El Bilbao de Roma

- Pues sí, su santidad. Y ustedes eran los que hablaban tan alto en las sobremesas que no nos dejaban dormir.

Hay que tener valor para soltar eso a un Papa, sobre todo siendo sacerdote. Pero hablamos de Zamalloa de Amorebieta, uno de los religiosos que residían, unos de manera temporal y otros estable, en la Iglesia y Convento de San Carlino. Así llaman cariñosamente al lugar, por el pequeño tamaño del templo. Está situado sobre la más alta colina de las siete que tiene Roma. Dicen que todos los caminos llevan a la Città Eterna. Lo que no sabíamos era que entrar en ella supone regresar a Bilbao.

Para entenderlo, entremos en su iglesia. Miren al suelo. Una placa en honor a la bilbaína Doña Casilda Iturrizar. La colocaron para agradecer su apoyo económico.

Pero todo comenzó tiempo atrás. Para descubrirlo tenemos a Miguel Vicente Basterra Adán, prior de San Carlo alle Quattro Fontane. Nacido en la Maternidad de Bilbao. Ya ven que continente y contenido nos son cercanos. Así que viajemos al ayer.

En 1198 San Juan de Mata y San Félix de Valos fundan la Orden Trinitaria para liberar a los cristianos presos por el islam. Uno de los rescatados es un tal Miguel de Cervantes. En 1599 la Orden se divide entre Calzados y Descalzos. Con esta reforma, San Juan Bautista de la Concepción funda los Trinitarios Descalzos. En 1612 levantan el convento. Y en 1634 encargan rehacerlo a Francesco Borromini.

Antes de ser conocido así se llamaba Francesco Castelli. Un genio atormentado. De hecho, esta obra es póstuma. Se fue haciendo y parando según llegaba el dinero. Pero Borromini se suicida el 2 de agosto de 1667 arrojándose sobre su espada. Tarda dos días en fallecer. Tiempo en que se confiesa y le levantan la prohibición de ser enterrado en Campo Santo. Tampoco los siguientes siglos son del todo buenos para los Trinitarios.

La Orden se reduce, desaparecen los Calzados y de los Descalzos solo queda San Carlino. Ante la falta de religiosos buscan candidatos por Europa. Bizkaia aportó los suyos. Recordemos que los Trinitarios estaban presentes en lugares de nuestro Territorio y contaban con miembros como Beato Domingo Iturrate, de Dima. O con Eugenio Gallastegi, religioso de Algorta que tenia mucha cercanía con el papa León XIII. Cuentan que su gestión ayudó a la coronación de la Virgen de Begoña. No en vano, hay un cuadro inmortalizando el momento y aparece Gallastegi.

También influyó, claro, la aportación de Doña Casilda Iturrizar al templo y al convento cuando, en 1898, ella dona el suelo para la iglesia y los mármoles para el Refectorio de la Comunidad.

Por cierto, nuestra ilustre paisana era viuda de Epalza, uno de los fundadores del Banco de Bilbao, y esta iglesia está dedicada a San Carlos Borromeo, patrón de la bolsa y los banqueros. Curioso. Pero la presencia vasca se percibe en otros detalles, como el escudo de Bizkaia de la Sala de Venerables o las estatuas de Isidoro de Uribesalgo, nacido en Aretxabaleta, al que sus tíos dejaron allí para que se formara. Y aún hay más.

A mediados de 1955 el gobierno italiano expropia parte de la huerta. Quitan algunas bóvedas y otras colapsan. Viendo las desnudas paredes hacen un frontón. Ese en el que el golpeo de la pelota no dejaba dormir a los vecinos.

Debajo existen unas bodegas donde ocultaron de los ojos de los nazis a una familia judía y a un italiano que no quería ir a la guerra. Es solo una parte de lo que nos cuenta su prior y bilbaino padre Basterra. Ya ven que es un lugar extraordinario. Está en el centro de Roma, en el cruce de las Cuatro Fuentes, muy cerca de Via Veneto y junto al Palazzo Del Drago. Pero también está en el Botxo. Al fin y al cabo, hasta los edificios saben que uno de Bilbao nace donde le da la gana.