La gabarra de los derrotados
No es fácil encontrar estos días a quienes reniegan del fútbol, del Athletic y/o de las aglomeraciones por la masiva explosión de alegría que ... ha provocado el título de la Copa del Rey. Pero existen. Inés es una de ellos. Sufre una cardiopatía, considera que «la marea humana es peligrosa» para ella, y decidió encerrarse en casa para «leer y escuchar algún podcast» mientras la gabarra surcaba la ría.
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Su crítica se centra en el impacto que tiene en la vida de la población que no participa de los festejos. «Hay quien ha tenido que mover curas médicas por no poder moverse con facilidad», denuncia. Es algo que comparte Aitor. «Me encanta el Athletic y hemos ido a ver la gabarra, pero creo que las celebraciones trastocan demasiado la vida de la ciudad en un día laborable. Y es evidente que muchos chavales no han ido a clase todo el día para festejar desde la mañana».
Blanca, que tampoco quiere revelar su apellido, ha preferido abstraerse. En la medida de lo posible, claro, porque «es imposible no ver la gabarra, la vamos a tener en todas partes durante los próximos dos meses», ironiza.
Blanca estuvo de pequeña tratando de ver la embarcación llegar al Ayuntamiento en 1984, algo que una avalancha de gente impidió. «No recuerdo más que lo que me contó mi madre, que nos tuvieron que sacar en volandas para que no nos aplastasen. Entonces tenía diez años y era una niña de Athletic», reconoce.
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«Tan excesivo»
Ahora, sin embargo, rechaza el acontecimiento: «Soy antifútbol. Me gustaría empatizar y compartir este sentimiento, pero no logro entenderlo. Ojalá la gente de todo tipo de ideologías se uniese para defender otro tipo de cosas. Por otro lado, me supera que todo sea tan excesivo».
Rubén por su parte, critica que «nos han querido vender la gabarra como una tradición cuando solo es la tercera vez que sale».
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