Los sindicatos vascos en su laberinto
Las centrales encaran en Euskadi el Primero de Mayo con más incertidumbres que nunca y con el reto de lograr dar cobertura a los asalariados vascos
José Luis Galende
Domingo, 1 de mayo 2016, 00:23
El movimiento sindical vasco celebra hoy el Primero de Mayo en uno de los momentos más complicados de su trayectoria desde la llegada de ... la democracia. Los cambios legales alumbrados a la sombra de la crisis han dejado una huella de gran calado en sus estrategias y han reducido sus medios económicos. Aunque siguen siendo las primeras organizaciones vascas en afiliación, la realidad es que todo ello ha contribuido a que no estén cumpliendo con el que hasta ahora ha sido su primer objetivo: dar salida a los convenios de 550.000 asalariados vascos. Una responsabilidad que comparten con la patronal.
Y como los males nunca vienen solos, las estadísticas permiten constatar que han perdido en gran parte su poder de movilización y, por si fuera poco, la patronal promociona, en contra de su opinión, un nuevo modelo de relaciones laborales que puede mutilar su influencia en los centros de trabajo. Todo ello conforma un complejo cóctel que ha hecho caer su valoración social. Así se encuentran los cuatro grandes sindicatos vascos ELA, CCOO, LAB y UGT, en un laberinto al que buscan salida y de cuyo éxito o fracaso dependen muchas facetas de la vida de trabajadores, empresarios y ciudadanos.
Sindicatos enfrentados - Trabajo pendiente
Es una opinión extendida que el primer obstáculo para la normalidad sindical en Euskadi la capacidad de negociar con los empresarios y alcanzar acuerdos no está en las patronales, que sería el escenario natural, sino en las relaciones entre las cuatro grandes centrales. Una división que podrá visualizarse hoy en la calle en las diferentes movilizaciones para celebrar el Día del Trabajo. Mantienen desde hace al menos dos décadas un enfrentamiento que enturbia el panorama, con dos grandes frentes; centrales nacionalistas (ELAy LAB) por un lado, y las de implantación estatal (CC OO y UGT), por otro. Y ello adobado con cuatro estrategias diferentes.
Y si los sindicatos no son capaces de ponerse de acuerdo en la negociación colectiva primera herramienta de la redistribución de la riqueza que defienden, conseguir cerrar acuerdos con los empresarios es harto difícil, máxime cuando estos se sienten crecidos tras la última reforma laboral. El resultado es sobradamente conocido: solo 143.000 asalariados vascos tienen actualizado su convenio; y de ellos, 54.000 gracias a que se negocia en Madrid por las centrales de implantación estatal. Un protagonismo que está creciendo por las facilidades dadas por las últimas reformas laborales y, sobre todo, porque la mayoría sindical que suman las centrales nacionalistas ELAy LAB firma menos convenios que nunca. Así lo atestiguan los datos del Consejo de Relaciones Laborales (CRL).
En la situación actual, la alternativa que se abre es negociar convenios en todas las empresas, pero esa es una tarea ingente que no dará una cobertura generalizada a los trabajadores, al menos a corto plazo.
Prestigio social - Las reformas perviven
Pese a que los sindicatos vascos acumulan más de 200.000 afiliados según las estimaciones manejadas en el sector, la nota que los ciudadanos les adjudican en la última encuesta del Euskobarómetro es de 3,2. En una sociedad que solamente suele dar el aprobado a las ONG, su valoración ha llegado a estar por debajo de instituciones tan cuestionadas en Euskadi como la Guardia Civil y la Policía Nacional, aunque por delante de las organizaciones empresariales y de los partidos políticos, que generalmente ocupan posiciones de cola. No es algo exclusivo del País Vasco este suspenso social a las centrales: las encuestas del CIS en el conjunto de España arrojan resultados similares.
Los sindicatos argumentan que esta baja calificación es el resultado de seis años de campaña de gobiernos e instituciones, que buscan debilitarlos. Pero aunque tienen un importante punto de razón en esa alegación, no hay que olvidar que los ciudadanos son capaces de pensar de manera autónoma, y disponen de elementos objetivos para enjuiciar su actuación: hay 301.000 asalariados pendientes de actualizar su convenio, con otros 105.000 que lo han perdido. Además, pese a numerosas huelgas generales y otras protestas, el movimiento sindical no ha logrado revertir las criticadas reformas laborales ni las del sistema de pensiones con las que la mayoría de los asalariados se han sentido agredidos.
Conflictividad - Paz laboral sin precedentes
En cuanto a los medios utilizados para lograr los fines sindicales, Euskadi vive un momento de paz sociolaboral sin precedentes. Baste recordar que Gipuzkoa, territorio conflictivo por excelencia, vivió en enero y febrero una sola huelga, con 6 trabajadores implicados. No es que las organizaciones obreras hayan renunciado a la mítica conflictividad laboral vasca ahora muy inferior la de España, es que su influencia ha decaído al abrigo de la crisis y de la preocupación de los trabajadores por mantener su empleo.
Tampoco las protestas en la calle, que suelen ser una herramienta de presión, son lo que eran, salvo conflictos puntuales como los desencadenados por la crisis del acero, o los planteados en el sector público.
En esta faceta, uno de los instrumentos que permiten visualizar el buen momento de una organización y su capacidad de conectar con la ciudadanía, las centrales han cedido protagonismo a otros movimientos sociales emergentes, lo cual parece denotar la pérdida de pulso en segmentos sociales de los que hasta hace poco eran impulsoras y portavoces.
Diálogo social - Objeto de estrategias
El diálogo social, una de las prioridades de Urkullu para la legislatura que termina, ha sido otro foco de conflictos, críticas y desacuerdos entre las centrales, al estar marcado por la ausencia de ELA y LAB mayoría sindical, lo que ha restado relevancia al proceso. Y además sirve para despejar incógnitas sobre estrategias, al permitir diferenciar la actuación de un sindicato como institución y como organización de trabajadores. En esa primera faceta, las centrales nacionalistas parecen haber renunciado a influir en la adopción de decisiones e iniciativas políticas por medio del diálogo. «No sirve» ese procedimiento, han dicho por activa y por pasiva. En la segunda, han centrado la acción en la empresa, dejando de lado los convenios sectoriales donde CC OO y UGT son los protagonistas, como demuestran las cifras del CRL, lo que redunda en decenas de miles de trabajadores sin cobertura.
Centralización - Un riesgo evitable
Y con semejante retablo de fondo, son los convenios de ámbito nacional, negociados en Madrid por Comisiones y UGT, los que están ganando terreno, con 54.000 trabajadores afectados frente a los 89.000 de los suscritos en la comunidad autónoma. Una tendencia que es criticada por las fuerzas nacionalistas, en especial tras la firma de un convenio nacional del Metal, que ha hecho mover ficha a ELA.
El lunes 4 de abril, la central nacionalista escenificó su rechazo a la firma de acuerdos nacionales con aplicación en Euskadi con una comparecencia pública de todo su comité ejecutivo para condenar la «cruda realidad de la estatalización» de la negociación colectiva.
En esa comparecencia pública, el secretario general de ELA, Adolfo 'Txiki' Muñoz, sostuvo que «sin negociación colectiva no hay autogobierno». Y dado que ésta, pese a la mayoría que ostenta, se escapa a su control desde las últimas reformas laborales y también a causa de su estrategia de priorizar los convenios de empresa, parece que su reclamación de un marco vasco de negociación colectiva entra en el terreno político con la demanda de un marco normativo que la haga posible. Esta ha sido una petición tradicional de ELA, pero pocas veces como ahora la central la ha visto tan necesaria; se juega mucho en ello.
Reformas - Crisis y desequilibrios
No es un secreto que uno de los objetivos de la última reforma laboral era restar poder a los sindicatos, y no cabe duda de que lo ha logrado. Acosados por la pérdida de afiliación en su gran mayoría por la caída del empleo, por un recorte de las subvenciones públicas que reciben y por una patronal reforzada tras unos cambios normativos que han desequilibrado la balanza de poder, las centrales han tenido que acometer reestructuraciones de diverso calado, que en ocasiones han llegado a la regulación de empleo. Solo una subida de la afiliación, de la mano de la recuperación, puede mejorar su apurada situación económica.
Además, el nuevo modelo de relaciones laborales que propugnan las patronales vascas es una iniciativa que los sindicatos ven con hostilidad, al temerse que se quiera condicionar su papel de mediadores entre trabajadores y empleadores.
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