El Everest del piano
¿Cuáles son las obras más difíciles de interpretar de cuantas se han escrito para este instrumento? Siete pianistas y profesores explican su elección
César Coca
Miércoles, 14 de octubre 2015, 02:21
¿Cuáles son las obras musicales más difíciles de tocar? ¿Cuáles son esas piezas cuya interpretación representa algo así como subir al Everest para un ... alpinista? La técnica ha evolucionado mucho y partituras que a comienzos del siglo XX estaban al límite y apenas eran intepretables por un puñado de artistas ahora son abordadas sin mayores problemas por muchos. Pero eso no significa que lo hagan sin esfuerzo, que no se coloquen al borde del abismo aunque logren no despeñarse.
Empecemos por el instrumento para el que más piezas se han escrito: el piano. Siete concertistas y profesores de diferentes generaciones han respondido a la pregunta de elcorreo.com sobre las partituras que son técnicamente más complejas, aquellas que obligan a los mayores esfuerzos, al margen de que las tengan o no en su repertorio. Esta es su elección.
Joaquín Achúcarro. Su nombre no necesita información adicional alguna. Ha tocado con todas las orquestas y directores, su nombre es conocido en todo el mundo y muchos de sus discos son referencias absolutas. «La dificultad crece con la velocidad», explica el pianista bilbaíno. Las octavas de la Rapsodia Nº 6 de Liszt, añade, «las podrán tocar muchísimos pianistas con el metrónomo a 100. Poquísimos o ninguno, a 144». Pero no se trata solo de velocidad. «Encontrar el sonido adecuado y modelar el fraseo son también actos musculares que sirven a un designio más alto que la pura velocidad o potencia». Y dicho esto, esta es su elección: Concierto Nº 2 de Bartók, y el Scarbo de Gaspard de la Nuit de Ravel.
Marta Zabaleta. La pianista guipuzcoana es la actual directora de la Academia Marshall, cargo que ejerció durante muchos años su maestra Alicia de Larrocha. Zabaleta compatibiliza su carrera en el escenario con la docencia en la Marshall y en Musikene. Y en una de las obras que elige cita precisamente a la pianista catalana como referencia: se trata del Concierto Nº 2 de Prokofiev, «que Alicia de Larrocha siempre mencionaba como lo más difícil que se había metido entre pecho y espalda». Además de esa partitura, Zabaleta cita otras: la Sonata Hammerklavier de Beethoven; los Estudios op. 10 Nos 1 y 2 y op. 25, Nº 11, de Chopin, «aunque por su brevedad se aguantan mejor»; la Toccata de Schumann; los Estudios de Godowsky, «retorcidamente difíciles»; los Estudios y Petrouchka de Stravinski y un lied de Schubert titulado Der Erlkonig «en el cual el acompañamiento de piano es muy difícil y conocido por la necesidad de tener una muñeca imbatible».
Miguel Baselga. Está a punto de concluir la integral discográfica de la obra de Albéniz, que es un compositor conocido por haber escrito una de las cimas del piano del siglo XX: la Suite Iberia. Su elección se compone de cuatro obras: el Concierto Nº 2 de Prokofiev, especialmente la cadencia del primer movimiento y el cuarto, porque «no para de moverse por todo el teclado y es fácil perderse; y como te pierdas la has liado parda»; las Variaciones sobre un tema de Paganini, de Brahms, en las que «te crees que la peor es la que estás tocando hasta que ves la siguiente»; la Toccata de Schumann, una pieza que como «no sepas administrarla terminarás en el traumatólogo»; y la Eritaña de la Suite Iberia de Albéniz, que «además de difícil es ingrata porque no luce nada lo que cuesta».
Judith Jáuregui. La pianista donostiarra es la representante más joven de una generación de pianistas españoles que debe dar mucho que hablar en el mundo en las próximas décadas. Ya tiene una carrera internacional y tres discos en solitario muy apreciados por la crítica. A su juicio, «hay muchas obras muy comprometidas. Pero por citar a un básico de la técnica pianística que une una gran dificultad física con la musical, destacaría las dos colecciones de Estudios de Chopin. En la primera de ellas, la opus 10, en el Estudio Nº 5 hay que saltar en arpegios partidos casi exclusivamente en teclas negras repartidas por todo el teclado; en el Nº 4, como en el Nº 11 de la otra colección, la opus 25, los dedos deben volar sorteando todo tipo de incomodidades; en el Nº 6 de esa misma op. 25 sus endiabladas terceras encadenadas que deben sonar ligadas y fluidas, y en el Nº 10, las octavas no tienen fin. Todos y cada uno de ellos tienen una dificultad concreta y son un auténtico desafío».
Javier Pérez de Azpeitia. Pianista y profesor de Musikene, también ha trabajado en la grabación de algunas bandas sonoras cinematográficas y es líder del ensemble The Silent Band. Su elección coincide casi punto por punto con las piezas que tradicionalmente se han considerado las cumbres de la dificultad para un intérprete: Gaspard de la nuit de Debussy; la Sonata de Liszt y el Concierto Nº 3 de Rachmaninov.
María Parra. Hace menos de un año publicó un álbum titulado Rêverie con obras de Schumann, Debussy, Albéniz y Granados, más la propina de una partitura propia. Todas ellas, piezas de gran dificultad técnica que la pianista soriana afincada en Tarragona saca adelante con toda solvencia. Parra se extiende en su elección: la Sonata Nº 2 de Rachmaninov, de la que sabía de «su enorme dificultad» pero pudo «doblegarla» motivada por su enorme belleza; Fantasía bética de Falla, que preparó para que la escuchara Alicia de Larrocha; el Concierto Nº 3 de Rachmaninov, obra que aún no ha preparado pero de la que conoce sus terribles exigencias; los 24 Estudios de Chopin, «un enorme reto»; y una de las obras cumbre de todo pianista: Gaspard de la Nuit de Ravel.
Juan Carlos Rodríguez. Acaba de publicar un álbum con la integral para piano solo de Falla. Por eso, tiene muy fresca la que todo el mundo considera la pieza más difícil para el teclado de cuantas escribió el compositor gaditano. Ese es el trabajo que encabeza su clasificación de partituras al límite de lo interpretable: Fantasía bética, de Falla; la Sonata Nº 3 de Brahms, por «la exigencia técnica que plantea y la capacidad de resistencia que requiere»; y la Sonata de Liszt.
Las piezas más difíciles
1. Martha Argerich toca Scarbo.
2. Yuja Wang toca el concierto Nº 2 de Prokofiev.
3. Joaquín Achúcarro toca una selección de la Fantasía bética.
4. Khatia Buniatishvili toca la Sonata de Liszt.
5. Sviatoslav Richter toca la Toccata de Schumann.
6. Vladimir Horowitz toca el Concierto Nº 3 de Rachmaninov.
7. Evgeny Kissin interpreta el Estudio Nº 11 de la op. 25.
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