Bilbao cuelga el cartel de completo
Los descuentos en las tiendas, las luces de Navidad, los encuentros de fin de año y el buen tiempo ponen a tope el centro de la ciudad
Se han producido esta tarde varias circunstancias que han propiciado una suerte de encuentro multitudinario en el centro de Bilbao, que ha presumido de ambiente ... navideño y de poder de convocatoria. Se trata de un sábado en el que áun coleaban los descuentos del Black Friday, el primero engalanado por el encendido de las luces y en el que arrancaban las tradicionales reuniones de fin de año. Ha coincidido todo ello con una temperatura sumamente agradable, que rondó los 20 grados durante toda la tarde. El trasiego en las arterias comerciales ha sido constante todo el día, pero cuando el manto de la noche ha empezado a cubrir la ciudad y se iluminaron, cual estrellas, más de un millón y medio de de luces led, era muy complicado caminar por la Gran Vía por la multitud. «Qué de gente hay en Bilbao», soltó una chica a su acompañante a la altura de Abando, donde los manteros africanos trataban también de hacer negocio. «Qué calor» , era también otro de los comentarios más manidos.
Gente de todas las edades, desde grupos de jóvenes hasta familias enteras con bebés de pocos días, emergían a borbotones de las tiendas cargados con bolsas. Los escaparates anunciaban descuentos de entre el 15% y el 50% y los músicos callejeros animaban el cotarro. Cuando las estelas azules de los árboles rompieron la negrura del cielo, abundaron los clásicos selfies y las fotos de grupo con el encendido de fondo. Eso sí, se notaba que a mucha gente tanta aglomeración le había pillado desprevenida. «La verdad es que hace buenísimo», relataban David Quintero y su padre, vecinos de Noja que habían comido en la ciudad con la familia y esperaban en un banco a que las mujeres salieran de El Corte Inglés. «Pero es que es demasiado, ¡Qué agobio!», describía el padre. «Venimos de darnos un masaje, pero esto está tan lleno que es horroroso. Dicen que es Black Friday, pero si hoy es 'saturday'», reían en pleno barullo tres amigas de la parte rural de Getxo.
Comida de colegas
La ciudad se ha convertido en el escenario de estampas, a primera vista, contradictorias. Por el puente del Ayuntamiento cruzaba una señora vestida de elfo navideño con sus amigas con diademas de reno y a su lado varias chicas avanzaban en dirección contraria en minifalda por el calor. Allí, en la bola, decenas de personas, muchas peinando canas, se hacían fotos en mangas de camisa.
También el paseo de El Arenal y el bosque mágico estaban a reventar. Pero el protagonista de la jornada y la atracción que se ha llevado más miradas es, sin ninguna duda, el gigantesco árbol de Navidad de Moyua. Cientos de personas se han agolpado a su alrededor cuando ha arrancado el espectáculo de luz y sonido. Las aceras se han queado pequeñas y los peatones incluso han invadido los carriles de la rotonda. Se han escuchado aplausos. «Hemos venido a unos conciertos por el Fair Saturday y nos ha pillado esto de paso. El árbol está muy guay», decía Ana Pardina, que vive en un pueblito del Pirineo de Huesca y visitaba a su familia bilbaína.
Hay quien ha aprovechado la jornada para todo, ir de compras y ver las luces. «Nosotras hemos comprado ropa, pero solo con el 10% de descuento, y ahora vamos a ver el árbol, que es espectacular», anunciaban Monse Puente y Mari Asun Sainz, vecinas de Gordexola que llegaron en autobús «porque es imposible venir en coche».
En efecto, los parkings estaban al completo y los bares y restaurantes también, porque también es una gran jornada para la hostelería. En la terraza de la Antigua Cigarrería reinan los cubatas desde las seis de la tarde. Había ambientazo. «Vamos de tardeo o de petardeo», bromeaba una cuadrilla que compraba lotería en la administración de Ledesma, todos de entre 45 y 55 años. Amigos de toda la vida de Santutxu, habían comido juntos en Miribilla. «Llevamos 33 años celebrando la comida de fin de año de colegas el último sábado de noviembre. Hemos estado 14», contaba uno de ellos, muy animoso. En Ledesma no había un solo hueco en las terrazas. El tardeo se alarga hasta que el cuerpo aguante.
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