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La lluvia desalentó la afluencia de público en la feria de invierno de Zaldibar. M. DÍAZ

«Estamos hartos de que se cierren ferias, no son conscientes de que a nosotros nos va la vida en ellas»

Baserritarras vizcaínos lamentan la suspensión de las ferias por la nueva escalada de contagios, durante unas descafeinadas fiestas de San Andrés de Zaldibar

MANUELA DÍAZ

Zaldibar

Domingo, 28 de noviembre 2021, 19:34

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El frío reinó esta mañana en la feria de San Andrés de Zaldibar, una de las pocas que se han mantenido tras la escalada del coronavirus en Bizkaia. Una veintena de productores, en su mayoría de Bizkaia, provistos de bufandas, jerséis de lana y una buena dosis de optimismo, montaron sus puestos dispuestos a mostrar que el sector primario sigue vivo. «Estamos hartos de que se cierren ferias, como acaba de hacer Eibar, la gente no es consciente de que a nosotros nos va la vida en ellas y son casi dos años sin apenas vender. Las ferias son posibles con mascarilla y distancia, al aire libre, ¿por qué siguen machacándonos?».

El navarro Gorka Flores, capeaba la tromba de agua que cayó durante la mañana, manifestando el malestar que atraviesan los baserritarras desde la irrupción del coronavirus. Ha sido para este pastor y productor de quesos, la gota que faltaba para hundir a un sector castigado por las subidas del pienso, combustible y luz. Algunos productores como Arantza Zubia, se plantean incluso colgar las botas y jubilarse. «Es duro ir de feria en feria a esta edad, sobre todo por el frío y la lluvia, pero si encima ves que la gente no se acerca y no compra, el desánimo es mayor, y lo entiendo, prefieren estar al calor en sus casas, yo también lo haría», apuntaba tras su puesto repleto de cestas con manzanas y puerros.

Otros como Fernando Esteban, de 'La Gilda del Norte', ha optado por reinventarse y adaptarse a la venta online. «Los costes por los envíos son mayores, pero nos ha salvado estos dos últimos años», apuntaba este productor de Lezama. Junto a los tarros de gildas un cartel recordaba el uso obligatorio de mascarilla y gel. «Estamos haciendo las cosas bien, preparados para la pandemia, pero vemos que muchos municipios en lugar de apoyarnos, optan por quitarse de líos y suspender la ferias».

Nos valoran

De la crisis, el abadiñarra Aitor Urien se queda con el impulso que ha tenido el producto local. Además de acudir a ferias, cada quince días acude al mercado de Durango. Y es en estos escenarios dónde la gente «responde». «Quieren productos de aquí y nos valoran», señalaba. Hijo y sobrino de pastores, decidió hace años apostar por el sector primario y formarse en la elaboración de quesos, rompiendo la media de edad de un sector cada día más envejecido. Desde la puesta en marcha de su quesería, este ganador de varios concursos de perros pastor, ha ido incorporando nuevos sabores y al queso Idiazabal le ha sumado el azul y el queso de montaña. «Habíamos reservado una partida para esta feria, pero me temo que volveremos con buena parte de ella».

En el puesto de miel Oizpe de Hegoi Escudero, una cliente compraba propolio. La pandemia sanitaria ha animado la venta de este producto. Hace seis años, con apenas 31, Hegoi se iniciaba en el mundo de la apicultura, como única opción viable ante el elevado coste de la tierra en Durango. «Los jóvenes que queremos dedicarnos al sector primario lo tenemos difícil si no tenemos tierras, están por las nubes y apenas hay ayudas», se quejaba.

Color y alegría

La lluvia, que en algunos momentos de la mañana se hizo insoportable, desanimó a muchos a salir a las calles de una localidad que el jueves saltó a zona roja con 262,73 positivos por 100.000 habitantes. «Siempre salimos a comprar pastel vasco y nos hemos animado, pero es un poco triste ver que apenas hay nadie», lamentaba Janire. En el puesto de exhibición de sidra de Jose Antonio Eluztondo, varios niños y niñas, se entretienen cogiendo manzanas para elaborar mosto, ajenos a la lluvia. «Las ferias son un escaparate para mostrar nuestros productos, pero también nuestra forma de trabajar, por eso es importante mantenerlas. Damos color y alegría, a pesar del mal tiempo y del coronavirus, la gente debe apreciarlo y responder», apuntaba.

A escasos metros, Maite, de Elorrio, vendía harina de maíz en el puesto Leaniz para elaborar los talos típicos de esta época del año; y Aitor, de Padilla Gazta, miraba al cielo por si la cosa se ponía fea para atravesar Urkiola en su regreso a Otxandio.

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