Josu Jon Imaz, personaje de ficción en la novela de un escritor guipuzcoano

¿Puede el consejero delegado y primer ejecutivo de Repsol, Josu Jon Imaz, convertirse en un personaje de ficción y ocupar un hueco, por pequeño que sea, en una novela? La respuesta es un rotundo SÍ, por difícil que resulte imaginar una situación similar. Y no en el papel de un tiburón financiero que devora empresas petroleras en quiebra por el mundo para despedazarlas, quedarse con los trocitos rentables y condenar el resto a la desaparición. Tampoco se trata de una recreación literaria de intrigas en el apasionante mundo del petróleo, o del soborno de mandatarios de países tercermundistas para obtener licencias de exploración de pozos de oro negro, ni tan siquiera aventuras del el desierto de Qatar entre jeques con Rolex de oro y 'jequesas' de ojos misteriosos. Todo es mucho más pedrestre, sencillo y de andar por casa. Más vasco, en definitiva.

El asunto es que un guipuzcoano, Yonka Zarco, ha recurrido a su memoria para rellenar algunos pasajes de su primera y hasta el momento última novela 'Últimos días en el Limbo'. Y claro, en esa memoria, en el hueco de la niñez de los años 70, en aquella Zumarraga donde se vivía el despertar de la democracia y el resurgir de la efervescencia nacionalista, Zarco tenía un vecino que años más tarde daría que hablar, primero en el mundo de la política y ahora en el de las macroempresas.

"En el cuarto piso, debajo nuestro, vivía la familia Imaz, cuya madre, amiga de la mía, tejía casi todos los veranos los jerséis que mis hermanos y yo usaríamos durante el invierno. También formaban una familia numerosa, pero los hijos eran más jóvenes que nosotros. Uno de ellos tenía dos años menos que yo, Iosu Ion, un chico delgado y pálido, despierto y brillante, muy aplicado en el colegio, que me saludaba amable y simpático cada vez que nos cruzábamos en el portal o en las escaleras..., pero yo le miraba con suficiencia y recelo y, por qué no, con cierto complejo de superioridad. En aquellos momentos, dos años de diferencia eran un abismo insalvable para mi profunda estupidez. Hasta que su padre falleció de un cáncer de pulmón sin haber fumado un solo cigarrillo. Me impactó la entereza con la que Iosu Ion trató de digerir su ausencia, al preguntarle en la escalera del portal unas semanas después:

-¿Cómo lo llevas?

-Y él, dolido pero con aplomo me respondió:

-Bueno.... pues... bien...

-Y se quedó unos segundos dudando e inquieto, con la mirada perdida en el suelo.

Pero yo sabía que la tristeza se había colado en la casa de los Imaz de la misma manera que se había colado en mi cabeza. Para quedarse".

Al menos, esta mezcla de ficción y recreación histórica de una vecindad sirve para verificar que ya de niño Josu Jon Imaz era, como ahora, pálido, despierto y brillante. En los próximos días, no ya en la ficción, sino en la realidad menos novelada de la junta de accionistas de Repsol, quedará ratificado el nombramiento que el consejo de la petrolera aprobó en mayo de 2014, al designarle consejero delegado y primer ejecutivo de la compañía. El presidente Antonio Brufrau, ya desde aquel mismo momento, comenzó su particular alejamiento de la primera línea directiva, dejando el día a día a Imaz, para asumir la función de presidente institucional, aunque con una influencia en la compañía que nadie duda. Brufau será sin embargo reelegido como consejero y presidente para un periodo de cuatro años y nadie duda de que el catalán, con el plácet de Isidre Fainé -el presidente de La Caixa y auténtico factotum en la sombra de la petrolera- ha señalado al de Zumarraga como su sucesor. Y si además es un personaje de ficción... como Superman...