A pasarlo bien
Ante 3.000 entregadas personas, Hombres G dieron un conciertazo con actitud que superó a sus discos e hizo olvidar a sus teloneros, Los Secretos. ¡De lo mejor del año!
Óscar Cubillo
Domingo, 15 de enero 2017, 14:21
Ha sido el séptimo que vemos en lo que va de año (los dos primeros en Liverpool) y entrará en nuestra lista de lo mejor de 2017, para la que habremos catado (Dios mediante) a más de 300 grupos y artistas. Nos referimos al conciertazo que dieron Hombres G (1982, Madrid) el sábado noche ante 3.000 personas en Miribilla, con mayoría femenina cantarina destacando en un espectro bastante transversal. Hombres G triunfaron por diversas razones: por no apelar a la nostalgia, por creer en su cancionero e interpretarlo con vigor, actitud y empaque (a los cuatro miembros oficiales les acompañan desde 1987 los mismos dos escuderos, Paradise y El Piscinas, o sea el teclista y el saxofonista), por el sonido tan poderoso como diáfano en un recinto tan difícil para ello como es un recinto deportivo, por llenar ellos únicamente con su sobria presencia el inmenso local, por las luces del escenario (otra cosa fueron las de los teloneros: Los Secretos), etc.
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Liderados por el cantante y bajista David Summers (Madrid, 1964), los amados y odiados Hombres G tocaron 21 canciones en 98 minutos a los que no sobró ninguno y de los que se pudieron disfrutar todos. Porque ese es el busilis: no solo lo hicieron bien, sino que además habrían gustado a cualquiera que se declare aficionado al pop-rock. Empezaron explotando en la noche con un tequilón Voy a pasármelo bien, a Ska-P remitieron en la pachanguita ska Hoy no te escaparás, la peña ilusionada coreó el estribillo de El ataque de las chicas cocodrilo, reggae algo Police con arreglos Madness fue Chico, tienes que cuidarte, y rock asfáltico, adulto y automovilístico fue En mi coche, con destellos Springsteen.
A partir de semejante arranque tan abarcador, el concierto se decantó por el power-pop a menudo en progresión y siempre con letras de amor y de pasarlo bien. Con un sano egoísmo burgués, je, je A lo Greg Kihn en gradación cursó la coreada Si no te tengo a ti («gracias, chicos», agradeció David Summers, pues al hablar al gentío decía chicos) y después Me siento bien (en tres partes, la última puro Beatles expertos), en las letras a menudo se desnudaron (el medio tiempo creíble Te necesito, después otro adulto Lo noto, y de seguido el soul-rock coreadísimo a pulmón Te quiero, que Summers presentó como «una canción absolutamente acojonante» y la dedicó «a todas las mujeres bellísimas que han venido a vernos»), y los míticos madrileños apretaron en el pop (seguro que ha influido a Fresones Rebeldes Indiana, uno de los mejores momentos de la noche) y hasta en el rock and roll escuela Chuck Berry (Suéltate el pelo, otro momentazo, ni punto de comparación con lo suavito y blandengue que suena en disco).
Este fue el 16º título de la cita y hasta el final Hombres G destaparon el tarro de sus grandísimos hits, revisándolos con una fuerza que mejoró de largo las producciones de sus grabaciones: Visite nuestro bar fue ska a lo The Refrescos; Marta tiene un marcapasos comenzó con un redoble de batería, el grupo calló y el público la cantó a capella y del tirón antes de que los músicos la retomaran y la tocaran de nuevo desde el principio; y el bis triple fue para Estoy temblando con David y el piano solo, un Venezia con un introito vocal del batería Javier Molina y luego todo Miribilla bailando (también los de las gradas en pie), y el remate con el Sufre mamón bien resuelto. Y se despidieron los Hombres G diciendo Summers: «Gracias Bilbao. Los hemos pasado de puta madre. Sed buenos, sed felices, portaos bien. Os queremos. Hasta siempre».
Los Secretos mantuvieron el tipo
Si increíbles estuvieron Hombres G, Los Secretos, amigos suyos hace más de 30 años («nos conocimos siendo unos niños y ahora somos unos viejos», exageró Summers), abrieron plaza con todos los hándicaps de los teloneros en los macroconciertos: luces limitadas y opacadas, y sonido mate que provocó que su concierto resultara bastante plano. Pero Álvaro Urquijo y los suyos, en quinteto con una panoplia de guitarras dispuestas a la vista de todos, mantuvieron el tipo durante 18 temas en 85 minutos (empezaron con cinco minutos de retraso debido a que había más de mil personas haciendo cola esperando a entrar). Tristones, melancólicos, noctívagos y ambientales, un par de piezas les quedaron febles (Cambio de planes muy mustia, Ojos de gata a pesar de los coros del respetable contento), pero Los Secretos lograron imponerse a las circunstancias adversas en la fronteriza La calle del olvido, Pero a tu lado, Quiero beber hasta perder el control («algo hoy imposible», comentó el amigo Tsustas: 6,50 te cobraban por una caña), otra coreada Déjame o, en el bis, el adiós con un Ojos de perdida a medias con el invitado David Summers (luego Álvaro Urquijo y el bajista Juanjo Ramos aparecieron en el show de Hombres G, en la canción Solo un par de palabras).
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