12 años sin parar de limpiar. De limpiar sabemos mucho las gitanas. Y quiero que tú me des la oportunidad para poder demostrarte lo que valgo».
Mientras Eva acude con su coche - ahora casi todas tienen el carné de conducir, explica- a María le es más complicado llegar a su puesto, porque entra muy temprano y no hay autobuses. Llega andando en 20 minutos, «pero con mucho miedo porque hay mucha gente borracha por la calle». Pero ella quiere trabajar más. «Me encantaría tener una jornada completa», relata. «Son personas muy responsables y comprometidas», dice Pinedo. «Eva tuvo que ir a hacer un curso de estética a Bilbao. Tenía que madrugar mucho para dejar todo hecho en casa y coger dos autobuses y no faltó ni un día», ejemplifica.
En un contexto de falta de mano de obra en casi todos los oficios más masculinizados, los gitanos tienen más sencillo acceder al mercado laboral. Pero en la fundación también les ayudan a preparar el currículum y les asesoran. «Yo no he sentido mucho racismo. Sí que me miraban un poco sorprendidos cuando iba a a repartir el currículum a las empresas», relata Álex Muza, de 33 años y de Sestao de toda la vida, que se casó a los 16 años con su prima y tuvo que empezar a llevar dinero a casa. Primero probó con la venta ambulante. Tras realizar varios cursillos, ha trabajado en una empresa local con maquinaria pesada, de carretillero en Basauri, o de repartidor en Amazon. Pero buscaba otra cosa, otro horario que le permitiera estar con sus hijos, porque «cuando llegaba a casa ya estaban dormidos». Tiene cuatro, el mayor de 14 años. En sus brazos lleva tatuados sus nombres -le falta el de uno de ellos todavía- y el de su mujer, Leire.
Desde el 24 de noviembre trabaja como conductor de Uber. Llega cada mañana a la central y se pone al volante de un Suzuki o de un Toyota de siete a tres. Su clientes piden «mucho viaje al centro de Bilbao y al aeropuerto». «Siempre me interesó la atención al público y conducir. Trabajo de lunes a domingo, pero libro jueves y viernes». Está encantado.
Álex Muza
Conductor de Uber
«Me gusta conversar con mis compañeros en la central, el ambiente que hay. Hay más gitanos, latinos, marroquíes, y también hay chinos ..». No usan uniforme, pero «nos exigen ir con ropa adecuada: vestir polo o una camisa, no llevar pantalones vaqueros rajados ni gorra... ». Ahora, cuando echa la vista atrás, se siente satisfecho. «Me gusta moverme, porque parado no haces nada» y porque quiere un futuro mejor para sus críos. «Que estudiasen lo que quisiesen y encontrasen un buen trabajo», confiesa.
Ellas, por otro lado, salen «de ese círculo que a veces es tan cerrado. Al final conocen gente, se relacionan y experimentan un gran crecimiento personal», relata Pinedo. «La población gitana ha cambiado muchísimo, pero aún queda trabajo por hacer», explica. Hace años, miembros de una asociación recorrían cada mañana los domicilios para recordar a los padres que los pequeños debían ir al cole. Hoy en día, están deseando que los niños lleguen lejos. Lo que ocurre es que todavía se casan jóvenes y es difícil que superen un FP o el Bachillerato y que terminen la Universidad. Especialmente ellas. «Mi nieta de 5 años me ha dicho que quiere ser doctora de mayor, azafata de vuelo o enfermera. No sé de dónde lo sacó, pero me hizo mucha ilusión», agrega María. «Tenemos que conseguir que haya muchas mujeres gitanas que terminen la carrera, abran camino y sirvan de referente a las demás». Que no haya techo para los sueños.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.