Bilbao acelera contra el cambio climático
La ciudad ha reducido sus emisiones un 21% desde 2012 y avanza en una hoja de ruta aún más ambiciosa que la nueva ley de transición energética
Llevamos ya décadas acostumbrándonos a que las grandes cumbres climáticas y los protocolos de todo tipo no valgan para nada. O para muy poco. La ... ciencia asume que el planeta agoniza, pero la sociedad y la política apenas reaccionan. Buena parte de la solución, como siempre, está en cada uno. Pero el acompañamiento y el liderazgo de las administraciones es crucial. Un paso en esa dirección, hacia la generación de políticas públicas más verdes, es la aprobación en el Congreso de los Diputados a principios de abril de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética. El objetivo es reducir en un 23% las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 respecto a medio siglo antes, y que en 2050 lleguemos a la neutralidad climática. Es decir, que todo lo que emitamos pueda ser 'neutralizado' por la propia naturaleza. Sobre todo, por los bosques.
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En la norma se recogen muchas cosas importantes: el tránsito hacia una generación de energía más limpia; la electrificación de la movilidad; la contención de los vehículos de combustión; la adaptación de ciertas zonas a los efectos de un cambio climático que nadie sabe hasta qué punto es reversible; la mejora de la eficiencia energética del parque de viviendas... Pero, recordando la vieja frase aquella de 'piensa global, actúa local', ¿qué implicaciones tendrá esta norma en Bilbao?
El concejal de Movilidad y Sostenibilidad, Alfonso Gil, arranca apuntando que en la ciudad el proceso ya está iniciado. Es más, el Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS) que dirige las políticas municipales establece un compromiso incluso más ambicioso del que contempla la ley estatal: reducir un 50% las emisiones en 2030 con respecto a las que había en 2012. «Somos más exigentes con nosotros mismos de lo que nos va a exigir la ley». ¿Y cómo va esa batalla? Pues en 2012 la ciudad sumaba unas emisiones de 1,54 millones de toneladas de CO2 equivalentes (tCO2e). Y en 2020 había bajado a 1,22 millones. Es decir, un descenso del 21%, y una buena parte de los deberes hechos. El trabajo ya viene de antes; con respecto a 2005, la reducción ha sido del 37%.
¿Y cómo se va a lograr seguir por esa senda? Hay que actuar por varios flancos. Por el lado de la movilidad, el más importante, hay una batería de medidas que ya están o en marcha o diseñándose. Las peatonalizaciones, la reducción de la velocidad a 30 kilómetros por hora, el impulso a la bicicleta o la prevista extensión de la OTA a los barrios de la periferia son medidas que ponen cortapisas al coche.
Más restricciones
En 2023, tal y como recoge la ley estatal, Bilbao estrenará las zonas de bajas emisiones. «Posiblemente en ciertas partes de la ciudad solo podrán entrar coches con etiqueta 0 (emisiones), y en otras se restringirá el paso a ciertas horas», avanza Gil. Esa zona de bajas emisiones coincidirá prácticamente con los barrios de Abando e Indautxu, y también se limitará el acceso a Zorrozaurre. En cuanto al Casco Viejo, se está preparando un sistema para que la entrada solo sea posible utilizando una aplicación móvil. Ya están instaladas una treintena de cámaras para controlar los accesos, que quedarán limitados a vecinos, repartidores, clientes de hoteles y visitantes debidamente acreditados.
En la ciudad aún funcionan 779 calderas comunitarias de gasóleo y 27 de carbón que habrá que sustituir
energía sucia
Desde el Ayuntamiento también miran hacia casa para tomar determinaciones, porque hay cosas de su competencia directa. Por ejemplo, la flota de Bilbobus, que está formada por 148 vehículos que recorren la ciudad constantemente. Pues bien, en estos momentos, 60 de ellos son híbridos y hay 12 eléctricos. Y antes de que termine este año llegarán 22 nuevos para sustituir a los más antiguos, de los que 21 serán híbridos y uno, eléctrico.
Hasta aquí, lo relacionado con el tráfico, que en las ciudades supone uno de los mayores emisores de gases. Pero hay más. Muy especialmente, las calderas comunitarias de calefacción. El Ayuntamiento de Bilbao ha hecho un censo de estas instalaciones, que también contribuyen de un modo importante a la contaminación atmosférica. Y, según revela Alfonso Gil, se han llevado una sorpresa: «En la ciudad aún hay 779 calefacciones comunitarias de gasóleo, 27 de carbón y 5 de fuel oil». Así que «estamos trabajando para saber cómo vamos a ayudar» a los propietarios de esas comunidades para renovar sus instalaciones y que funcionen, esencialmente, con gas natural.
Está bien generar calor de un modo más limpio, pero también hay que controlar que ese calor no se vaya por las rendijas. Que los edificios sean eficientes desde el punto de vista energético. «Es fundamental actuar a través de los distintos planes estratégicos de vivienda», explica el concejal. Se refiere a las rehabilitaciones en Viviendas Municipales, a las obras llevadas a cabo en edificios de titularidad pública en los que hay «incluso proyectos de autogeneración, como en uno de Otxarkoaga».
objetivos
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50% es la reducción de emisiones que compromete el Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS) de Bilbao para 2030 con respecto a 2012. El objetivo es más ambicioso que el establecido en la ley estatal, que determina una bajada del 23% con respecto a 1990.
Hogares eficientes
En cuanto a viviendas particulares, menciona las inspecciones técnicas (ITEs) a las que están obligadas desde 2015. Uno de los aspectos que se controla es precisamente la eficiencia energética. El Ayuntamiento subvenciona hasta el 10% de las reparaciones, y el Gobierno vasco tiene ayudas de hasta el 70% para familias con dificultades económicas. En cualquier caso, más del 99% de los inmuebles obligados a pasar estas inspecciones por superar el medio siglo de vida ya lo han hecho.
La movilidad será esencial, y por ello se restringirá el tráfico en los barrios del centro, la isla de Zorrozaurre y Casco Viejo
bajas emisiones
Por último, también hay que prestar una atención especial a la investigación, a la búsqueda de mecanismos limpios de generación energética que nos hagan menos dependientes de la red general. En un principio el objetivo era que Zorrozaurre, un banco de pruebas ideal para casi cualquier cosa, fuese una zona autosuficiente. Pero, tras una consulta al mercado, el Ayuntamiento descubrió que no. Sí puede haber generación solar, y también puede tener un papel importante la geotermia, pero la isla va a tener que enchufarse a la red. Con todo, el mes pasado arrancó el proyecto Atelier, una iniciativa europea en la que se buscan tanto nuevas formas de suministro, como de comercialización, como de generar negocio con el proceso de transición energética y descarbonización que se nos viene encima.
Y esta es otra variable importantísima. Que Bilbao, como ciudad que apuesta por la innovación y el conocimiento, juegue un papel relevante a la hora de dibujar no solo cómo serán las ciudades del futuro, sino cómo será su economía. Al fin y al cabo, el tejido productivo puede tomar impulso si sabe subirse al tren de los negocios que florezcan a la luz de los desarrollos tecnológicos que vienen.
El urbanismo como herramienta de sostenibilidad
Este verano Bilbao aprobará, si todo sale según lo previsto, su nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Esa sí que es una herramienta poderosa en la construcción de entornos sostenibles. Ahí se establecen los usos del suelo y, sobre todo, las reservas de zonas verdes. Es cierto que muchos vecinos consideran que las políticas municipales tienden a autorizar más ladrillo del que les gustaría (en Basurto con la Facultad de Medicina; en Deusto donde la rotonda del IMQ...), pero también lo es que el plan donde se diseña el futuro de la ciudad para las próximas dos décadas limita su crecimiento. En concreto, se mantiene como no urbanizable el 58,5% del término municipal. Y a algunas parcelas, como en las laderas de Artxanda, se les revierte la calificación y también quedan prohibidas ahí nuevas construcciones. Hay otro objetivo: avanzar en la unión del anillo verde adquiriendo suelos en los montes del entorno, de manera que Bilbao quede rodeado por parques y superficies arboladas que aporten oxígeno y zonas de esparcimiento.
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