El 'boom' de las lavanderías urbanas
Grandes cadenas y promotores individuales impulsan un negocio en plena expansión con casi un centenar de locales repartidos por Bizkaia
Los trapos sucios no sólo se lavan en casa. Las lavanderías urbanas irrumpieron en 2015 en Bizkaia y ahora son un 'boom', solo mitigado por ... la pandemia, que se expande por todo el territorio con cerca de un centenar de establecimientos para hacer la colada. Tanto de la mano de grandes compañías, como de promotores individuales que las han visto como un negocio rentable. «En los pueblos de más de 5.000 habitantes ya hay una», explica Ramón González, fundador y director de Ecolaundry, una de las marcas que más crece en Bizkaia, donde tiene 40 establecimientos, un 45% más que hace un lustro. «Monté la primera en Barakaldo hace trece años, me tachaban de loco», revela. En la actualidad tiene 180 lavanderías en España y una media de diez usuarios por día en cada local.
Una de ellas es Conchi Goiri, getxotarra de 63 años, que acude «desde hace años para lavar cosas grandes» y asegura que «deja un olor agradable». Coincide Ema Ramos, una vecina de la misma edad, que cada verano lleva sus «mantas a lavar y secar porque me pilla cerca de casa, es fenomenal». Aunque detalla que la ropa «la lavo en casa». Igual que una joven inglesa de 23 años que entra en el local mientras ellas esperan su colada. «Estoy en un hotel de vacaciones y necesito lavar mis prendas», explica.
En 'El calcetín perdido' se pueden lavar y secar 16 kilos de ropa (con el tambor lleno) por 8 euros
Bloomest, de la firma de electrodomésticos Miele, también cuenta con dos establecimientos en Bizkaia. Félix R. Cabezas se lanzó en 2020 con uno de ellos en el Casco Viejo bilbaíno. El negocio funcionó. «El 70% es clientela local, gente del barrio, y entre un 15% y un 20% procede de negocios de hostelería, apartamentos turísticos o peluquerías. El resto suelen ser personas que no tienen secadora y vienen una vez por semana», explica.
Un perfil muy diverso
Apoya su testimonio José María Lara, del área comercial Bloomest España. «El perfil de la clientela es muy diverso», esgrime. «Desde aquellos que acuden por fuerza mayor, porque se les ha roto la lavadora o secadora, el turista o caravanista, hasta un profesional». El «grueso», sin embargo, reside en «las familias y los hogares». Porque «ahorran tiempo, es útil y el precio es interesante».
En las lavanderías de autoservicio el cliente logra tener su ropa lavada y planchada en una hora. Es el caso de 'El calcetín perdido', ubicado en el barrio bilbaíno de Begoña. Allí puedes lavar y secar 16 kilos de ropa (con el tambor lleno) por 8 euros en ese tiempo, con el detergente, el oxígeno activo incluidos, lo que equivaldría «a dos coladas en casa con lo que lo que supone el coste del jabón y el consumo eléctrico. Las secadoras son prohibitivas. Aquí tardan 16 minutos porque son calderas, pero en casa para que una eléctrica llegue a 80 grados el precio es bastante más caro. Aparte del tiempo». Lo explica Belén Núñez, la propietaria, que hizo un estudio y detectó la necesidad de un negocio como el suyo «para mis vecinos de toda la vida».
Ella acostumbra a estar en el local para «echar una mano» al cliente, quitar manchas y, «por dos euros más», plancha las coladas. Es el caso de Javier Morales Zabalegui, uno de sus clientes «más fieles». «A mi mujer y a mí nos ayuda a no trabajar en casa -agradece mientras recoge una chaqueta-. Es la mejor patrona, todas las semanas le traigo una buena bolsa de ropa». Un petate que luego recibe secado y planchado. El local de Belén da servicio, asimismo, a clínicas privadas con higienización y envasado al vacío.
Una vida acelerada
Según José María Lara, el auge de las lavanderías se debe «a los cambios de consumo y de tendencia en favor del ahorro de tiempo». Así lo constata el catedrático de la Universidad de Deusto y director de Deusto Cities Lab Katedra, Roberto San Salvador del Valle, que examina la evolución de las ciudades y observa «un cambio de fondo en cuanto a la organización del tiempo, la aceleración en el estilo de vida y el cuidado de a qué dedican su tiempo las unidades familiares, solteros o parejas».
«Las tareas cotidianas y menudas tienen valor en sí mismas, no son una pérdida de tiempo»
Ahí reside el éxito de las lavanderías. «Ahorran tiempo en tareas que no les aportan valor añadido, como el mantenimiento de la casa», explica el experto. Reflexiona, asimismo, sobre una «cierta optimización del espacio» en los casos de hogares con más de una unidad familiar o más personas con proyectos diferentes a los que «poner en común la colada puede suponer un problema de convivencia».
Para San Salvador del Valle, «la ciudadanía a veces considera una pérdida de tiempo dedicarse a las tareas domésticas. Siendo críticos, no estamos muy acertados. Las actividades cotidianas y menudas tienen valor en sí mismas y están implícitas en el devenir cotidiano de los seres humanos. La búsqueda de esa fórmula eficaz pierde ese proceso de aprendizaje de lo que cuesta mimar el espacio en el que vivimos».
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