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eneko pérez
Sábado, 7 de mayo 2016, 11:15
La muerte de Patrick Ekeng ha vuelto a teñir de negro el mundo del fútbol. Sin ningún gesto previo de dolor que alarmase a nadie, la vida del futbolista camerunés del Dinamo de Bucarest rumano se precipitó hacia el abismo en un abrir y cerrar de ojos, lo que tardó en desplomarse sobre el terreno de juego. Allí, ante el horror de sus compañeros, entrenadores, aficionados y árbitros, el jugador africano se unió a la lista maldita de profesionales que perdieron la vida dentro del verde, haciendo lo que más amaban: jugar al fútbol. Caprichos del destino.
En el contexto del fútbol español, es imposible no acordarse de los casos de Antonio Puerta y Dani Jarque, dos jugadores que prometían mucho tanto a nivel de clubes como de selecciones, y dos futuros emblemas de clubes prestigiosos como el Sevilla y el Espanyol. El destino, o la fatalidad, quiso que perdiesen la vida en la plenitud de sus carreras, dejando un enorme poso de amargura y tristeza en los aficionados y, sobre todo, en sus familias, que no daban crédito a que dos desgracias tan grandes hubiesen sucedido en un lapso tan breve de tiempo (veranos de 2007 y 2009). El recuerdo de Puerta abandonando el Sánchez Pizjuán en camilla aún pone los pelos de punta. Como aún estremece también el hecho de que, de no ser por los médicos, otros como Rubén De la Red, Muamba, Nwankwo Kanu y Sergio Sánchez, entre otros, podrían haber corrido la misma mala suerte. Ellos son la otra cara de la moneda.
La lacra de la muerte súbita
El caso del belga Gregoy Mertens, de 24 años, era el último antes de la fatídica noticia de la muerte de Ekeng. El joven defensa del Lokeren falleció en un hospital de Genk, ciudad donde cayó desplomado en abril del 2015 cuando jugaba un amistoso con su club. Pese a ser reanimado por los médicos de ambos equipos con ayuda de un desfibrilador cardíaco, al llegar al hospital fue sometido a un coma artificial. Su estado empeoró con el paso de los días hasta que finalmente nada se pudo hacer para salvar su vida.
Otro de los casos que más conmoción creó fue el del centrocampista camerunés del Manchester City Marc Vivien Foe. Murió un 26 de junio de 2003 después de desplomarse a consecuencia de un paro cardiaco. Ocurría en el minuto 72 del partido entre su selección y la de Colombia, en las semifinales de la Copa de las Confederaciones que se disputaba en Lyon. Las imágenes del jugador, con la mirada perdida, resultaron sobrecogedoras porque nunca antes se había visto la muerte de un futbolista en directo por la TV.
Portugal, en su día, también derramó lágrimas de dolor. El jugador internacional húngaro del Benfica, Miklos Feher, de 24 años, perdió la vida el 25 de enero de 2005 en un hospital de Guimaraes como consecuencia de un tromboembolismo pulmonar sufrido durante un partido de Liga contra el Vitoria de Guimaraes. Fehér se dejó caer sobre el césped en el tiempo de descuento y quedó completamente paralizado. Sus compañeros se apresuraron a llamar de forma desesperada al personal de primeros auxilios, y un equipo médico de urgencia intentó reanimar al atacante. Fue conducido en ambulancia a un hospital, pero, después de dos horas de intentar su reanimación, sólo se pudo certificar la trágica noticia de su muerte.
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