«Este colegio era una familia y lo van a cerrar»
Padres, madres y docentes de Scientia San Pedro lamentan su cierre «de un día para otro». En enero los alumnos estarán en nuevos centros
Rabia, impotencia, incredulidad y, sobre todo, tristeza, mucha tristeza. La comunidad escolar de Scientia San Pedro, el antiguo San Pedro Apóstol, ubicado en el Campo ... Volantín de Bilbao, vive estos días una montaña rusa de emociones. El pasado 13 de diciembre, el Gobierno vasco les comunicó que en enero dejará de financiar el centro, que es concertado, al detectar «irregularidades».
En apenas tres días, las familias tuvieron que buscar nuevos centros donde matricular a sus hijos a partir de la vuelta de vacaciones. Algunas son extranjeras y el proceso les ha pillado en sus países de origen. Forzadas por la situación, abandonan el colegio, que pasará a ser privado sin garantías de viabilidad a largo plazo.
San Pedro tiene más de un siglo de historia. Es un centro pequeño, de sólo un aula por curso desde 0 a 16 años. Todos se conocen. «Es como una familia». Siempre lo regentaron unas monjas, pero hace dos años lo vendieron a una empresa, Scientia Bilbao S. L., que forma parte de un conglomerado de origen mexicano, Atlas Holdings. Los nuevos gestores llegaron con promesas de modernizar y renovar las infraestructuras e incluso ampliar el centro para captar alumnado de FP. Dos años después el colegio está al borde del cierre tras acumular elevadas deudas con proveedores y trabajadores. Aquellos que no cobran directamente del Gobierno vasco llevan hasta nueve meses sin percibir su salario. Hay gente a la que le deben 15.000 euros.
Las familias han tenido apenas tres días para escoger nuevo colegio para sus hijos
Aunque Educación ha garantizado a la mayoría una plaza en los centros elegidos, las familias están enfadadas. «El departamento es culpable, sabía lo que pasaba y ha esperado a que explotase», afirman. El detonante ha sido una orden de desahucio de la empresa propietaria del inmueble, Orlan 2019 S. L., que iniciaría el proceso de desalojo a partir del 31 de diciembre. Scientia lleva más de un año sin pagar el alquiler.
«Sabíamos que el futuro era complicado, pero no que iba a ser tan precipitado. Se tendría que haber esperado al curso que viene para hacer un cierre ordenado y en condiciones dignas», lamentan los afectados. Y más teniendo en cuenta que la misma empresa ha tenido problemas similares con otros dos colegios de su propiedad en San Sebastián y Galicia.
Trabajadores y familias aún no se lo creen. Muchos llevan aquí «toda la vida». Las últimas dos semanas del trimestre han sido muy complicadas. «Ha sido un drama», relatan los profesores. «Los alumnos lloraban, se enfadaban... no lo entendían. Los más pequeños preguntaban por qué tenían que separarse de sus amigos». La fiesta de Navidad, el pasado día 20, fue «desoladora».
La situación era delicada desde hacía meses. Pese a que las familias los habían pagado, los libros de texto no llegaron hasta noviembre. Tampoco había folios y la impresora «estaba rota». Los docentes afrontan el futuro inmediato con incertidumbre. «Lo mejor que nos puede pasar es recibir la carta de despido para que podamos buscar trabajo y rehacer nuestras vidas», apuntan.
Los afectados acusan a los dueños de «mala gestión» y a Educación de «esperar a que el problema explote»
¿Y los atrasos sin pagar?
«Yo tengo una hija y una hipoteca que pagar, el banco no perdona. Si hace falta, me pongo a trabajar en un bar, pero necesito saber ya qué va a pasar con nosotros», añade otro docente afectado. Educación acaba de transferir a los colegios concertados 66 millones de euros para que abonen a sus trabajadores los atrasos desde 2021. Son unos 5.000 euros para los contratados a jornada completa. A día de hoy, la plantilla de Scientia San Pedro no sabe cuándo ni cómo va a cobrar ese dinero.
A toda esta situación hay que añadir que el colegio acoge una alta proporción de alumnado con necesidades educativas especiales. «Necesitan un entorno estable. Cambiarles a mitad de año tendrá consecuencias, van a tener un curso complicado», señalan sus educadores. También hay muchos estudiantes vulnerables, sobre todo extranjeros, que habían logrado adaptarse gracias una «atención personalizada», con refuerzos educativos a menudo en castellano, ya que el centro es de modelo B. «¿Y si van a colegios de modelo D, qué va a pasar con ellos?», se preguntan sus profesores, que conocen a sus alumnos por sus nombres y apellidos.
Y, sobre todo, queda una pregunta flotando en el aire. «¿Cómo es posible que una empresa sin ningún aval pueda comprar un colegio, que es un centro social, y hundirlo en sólo dos años?», se cuestiona una profesora.
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