«La experiencia como voluntaria me ha cambiado la vida por completo»
Jóvenes se suman cada año al proyecto de la ONG Rio de Oro en Izurtza, donde acompañan a menores saharauis con diversidad funcional durante ocho semanas
A veces, una decisión aparentemente pequeña marca el inicio de algo grande. Laura Fernández de Aranguiz tenía 20 años cuando vio por casualidad un anuncio ... de la ONG Rio de Oro en sus redes sociales sobre el voluntariado en un albergue de Izurtza. No sabía nada acerca del conflicto saharaui, pero aun así decidió apuntarse. Hoy, tres veranos después, esta joven de Vitoria sigue volviendo cada año con la misma ilusión. «Me cambió por completo. En poco tiempo te integras, el ambiente es increíble y aprendes muchísimo», asegura.
Más allá del aprendizaje, lo que le marcó fue la convivencia con los niños y los monitores saharauis. «Te permiten conectar con su realidad de forma directa, sin filtros», afirma. Y también deja hueco para las anécdotas. «Una vez perdí una camiseta. Ni me acordaba de ella hasta que unos días más tarde vi que la llevaba puesta una niña. Le quedaba mejor que a mí», bromea.
Del mismo modo, desde Toledo, Cristina García se sumó al proyecto tras ver un vídeo que despertó en ella una inquietud dormida. «Es una semana intensa, sin embargo, profundamente gratificante», cuenta. Este año ha vuelto acompañada de su pareja, Iván, que debuta como voluntario. Juntos comparten las ganas de ver cómo los pequeños, pese a venir de los duros campamentos de Tinduf, «solamente quieren pasarlo bien y vivir un verano igual que cualquier niño debería tener».
Uno de los momentos que más ha calado en García fue el testimonio de las monitoras procedentes de Sahara. «Te remueve por dentro. Son vivencias que te sitúan en la crudeza del contexto al que se enfrentan y el olvido», relata. Asimismo, recuerda con emoción a Adam, un pequeño con una discapacidad motora que dejó boquiabierto al grupo escalando una pared con un solo brazo. «Son historias de superación diaria que dejan huella», confiesa. No faltan los recuerdos tiernos: los gemelos Abdesalam y Mbarek que se intercambiaban papeles, o un menor con problemas de audición que pidió música. «Te desmontan con su naturalidad», dice García.
Este año, la acogida ha batido un récord. «En esta edición hemos traído un total de doce menores saharauis con diversidad funcional», explica Mikel del Arco Zumarraga, coordinador general de la ONG. Una cifra que refleja el crecimiento del proyecto y el compromiso por ofrecer una experiencia «segura y humana».
Durante ocho semanas, se entrelazan la solidaridad, los cuidados y el juego. Las jornadas son intensas y cuidadosamente planificadas a fin de que los menores disfruten y, a la vez, reciban una atención integral. Con el acompañamiento constante de los voluntarios, se organizan salidas al monte, talleres creativos, días de piscina, excursiones, paseos a caballo y surf inclusivo. No obstante, más allá del ocio, la iniciativa pone el foco en la salud: muchos acceden por primera vez a revisiones médicas con pediatras, logopedas y fisioterapeutas, además de seguir una alimentación equilibrada que contribuye a mejorar su bienestar físico y emocional.
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