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'Emon bostekoa-Tiende tu mano' es el lema bajo el que se celebraba hoy en Bizkaia la Jornada Mundial de los Pobres. Pero el autor de ese eslogan, el exvicario general Ángel Mari Unzueta, no pudo hacerlo una vez más. Ayer, de forma inesperada, fallecía a los 67 años dejando huérfanos a los fieles de Urkiola, donde impartía misa cada domingo, y a buena parte de la comunidad cristiana vizcaína. Era, le recuerdan en la curia, alguien dispuesto a echar una mano a cualquiera que se lo pidiera. Y en su estado de WhatsApp todavía puede leerse la palabra Verfügbar, disponible en alemán.
El que fuera 'número dos' del Obispado de Bilbao durante catorce años, siempre en la terna para llegar a la mitra, no tenía sin embargo esa ambición. Y en 2018 dejó el cargo para regresar a casa, a un santuario en el que estuvo trabajando el mismo sábado, poco antes de que se apagara su vida. Ajeno a las estrategias eclesiásticas, pasó pronto de la parroquia a la curia. Fue vicario episcopal territorial en la zona de Uribe Kosta durante diez años, hasta que Ricardo Blázquez le promocionó como vicario general, con amplios poderes en la diócesis. Mario Iceta le ratificó en el cargo, pero dividió sus funciones para que otro sacerdote, Félix María Alonso, compartiera unas labores de gobierno que se basan en la confianza absoluta. Fue, durante el mandato de estos dos últimos prelados, a quien le tocó asumir el papel complejo: el de hacer de bisagra entre la 'vieja guardia' y sectores con distintas sensibilidades, así como ejercer de puente entre un clero combativo y unos obispos, Blázquez e Iceta, que fueron recibidos con muchos recelos.
Elección acertada, porque, de carácter fuerte, Unzueta (Durango, el 4 de diciembre cumpliría 68 años) fue ganando prestigio entre la mayoría de un clero muy bien preparado. Él no era una excepción. Su vocación religiosa fue temprana, y entró al Seminario de Derio, donde se destacó como un buen alumno, a los 11 años. Ordenado en 1979, se licenció tanto en Historia y Geografía como en Teología en Deusto. Realizó estudios eclesiásticos en la Universidad Gregoriana en Roma y se doctoró en la Facultad de Teología de Ruhr (Bochum, Alemania), que en los setenta competía con Lovaina para formar a los futuros cuadros eclesiásticos de la Iglesia vasca.
Delegado de Pastoral Vocacional, responsable del Secretariado de Juventud, formador del seminario, vicario episcopal territorial, profesor en la Facultad de Teología de Vitoria y en la Escuela Universitaria de Magisterio... Era también una persona comprometida. Con la Paz y la Reconciliación (formaba parte del Foro Bilbao para la Paz y la Convivencia y representó a la diócesis en la Conferencia Internacional de Aiete). Y con la cultura vasca y el periodismo, su otra vocación. Fue uno de los pioneros, junto con Juan Mari Iraolagoitia, de la radio en euskera –una labor que les reconoció la Diputación en 2014 con el premio Lauaxeta–, y presidió el consejo de Bizkaia Irratia y Radio Popular-Herri Irratia, emisoras que ayudó a fundar. Amante del Athletic, la montaña y el frontón –jugaba a pala todas las semanas–, antes de irse dejó lista su parte de la revista del Obispado. El viernes a la tarde, en esa Bizkaia Irratia que tanto amaba, terminó de grabar el audio del último capítulo de la historia diocesana, esa de la que ya forma parte.
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