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Bilbao se pone como una moto

El Bilbao de Luis Gómez ·

Lo último son las tiendas de moda y salones de tatuajes que exhiben en su interior motocicletas como objetos decorativos, aunque algunos modelos también están a la venta

Viernes, 10 de mayo 2019, 01:02

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Como una moto y cuidado que vienen curvas. Lo de Bilbao, definitivamente, no tiene nombre. Por eso, porque somos de donde somos, vamos también como vamos a los lugares que queremos. Y si hay que llegar a nuestro comercio favorito en moto, lo hacemos, y punto. Faltaría más, pero ojo. A este paso que no nos extrañe si algún policía municipal o ertzaina nos termina dando el alto a la entrada de cualquier tienda. Camino llevamos, visto cómo se conducen los nuevos tiempos comerciales.

En locales como Scalpers, además de sus prendas, hay dos cosas que llaman la atención: entran por las narices y los ojos. El perfume corporativo de la 'flag ship' de Gran Vía llega muy dentro por su intensidad y sutileza, pero más elegante todavía es la motocicleta estacionada a la entrada. Es imposible no reparar en ella. Que permanezca aún en pie es simplemente un milagro, pese a llevar 'aparcada' más de cuatro meses. Raro que no le haya dado a nadie todavía por largarse con ella puesta. Con el casco bien colocado, por supuesto. Lo primero es la seguridad, pero por ganas no será.

Lo último en Bilbao son los salones de tatuaje y tiendas de moda que exhiben en su interior motos como objetos decorativos, aunque algunos modelos están a la venta. Es el caso del Royal Enfield de Scalpers, no así el de la Ducati de los Brothers Tatto Studio y la Lambretta Jet 20 de Abricot, en Alameda de Urquijo. La de Scalpers no puede ser más retro y pija. Su precio: 5.945 euros. De acuerdo, no está al alcance de todos los bolsillos, pero merece la pena acercarse a verla y echar a correr imaginándose a los mandos de la misma.

Lo saben, sobre todo, los niños que entran con sus padres y no se cortan un pelo. Mientras los primeros husmean entre un amplio surtido de americanas entalladas, pantalones 'chinos', fulares y trajes de baño de colores chillones, los pequeños se encaraman al vehículo y juegan a ser pilotos colocando sus posaderas sobre cómodos sillones de cuero. Es un espectáculo verles extendiendo sus brazos e intentando alcanzar el manillar. «Les encanta», reconocen las dependientas. En cuanto la atisban allá que van.

Aire vintage

La moto encaja con la decoración del local y el estilo de una etiqueta que vende altas dosis vintage a precios accesibles. Haritz Hinojal, uno de los dependientes, parece recién salido de 'El gran Gatsby' posando junto a la motocicleta con tirantes grises y un reloj de época. Se muestra sereno. No tanto sus compañeras que temen por la estabilidad del vehículo. «Hay que tener cuidado porque está con una pata y... los niños, al final, son curiosos y hay que...»

Grandes y pequeños se sacan fotos junto a ella, otros se suben... «Le da un toque muy guapo a la tienda. Su diseño recuerda a las viejas y auténticas Harley-Davidson. La tenemos de exposición, pero sí que está en venta», insisten las empleadas. Y añaden: «Si alguien decide dar el paso y rascarse el bolsillo, deberá pasar por el concesionario. Scalpers vendría a hacer de intermediario». El vehículo incorpora la correspondiente ficha técnica. Todo con tal de vender, que para eso están los comercios.

La Ducati 50 de los tatuajes

Bien que lo saben también en Brothers Tatto Studio, de donde uno sale bien marcado. El de la calle Bertendona es uno de los salones de tatuaje más molones y modernos de la ciudad. A sus empleados, expertos en dejar huella, también les van las emociones de altas cilindradas. Mauricio Gómez Calderón es un colombiano experto en el género 'old school' y reproduce los mismos tatuajes que se hacían los viejos marineros. «Nunca pasa de moda y es el estilo más nuestro», subraya.

Pero una cosa son los tatuajes y otra el local en el que trabaja, una amalgama de tendencias. Cabe de todo y no todo es retro. «Nos va el rollo industrial, de aire 'metalero', con cosas también modernas», asegura este artista amante de los jeans rotos, las gorras y las orejas agujereadas. También de las calaveras, imprescindibles en el gremio. «Queremos que la gente que venga siempre tenga algo que mirar y un lugar donde tomarse una foto». Es lo que tiene vivir en la era de los selfies. «Quisimos montar un estudio en el que la gente se encontrase a gusto y no estuviese tan cargado de fotos de tatuajes o de grafitis. Nos va el rollito tradicional americano y lo de las motocicletas en las tiendas se ha puesto muy de moda en todo el mundo».

Por eso, no se lo pensaron dos veces y echaron mano de una Ducati 50, que brilla en el hall, junto a un cuadro de La Gioconda, recortables de 'pin-ups', cuadros de personajes de aspecto tenebroso... Parece una minigalería de arte. La moto, en tonos rojos y blancos, luce como los chorros del oro. « Ahorita está muy de moda todo lo que tiene que ver con la ropa y las tendencias de estilo americano». Mauricio y sus hermanas se entregaron al rollo vintage con las 'BH' «de las de toda la vida de aquí. Las restauramos, pero luego un colega nos dejó su moto y...» Y, claro, Mauricio se acordó de los dueños de aquellos estudios de tatuajes estadounidenses que metían sus motos en los salones en vez de dejarlas fuera. «Como nuestra moto es pequeña, no tuvimos ningún problema en hacerla un hueco».

Abricot, con una Lambretta Jet 200

Difícil lo tuvo Adhara. Sí, su nombre es el de una estrella «del cielo», explica. Concretamente, de la constelación Canis Maior. De apellido Fernández, trabaja como dependienta en Abricot, una tienda de moda para chico y de zapatillas unisex. Abierta en 2009, desde hace cuatro meses su escaparate lo ocupa, junto a un maniquí y varias mochilas, una Lambretta Jet 200. La motocicleta es muy guapa, pero del jefe. Por tanto, no está a la venta. Pero atrae cientos de miradas curiosas de los peatones de una de las calles bilbaínas más transitadas. «Las cosas, como son. La gente se fija un montón y al local le da un toque estético muy guay», confiesa una muy tímida Adhara.

Puede que las ventas necesiten un empuje, pero nadie puede dudar que los comercios bilbaínos van sobre... dos ruedas.

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