La Ertzaintza dispersa un macrobotellón con más de 200 jóvenes en el merendero de Artxanda
Los agentes apenas identificaron a una veintena porque la mayoría salió en estampida
Patrullas de la Ertzaintza dispersaron a última hora del pasado sábado un macrobotellón formado por más de 200 chavales en las faldas del monte Artxanda. ... Los jóvenes, muchos de ellos menores de edad, se habían congregado en torno a un merendero, concretamente en una ladera situada al final de la calle Vía Vieja de Lezama, con bebidas alcohólicas y refrescos. Al llegar las patrullas de la Policía autonómica, alrededor de las ocho y media de la tarde, se produjo una desbandada y muchos de los chicos huyeron ladera abajo. Otras unidades de la Ertzaintza les esperaban en la otra salida, cerca del puente de La Salve, para proceder a denunciarles por la práctica del botellón, prohibido en la ordenanza municipal de Bilbao y una de las actividades más perseguidas durante la pandemia por el peligro de contagio al no respetarse la distancia de seguridad mientras se bebe sin mascarilla.
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EL CORREO, que acompañaba a una patrulla del dispositivo especial anti-Covid en la ertzainetxea de la capital vizcaína, presenció el momento en que los agentes irrumpían en el botellón y cómo reaccionaron los jóvenes. La misma reunión multitudinaria ya se había detectado la jornada anterior. Al parecer, los chicos quedan o se avisan por redes sociales. Ya desde la carretera de Vía Vieja de Lezama, que desemboca en un camino rural hacia el monte, se escuchaba el jolgorio en medio de la oscuridad de la noche. Incluso llegaron a lanzar un cohete.
Solo unos pocos chicos se quedaron sentados en las mesas de madera que ocupaban cuando llegaron los policías con linternas pidiéndoles los DNI para identificarles. El resto huyó. Ajenos a la pésima evolución de la pandemia, con Euskadi superando desde hace semanas el millar de contagios diarios por coronavirus, algunos se mostraron incluso indignados.
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Una enfermera de 25 años
«Pensábamos que sí se podía estar en un merendero», confesaba una joven de 25 años, enfermera de profesión, que llevaba allí desde la una de la tarde con su cuadrilla. «¿Por qué no habéis venido antes cuando estaban las familias con niños?», gritaba a los patrulleros, que les pedían que fueran recogiendo y metiendo la basura en las bolsas. «No vamos contra la juventud, sino contra las reuniones», intentaban hacerles entender los uniformados. «Soy el primero que quiere poder tomarse una cerveza en un bar, pero ahora no se puede», confesaba otro.
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Una de las últimas medidas adoptadas por el Gobierno vasco para frenar la expansión del virus, el cierre de la hostelería, que ha dejado al sector con la soga al cuello, pretende evitar precisamente las aglomeraciones de gente bebiendo en espacios públicos. «Lo peor no es la multa, sino que pilléis el bicho y lo llevéis a casa», le decía un policía a un grupo de chicas, mucho más comprensivas. Las adolescentes, alguna con lágrimas en los ojos, reconocían que momentos antes había muchos chicos sin la mascarilla y fumando, y que incluso les habían pedido que se la pusieran o se alejaran de ellas.
Botellas de ron y otros licores de alta graduación, además de vino, quedaron sobre las mesas de madera tras la estampida de la mayoría. Los agentes encontraron un altavoz y varias carteras y bolsos, que se habían dejado por las prisas en la alocada huida. Todos los artículos han sido trasladados a la oficina de objetos perdidos de la Policía Municipal.
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Las patrullas abandonaron el lugar tras identificar a una veintena de personas, sobre las que se realizará una propuesta de sanción, que posteriormente será ejecutada por las autoridades competentes, ya sea la Delegación del Gobierno, si se trata de una denuncia por la Ley de SeguridadCiudadana, o por la Consejería de Sanidad, en el caso de los incumplimientos en el buen uso de la mascarilla. Apenas media hora después, el mando responsable del dispositivo avisó a los agentes por teléfono de que grupos de jóvenes habían regresado al merendero a continuar el botellón, por lo que varias unidades tuvieron que volver a Artxanda.
«¡Tango 2 para Ugarteko!»
No fue el único punto donde se organizaron botellones. La Ertzaintza también acudió al monte Avril, junto al aparcamiento. Una cuadrilla compuesta por siete chicos y muchachas se sorprendían al ver los rotativos azules de la Policía. «¿Qué somos, terroristas?», espetaba uno de ellos. «No, se están juntando ustedes y no se puede», respondió un agente. «Venimos al monte para estar tranquilos. Como no se puede ir a los bares... Hasta las diez de la noche se puede salir», trataban de justificarse.
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Cinco patrullas uniformadas con 10 miembros, más otra unidad de paisano bajo el mando de un suboficial –Alfonso–, componían el dispositivo formado por agentes voluntarios que actuaron de refuerzo. La comisaría contaba, además, con las unidades del turno de trabajo normal, que se dedicaban a cubrir el resto de incidentes. Alfonso cumplía ayer 32 años en activo, 25 de ellos en Bilbao, cuyo callejero se conoce al dedillo. El jefe de operaciones recordó en el 'briefing', a las 17.00 horas en la comisaría, las zonas sensibles de la ciudad y el objetivo de su trabajo: «prevenir y sancionar los incumplimientos».
Tras pasar por el 'búnker' (almacén) a recoger mascarillas, gel y la carpeta con boletines de denuncia, la patrulla sale de base. «Tango 2 para Ugarteko. Estado uno. Hacia Gran Vía». El suboficial comunica en 'código Q' a través de la emisora que se encuentran ya operativos y que se dirigen a realizar una patrulla a pie (korrika) al corazón comercial de la ciudad, primera parada de una tarde, que va a ser intensa. Al volante, el agente 'Toto', conocido así por su apellido Totorika. «¡Buenas tardes y buen servicio!», contesta el 'irrati' (operador de radio), a través de la emisora.
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La Gran Vía está atestada de gente. «La temperatura invita a pasear», reconocen los ertzainas. El termómetro marca 20 grados a las 18.30 horas. Los agentes aparcan los coches sobre una acera y recorren la principal arteria de la ciudad entre la multitud. El suboficial llama la atención a una decena de personas que dan caladas a un cigarro entre el gentío. «¡Buenas tardes! Está prohibido fumar en la vía pública si no se pueden garantizar los dos metros de distancia de seguridad. Tire la colilla y póngase bien la mascarilla», ordenan.
Entre sus misiones también se encuentra la de controlar las restricciones de movilidad que impiden salir del propio municipio, salvo para trabajar o por una urgencia médica, entre otras excepciones. En la estación de Abando, donde confluyen trenes y metro, los policías detienen en la boca del suburbano a una pareja de chicas, una de ellas menor de edad, que lleva en la mano una bolsa del Primark. Domiciliada en Bilbao, las jóvenes habían acudido hasta un centro comercial de Portugalete a comprar ropa, pese a estar prohibido. Cada una recibe una propuesta de sanción. Las multas que se están imponiendo por saltarse el estado de alarma suelen tener una cuantía de unos 600 euros, por lo que el capricho les saldrá caro.
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Por la emisora se escuchan avisos del hurto de una riñonera y del robo protagonizado por cinco jóvenes en unos garajes. La noche ha caído ya. Los comercios respetan escrupulosamente el horario de cierre a las nueve de la noche. A esa hora, en el barrio de San Francisco aún hay vida. «¡Quedan cuatro minutos para la diez!», advierte el suboficial a varios individuos que sonríen sentados en una esquina. El silencio se apodera de las calles, pero hay mucho rezagado. Un ciudadano pone como excusa peregrina que va a comprar el pan. «¡A las diez y pico de la noche!», se sorprenden los policías, mientras le invitan a retirarse a su domicilio. «¡Qué tristeza tener que repetir tantas veces lo mismo! Ahora entiendo a mi madre», confiesa 'Toto'.
EN SU CONTEXTO
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17 personas fueron denunciadas la madrugada de ayer en Bilbao por participar en fiestas, 11 de ellas en un piso en el Casco Viejo y otras 6 en una habitación de un céntrico hotel. El pasado fin de semana, la Policía Municipal de Bilbao desalojó otro macrobotellón y cerró el parque de Kobetas para su desinfección. También recibieron avisos de vecinos por fiestas en pisos y de un hotel por una celebración en una suite.
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Botellón en Irún Otros 22 jóvenes fueron denunciados por la Ertzaintza por incumplir las restricciones en Irún. Catorce de ellos participaban en un botellón, según informa el Departamento de Seguridad.
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Máscara transparente «¿Sabe que lo que usted lleva no es una mascarilla sino una pantalla?». El suboficial de la Ertzaintza al mando de las cinco patrullas del dispositivo anti-Covid de ayer en Bilbao paró a un ciudadano en la Gran Vía que llevaba una máscara transparente, cada vez más frecuentes. «Les dicen que están homologadas y han pagado 27 euros por ella, ¿verdad? Pero no sirven», advierte el agente. El hombre, agradecido por la recomendación, sacó del bolsillo una mascarilla de tela y se la cambió.
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