«Seguimos incómodos al hablar del sexo, sobre todo los hombres»
Publica 'Tan poca vida', la dura novela que ha hechizado a EE UU, un canto a la amistad y un torturado relato de la sexualidad masculina
César Coca
Lunes, 26 de septiembre 2016, 03:38
La vida de cuatro hombres de distinta raza, origen social y profesión (un abogado, un arquitecto, un actor y un artista plástico) a lo largo ... de casi cuarenta años. Un canto a la amistad y un retrato de la torturada sexualidad masculina del tiempo actual en una sociedad en la que el sexo parece dominarlo todo. Con estos mimbres, Hanya Yanagihara (Los Ángeles, 1974), una escritora estadounidense de origen hawaiano, ha construido una de las grandes novelas de la temporada, finalista del National Book Award y el Man Booker Prize que, a juicio de los críticos de su país, merecía haber ganado: 'Tan poca vida' (Ed. Lumen). La autora, que es editora de la revista de estilo de 'The New York Times', escribió de forma compulsiva durante dos años hasta completar mil páginas de un relato hermoso, duro y sobrecogedor.
Después de una primera novela que no tuvo demasiado eco se dedicó a escribir por las noches una segunda, torrencial, excesiva en todos los aspectos. ¿Qué le llevo a algo así?
Cuando empecé a escribir no sabía cómo iba a ser. Desde el primer momento estuve segura que iba a ser diferente, operística, y sí, excesiva quizás. Algo que se ve poco ahora y que a mí me apetecería leer, pero no sabía cómo iba a ser el viaje emocional. Si tienes la suerte de dar con la tecla, el texto casi te escribe, te guía, y tú te dejas llevar.
Su agente y más de un editor le sugirieron que cortara más o menos un tercio del texto. Usted se negó. ¿Cómo se resiste una presión así cuando no se es una estrella de la literatura?
Esa es una de las razones por las que es fantástico trabajar en otra cosa durante el día y escribir por la noche: que no dependes de los libros para vivir. Si no hubiese sido así, quizá habría tenido que pactar. Pero no necesitaba ese dinero.
¿Pero estaba segura de que el libro debía publicarse así, en toda su extensión, pese a que puede resultar disuasorio para muchos lectores?
Sabía que si cortaba iba a quitar aspectos fundamentales, porque lo importante de un libro así es el ritmo, los matices, el carácter del relato, en definitiva. Y eso se habría visto afectado.
Los críticos estadounidenses han destacado la paradoja de que una gran novela sobre la sexualidad masculina la haya escrito una mujer.
Es un honor para mí si se piensa eso, pero supongo que ningún escritor se lanza a una novela pensando que va a hacer lo más de lo más. No era mi intención cuando comencé a escribir pero es estupendo que se considere así.
Si fuera al revés, si un hombre hubiese escrito sobre sexualidad femenina, no habrían faltado comentarios escépticos sobre su capacidad para entrar en los sentimientos de una mujer. Hay quien acusa de eso incluso a Flaubert y Tolstói.
Hay hombres que han escrito muy bien sobre sexualidad femenina, como Norman Rush. Pero tiene razón, seguro que habrían buscado errores (se ríe).
Aún más. En su libro hay muy pocas mujeres y con papeles muy secundarios. ¿Por qué?
Mi intención era eliminar a las mujeres de un plumazo. Quería hacer un libro surrealista, una parodia... Cuando se lee el libro tarda uno en darse cuenta de que apenas hay mujeres. Se da por hecho que están, pero no aparecen. Mi padre solía decir que los hombres siempre están más cómodos entre ellos. Algo de eso he tratado de reflejar.
El sexo tiene una gran importancia en su novela, sobre todo porque el personaje central lo ve casi como un castigo. En sus 'Diarios', Kafka anota que el coito es el precio por estar junto a otra persona. ¿Pensó en ello al escribir?
No, no lo pensé. El libro en realidad es muy poco erótico. Lo que trato de reflejar es que, en un mundo en el que el sexo tiene tanta presencia, hay gente a la que no le interesa, por la razón que sea; personas que quieren superar la idea de que tener una relación equivale a tener sexo y no son capaces de hacerse entender.
Explorar las desigualdades
Parece difícil de asumir en un tiempo en el que todos los tabúes sobre el sexo han caído.
Es cierto, han caído, pero la incomodidad a la hora de hablar de sexo sigue existiendo. Y para un hombre es peor. Parece que si no quieren tener relaciones sexuales no son hombres. Vivimos en un momento de gran fluidez en las relaciones y eso las hace muy diversas. Otra cosa es plantear la cuestión de los abusos a menores: en ese caso, además del tema físico está el intelectual, lo que supone de ejercicio de poder. Un abuso sexual es también un robo.
¿Le preocupa mucho el tema? Ya lo trató en su primera novela.
Sí, también lo trataba pero de una forma muy diferente. Allí partía de un escándalo de un personaje real con algunos hijos adoptivos. Pero esa novela era sobre todo una forma de explorar las desigualdades.
La autopsia literaria de un personaje
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Cuando tenía diez años, Hanya Yanagihara asistió a una autopsia. Su padre, oncólogo de profesión, la condujo hasta la sala porque estaba convencido de que a la niña iba a gustarle. «Me atrajo mucho no por lo que podía tener de truculento, sino por la parte de investigación que una autopsia tiene». A su juicio, hay algo que une profundamente a médicos y escritores que nada humano debe serles ajeno. Por eso, ante la pregunta de si le ha costado más 'despedazar' físicamente a su personaje principal o penetrar hasta los abismos de su mente, responde que hay una relación estrecha entre ambas cosas. «Intentar autodestruirte, como hace mi personaje, es mutilar tu alma. Herir el propio cuerpo y desnudar y herir el alma van de la mano».
Más allá del sexo, su novela es un canto a la amistad entre cuatro jóvenes de distinta raza y condición social.
Son jóvenes que se conocen en la universidad, que es la única etapa de la vida en la que nos exponemos a la influencia de gente muy distinta a nosotros. Todos ellos, más allá de sus muchas diferencias, son personas comprometidas con la idea de la amistad, con sus momentos buenos y malos, que siempre los hay.
¿Ese grupo de su novela, tan variado, es algo así como una reproducción del mundo masculino a pequeña escala?
No, pero es cierto que Nueva York, donde transcurre la mayor parte de la acción, es un lugar con personas muy distintas. Puedes cruzarte por la calle con gente muy irritante, pero en general son individuos con una gran curiosidad por el resto.
Con usted se ha vuelto a hablar de la 'gran novela americana'. ¿Lo llevan en el ADN los escritores de su país?
Cada año se publica una de esas novelas. Sería un honor que la mía fuera la de esta temporada (se ríe). No lo he pretendido, pero me ha salido una novela muy americana, porque se centra en la ambición humana y muestra aspectos cotidianos poco conocidos: esos largos viajes por carretera, la vida en los moteles... El tópico que se conoce de EE UU es una pequeña parte de la realidad de un país en el que hay una especie de obsesión por reinventarse. Por eso algunos van tan rápido, porque quieren dejar atrás su pasado.
Pero apenas hay referencias en su libro. No se habla de los problemas de la gente, no hay un fondo político, un escenario social. ¿Por qué esa abstracción?
Es cierto, por no haber apenas hay referencias a la tecnología del presente. Se habla en la época más reciente de teléfonos móviles, pero es casi lo único. Cuando construyes una novela sin referencias sociales y políticas, debes atrapar al lector en un universo emocional. Tiene que limitarse a la vida interior de los personajes, y eso hace que la novela tenga un punto de claustrofóbica.
Llama la atención en su novela la extraordinaria dureza en el relato de las vejaciones que sufre uno de los personajes y las lesiones que se causa a sí mismo. ¿Para usted son una parte esencial del relato?
Sí, lo son para saber cómo es ese personaje en concreto, el más complejo de la novela. Debo contarle al lector las partes más desagradables de su vida. Ocultarlas sería falsear el relato. El lector no debe olvidar en ningún momento lo dura que ha sido su vida. Eso le ayuda, nos ayuda a todos, a entender la profundidad del dolor humano.
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