Vuelven las txapelas (a medio lao) a Bilbao
El Bilbao de Luis Gómez ·
Las boinas de nuestros abuelos se abren camino de la mano de los más jóvenes y se imponen en toda clase de ambientesConfirmaba el otro día en una entrevista a este periódico Pedro Barreiro, director gerente del Consorcio de Aguas, que el sirimiri casi ha desaparecido de ... Bilbao. Le faltó decir que los paraguas y las gabardinas podrían correr también la misma mala suerte. Pero no. Si bien el cambio climático causa estragos, hay prendas que resisten contra viento y marea y lucen mejor que nunca. ¿Cuál? Por supuesto, la txapela. Nuestra boina. La de siempre. La tejida con lana. La que se calaban –porque como recordaba el mismo Barreiro «tampoco podemos decir que llueva menos»– nuestros abuelos para que les resbalasen las gotas de agua y protegerse del sol, pero también para ir a la huerta, acudir los domingos a misa, engalanarse el día que le tocaba hacer de padrino de boda o... lo que fuera, afirma Emilio Pirla, dueño de Sombreros Gorostiaga.
Pues bien, la txapela vuelve. Y lo hace con todos los honores. Por muchas razones. Porque, evidentemente, está de moda, porque es un símbolo, asegura el titiritero mayor de la villa, Antton Bastero, que distingue a los bilbaínos allá donde vamos (siempre que nos caiga a medio lado), porque nadie se imagina unas fiestas sin ella puesta... A esta fiebre han contribuido, sin duda, esos forasteros y animados turistas que se las llevan de recuerdo.
Sin olvidar el decisivo apoyo de la recién constituida Kofradia Txapela a Medio Lao, una entidad de la que cabe esperar lo mejor cuando de por medio aparece gente como Isidro Elezgarai, presidente de Unicef del País Vasco y un hombre que sabe sacar tiempo para estar en todas las salsas interesantes, el barman Manu Iturregi, del Residence, el propio Antton, la periodista Begoña Beristain o el hostelero Boni García, el dueño de la Cafetería Lago de la calle Correo, famosa por sus rabas. Pese al poco tiempo que llevan juntos, han conseguido que el martes de la Aste Nagusia haya sido declarado ya oficialmente Día de la Txapela.
Solo 5 colores para los hombres
En Sombreros Gorostiaga las despachan de todos los colores y precios. Las más vendida es la de 39, 5 euros, «impermeable y gruesa». Pero hay clientes que las quieren «más ligeras», matiza Paula. Se venden desde 9,5 hasta «52 euros y pico» la más cara. Están «las típicas de fiestas» y unas más delgadas, que valen 31, 70. Cuenta que las hay de «6 calidades» y que la más demandada es la negra, aunque las mujeres las tienen en más de 40 colores. Para hombres, bastante menos, ya que la oferta se reduce a solo cinco tonalidades: negro, azul marino, azul bilbao, azul claro y rojo.
Aunque los clásicos no se la quitan nunca y la llevan «todo el año», este 'boom' txapeldun se veía venir desde que los más jóvenes empezaron a echar mano de ellas para divertirse. «Siempre se tiene una para fiestas o ir al monte», subraya Paula. El modelo del que más se tira, como bien lo saben los turistas, es la 'Pirineo', en realidad una gorra tejida como si fuera una boina. «Se atreven con esta porque es más fácil de colocar, aunque cada uno le da su toque personal». Plantársela es fácil. No tiene mucho secreto. «Las coges por la parte de atrás, estiras y colocas. Hay gente que la ladea más y otros que la ladean menos», detalla Paula. «No hay nadie que se la ponga igual. Cada uno la lleva a su manera, de forma instintiva», tercia Emilio.
«¿Eres de Bilbao?», me preguntan fuera al verme con ella
Antton Bastero tiene sus preferencias. Titiritero profesional, se enorgullece de pertenecer a la estirpe de teatreros de Bilbao y de salir a la calle con txapela y calársela siempre a medio 'lao'. Tiene un montón. Para este reportaje se puso la festiva. Pero si le toca una reunión «de alto standing», utiliza la forrada. «Como cuando fuimos al Ayuntamiento», confiesa este defensor de las tradiciones. «Es una prenda de aquí y yo me siento superbien. De hecho, me la pongo más fuera porque aquí a veces me da como palo porque te mira todo el mundo. En cambio, voy fuera y todos te preguntan '¿qué, eres de Bilbao?'».
Manu Iturregi es un gentleman singular. Lo mismo sirviendo cócteles que vistiendo. Su bigote ha eclipsado a cualquier otro mostacho bilbaíno, pero también se ha entregado a la txapela por razones prácticas: «Como 'descapotable' que soy, en invierno hay que llevarla para el fresco, porque en verano te achicharras con el sol», bromea. Amante de los sombreros de ala, no se cansa de enumerar las ventajas de la boina: «Da calor cuando hace frío, no molesta, es cómoda, te cabe en cualquier lado... Y sí, el otro día estuve por Madrid, llegas, te ven con ella puesta y ya te saludan con un 'aúpa'. Aquí ha habido como una generación perdida, mientras que en Irlanda y Escocia ves a todo el mundo con gorra. La txapela es nuestra tarjeta de presentación en todos los sitios», sentencia.
Emilio Pirla, dueño junto a su hermano Iñaki de Sombreros Gorostiaga, reconoce que a los jóvenes les «faltaba» la costumbre de ponerse la boina porque ha habido «una generación o dos que no ha llevado nada. Antes era sota, caballo y rey; boina y boina. Y negra. Ahora hay más amplitud de miras», descubre, al tiempo que no tiene ninguna duda de que la txapela conseguirá hacerse un hueco junto con sombreros de sol y gorritas. «¡Nunca se ha marchado!», matiza.
La periodista Begoña Beristain suele lucirlas rojas. «Es una prenda que siempre ha estado muy presente en mi familia, sobre todo entre los hombres, porque las mujeres aquí tampoco la hemos utilizado tanto. Ahora sí. Ya es otra cosa. Mi abuelo la llevaba siempre y a mi padre cuando murió le enterramos con la suya. Se la llevó entre las manos. Pensamos 'si en vida ha estado siempre con ella, ¿cómo no se la va a llevar?'»
Txapelas protocolarias
Desde la Kofradia promulgan llevarla algo ladeada. «Enseguida te dicen que eres de Bilbao, es una cosa curiosísima, porque nadie te comenta 'eres de Donosti'», reconoce Pirla. Que nadie se preocupe no encontrar una de su talla. «La boina se adapta al tamaño de la cabeza de cada uno», zanja Emilio. Y bien que lo sabe Isidro Elezgarai, reconocido en 2018 como Ilustre de Bilbao. Si le ven con txapela, lo más probable es que acuda a algún acto ceremonial, ya sea a una boda, a celebrar el día de San Antón, festejar el Txikitero Eguna, disfrutar de la romería de Begoña... «El protocolo te exige txapela para estos actos».
Dicen que los hijos acabamos pareciéndonos a nuestros padres. El de Elezgarai era «un txapeldun. Tengo todas sus txapela. Evidentemente, no me entran porque tengo más cabeza que él. Todas me traen los recuerdos de mi aita. Era pijo como yo. Iba con pañuelo, pero a los 58 o 60 años empezó a ponérsela y no se la quitó hasta que murió», explica emocionado.
Y es que la boina hace que el cuerpo pida boina. «Cuando eres joven la usas en fiestas. Con 50 o 60 años, los tres meses de invierno; a los 70, seis meses; con 80, nueve meses; y a los 90, no te la quitas ni para ir al baño. Eso es porque el cuerpo la va pidiendo», esgrime Emilio. «Lo que Emilio diga, va a misa. Yo todavía voy por los 40, pregúntame a los 90», ironiza Iturregi. Pero algo tiene est prenda a la que también se han aficionado la exconcejal Beatriz Marcos, Olga Zulueta, de BilbaoCentro, Julio Alegría y, claro, Marino Montero, cuya boina compite con su blanca melena. No hay duda, vuelven las txapelas a Bilbao y a medio 'lao'.
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