En Bilbao nos revelamos que da gusto
El Bilbao de Luis Gómez ·
Vuelven las colas a las tiendas de fotografía para pasar a papel nuestros recuerdos sin temor a que se pierdan en el limbo digitalVale que la tecnología digital barra en (casi) todos los ámbitos de la vida. Pero cómo nos gusta a los bilbaínos rebelarnos frente al ostracismo de las tradiciones y también revelarnos y volver a vernos (y tocarnos) en el añorado papel. La tiendas de fotografía bilbaínas viven un 'revival' tras una dolorosa travesía del desierto que se llevó por delante tantos negocios familiares. Una especie de renacer vintage que nos lleva a descargar muchísimas de las imágenes que almacenamos (revisen y se sorprenderán de la descomunal cantidad de fotografías que acumulan sin saberlo) en nuestros teléfonos móviles, ordenadores y otros aparatos tecnológicos para volver a emocionarnos y palpar nuestros recuerdos con las manos sin temor a que se extravíen en el limbo digital. ¡Que viva lo físico! Volvemos, en parte, a los tiempos de nuestros padres y abuelos, cuando había que esperar días, incluso semanas, hasta echar un vistazo a nuestros recuerdos vacacionales.
Pues bien, esa fiebre por el papel está aquí. Y de qué manera. Con una salvedad: la entrega es rápida porque prima, además de la calidad y los precios accesibles, la comodidad e inmediatez. Solo hay que echar un vistazo y comprobar las colas que se forman casi a diario en muchos de estos establecimientos. José Antonio Andrade, propietario de Euskal Digital, cree que la moda por las fotos en papel « nunca se ha perdido», pero es consciente de que el negocio ha tomado un nuevo impulso, aunque sin alcanzar las cifras previas a la crisis y antes de que lo digital le ganara la batalla a lo analógico. Más allá de que nos volvamos locos por tenerlas de nuevo en papel, o una parte, porque si no nos dejaríamos el sueldo, son las posibilidades que ofrece el nuevo negocio.
Perfil más egocéntrico
En plena época 'selfie', la recuperación del revelado ha descubierto, seguramente, nuestro perfil más egocéntrico. ¿Por qué? No nos conformamos con tocar las fotografías, que también. Con nuestras imágenes podemos esponsorizar cualquier actividad que se nos ocurra y estar presentes en miles de sitios, de lo más inimaginables, por cierto. Lo mismo en las cocinas que en los salones de nuestras casas, en cualquier estantería o dando la hora, porque esa es otra. Nuestras caras (y el resto del cuerpo, todo depende del tamaño) se estampan en metacrilatos que cuelgan de paredes -son el boom del momento-, bolas de aguas, otro fenómeno de ventas, llaveros, cojines de lentejuelas, neceseres, mochilas, relojes-despertador al estilo de los que nos hacían madrugar hace décadas, camisetas...
En camisetas, puzles, tazas...
Nos convertimos, pues, en mercancía, a la vista de todo el mundo. Esta sobreexposición tiene también su parte lúdica y juguetona. Muchos clientes emplean sus caras para hacer con ellos puzles de hasta 100 piezas o personalizar un parchís. Vale todo porque estos locales se han transformado en bazares y en tiendas de grandes regalos. Muchos clientes se acercan a ellos a comprar carcasas de móviles personalizadas, monederos de neopreno, paños de limpia gafas, carteras de caballeros, bolsas para las meriendas de los niños, estuches de pinturas... Todo es susceptible de ser impreso. De grandes y pequeños. También baberos, divertidas huchas, bolsas de tela, viseras... Sin faltar los clásicos marcos de toda la vida o los retratos para presumir del 'Mejor papá del mundo' en piezas de forex, madera e incluso aluminio.
El papel, pues, ha descubierto un mundo. Lo confirma Eva González, una dependiente sobrada de oficio, profesionalidad y gracia. «Sí , soy como la modelo pero sin ser modelo», ironiza. Ya a lo suyo, explica: «El sector sufrió una grave crisis y la gente dejó de revelar, pero con el tema digital vuelve otra vez, sobre todo la gente más joven, que eso es lo bueno. Revelan mogollón de fotos en tamaño chiquitito para hacer collages, no en el sentido tradicional de la foto con el marco. Le dan como una vuelta para convertir la imagen en un objeto de decoración. No nos podemos quejar, la cosa funciona muy bien. Muchos comercios de al lado nos dicen '¿pero qué hacéis que tenéis colas permanentemente?' El reclamo es revelar en papel, pero una vez que entran en la tienda se dan cuenta de que tienen 1.000 posibilidades más. Al ver que se pueden hacer una taza con la foto dicen 'jolín, si está mi foto ahí'. Hay gente que todavía se sorprende pese a tratarse de un producto que ya lleva mucho tiempo en el mercado.
Si el negocio funciona, es porque ofrecen casi todos los productos en una hora. Hay colas, pero no porque estén de brazos cruzados, sino porque se lo quitan rápidamente de las manos. Entran muchos jóvenes, pero también amatxus que «igual no han revelado nada del primer año de su hijo y llega un momento en que piensan 'ostras, o lo imprimo ahora o lo pierdo. Igual cambio de móvil y me desaparecen todas las fotos que hay dentro'. Y eso si que es ya irrecuperable», advierte Eva.
Al final, las tiendas de fotografías, las de antes y las de ahora, venden recuerdos. «Es un poco manida la palabra, pero son recuerdos», sentencia Eva. Y en este mundo que vive a golpe de selfies, «hay mucha gente de disparo rápido que tiene miles de fotos en sus móviles. Con ellos todo el mundo se convierte en un pequeño fotógrafo. Hay gente que igual tiene, tranquilamente, 3.000 fotos. Pero, al final, puedes tener mucho material, pero verlas en la pantalla del móvil no es lo mismo que en un soporte físico».
La vuelta del revelado solo plantea un problema: se trata de ser selectivo. «Hay mucha gente que igual tira entre 5.000 y 8.000 fotos al año y se trata de dejar solo y escoger bien 20. Eso a muchos les da pereza», reconoce José Antonio Andrade, que vive una etapa floreciente. «Es una bendición que haya tanta gente haciéndose fotos con los móviles», admite. Y luego que pasa a revelarlas. Pero para eso están los bilbaínos, tan amantes de conservar sus recuerdos.
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