¡Guau! El último ladrido de Bilbao
Los hosteleros colocan cuencos con agua a la entrada de numerosos restaurantes y bares y sirven a los perros huesos de piel de vaca para que los chupeteen y se entretengan. Otros comerciantes les sujetan a elegantes enganches mientras sus dueños hacen compras en tiendas de alimentación. Los canes también quieren disfrutar del ocio
No hay ciudad que mime a sus perros como Bilbao. A muchos canes solo falta que les extiendan la alfombra roja a la entrada de bares, restaurantes, cafeterías y hoteles, aunque todavía tengan vetada la entrada a muchos comercios, especialmente del ramo de la alimentación, donde, a día de hoy, no se les admite. Los muy perros viven como reyes recibiendo todo tipo de atenciones. Y fantástico, porque ya era hora. Se lo tienen bien merecido por la compañía que hacen. Se hacía raro que no hallaran, hasta ahora, la consideración que necesitaban para disfrutar, como las personas, de una vida urbana cómoda y accesible. Y paladear también el ocio, como sus dueños. Parecen haberla encontrado. Y de qué manera. Pero, ¿qué dice a todo esto la ley? Pues que en bares y restaurantes, que pasen o no al interior, depende únicamente del criterio de los empresarios.
En Gure Oria, una coqueta panadería situada en el corazón de Henao, pero también en el pub Residence de Manu Iturregui, en el Baobab de la calle Príncipe, en el restaurante La Roca, de Ercilla, en el mexicano De Boca Madre, en The Beetle Bar, de la Plaza Miguel Unamuno, en el Bihotz Café de la calle Arechaga, en el Belfos y Trufas de Somera... En fin, en casi un centenar de locales de hostelería y hotelería bilbaínos los perros son bienvenidos. Y la cosa va a más. Y si no pasan dentro, se les cuida fuera.
Los comerciantes miman a los chuchos (a ver cuánto tiempo pasa hasta ver a los gatos haciendo cola) y les sacan cuencos con agua para que puedan pegarse un buen trago cuando la necesidad aprieta. Más pensando en los propietarios que en sus mascotas, muchos negocios exhiben en el exterior mosquetones y enganches para hacer amena la espera de los animales mientras los dueños compran la barra de pan o el bollo de mantequilla. Es un dos por uno. Los perros, aunque seguramente desearían acceder dentro, más que nada para disfrutar de libertad y esperar a que les cayera alguna pieza que llevarse a la boca, aguardan tranquilos en la calle sin temor a que puedan tomar las de Villadiego. Y sus titulares no tienen por qué preocuparse de por dónde andarán o qué estarán tramando. En Dog Vivant, firma que recomienda a los establecimientos 'dog-friendly', creen que todavía queda mucho trecho por recorrer.
«Ponemos agua todos los días»
«Abrimos en enero y por temas de salubridad no pueden entrar, pero ofrecemos la posibilidad de que puedan quedarse bien amarrados. La gente los ata, deja fuera... ¡Y sin problemas! Cuidamos el tema de la higiene y damos comodidad a todos los clientes», explica el dependiente de Gure Oria. «Todos los días ponemos agua en los bebederos», detalla Ana Txacarte, camarera, desde hace tres años, del Coppola de Barrainkua. «Cualquier perro que pase por la calle puede beber». Son bastantes lo que hacen parada. «Yo, cuando voy con el mío –un ejemplar de año y medio, mezcla de pitbull y villano de Las Encartaciones– lo hace en el primero que pilla. Se llama 'Demon', de demonio, y es lo más bueno del mundo. Un cacho de pan», dice.
Haciendo amigos con 'Indy'
Sara Camarero, una alicantina que lleva dos años afincada en la capital vizcaína, vive en el corazón del Ensanche. Está acostumbrada cada vez que sale con su pareja a llevarse a 'Indy' –igual que se llamaba el perro de la saga 'Indiana Jones'– a casi todos los sitios. «Somos dos, pero casi siempre se viene con nosotros», aclara. 'Indy' es un precioso Shih Tzu, una raza originaria de Tíbet. Tiene dos años y pesa cinco kilos. Es encantador y, claro, hace lo mismo que sus congéneres: beber de todos los cuencos que encuentra a su paso. «Gracias a ellos y a que te dejan entrar en bastantes locales he podido conocer a mucha gente. Logicamente, de nuestra parte queda que los perros se comporten bien», subraya Camarero.
'Maggie' y 'Lisa' en el Morrocotuda
El Morrocotuda de Heros es uno de esos lugares que está siempre hasta arriba. Es uno de los locales de moda de Bilbao. Y también muy pijo. Cuenta a la entrada, como no podía ser menos, con sus bebederos. Verdes, como todos los que patrocina Dog Vivant. En este caso, gentileza también de José Ramón González, uno de los socios del local. A su lado, se mueven 'Maggie', una dálmata, y 'Lisa', una galga. «Las dos son chicas y tienen su sitio en el bar». Es habitual verlas relamerse con un hueso de piel de vaca rodeada de clientes.
Nadie parece inmutarse por la presencia de unos y otros: de perros y humanos. «Qué agradable resulta hacer la vida más fácil a los perros, mientras sus dueños se toman una cervecita. O un vino. ¡O lo que sea!», expresa González. En el Morrocotuda lo tienen claro. Si sus propietarios solo se alojan en lugares donde admiten perros cuando van de vacaciones, ellos no podían hacer menos. «Con la ley en la mano, cualquier bar o restaurante de Bilbao lo puede hacer. Otra cosa es que sus dueños lo impidan». No es su caso, obviamente.
'Se admiten humanos'
Incluso hay comerciantes que les permitirían el paso, pero no pueden al tenerlo prohibido por ley. Es lo que ocurre en la panadería y bollería Harino Baguette de Colón de Larreátegui. Desde que abrió las puertas en esta zona, en un lejano ya 1998, tiene colocado a las puertas del establecimiento el mosquetón que el fallecido alpinista Emilio Hernando utilizó en la primera expedición vasca que hizo cumbre en el Everest. «Me lo regaló para escalar y aquí sirve para que los clientes aten a sus perros». Puede que los canes no entren, por mucho que lo intenten algunos clientes, pero muchas veces salen a recibirles y obsequiarles con una galleta. Es evidente que a estos panaderos artesanos los animales les encantan. «Esto es como el fumar; no se puede y punto». La fotografía de un perro con el lema 'Yo espero aquí' en la puerta de entrada confirma el interés de Bilbao por los chuchos.
Aunque nada como el que se les dispensa en el Belfos y Trufas del Casco Viejo. Allí las mascotas también se van de pintxos. Pueden beber cerveza y comerse buenos pasteles. Un lugar de ocio canino en toda regla donde hombres y mujeres pueden disfrutar de un café, pero donde un cartel se revela con toda la intencionalidad del mundo: 'Belfos y trufas. Bar para perros. Se admiten humanos'.
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