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Spurs' juntos a la gloria. Era el lema de los miles de aficionados que acudieron a Bilbao para vivir la gran final del club de ... sus amores, el Tottenham Hotspur, un histórico del norte de Londres más pequeño que el Manchester, con menos títulos y presupuesto pero con un gran arraigo popular, en muchas ocasiones por tradición familiar. Seguidores llegados desde varios puntos de Inglaterra, Gibraltar, Dubai, Seúl y otros rincones del mundo hicieron de Amezola su cuartel general y su himno 'Glory, glory' se dejó sentir a cientos de metros del macrofestival en el que se convirtió la 'fan zone'.
Una marea blanca tomó el recinto desde las diez de la mañana y la euforia fue apoderándose de los 'spurs' espoleada por ríos de cerveza y por la animosidad que prende entre la gente cuando está rodeada de congéneres y hay buen rollo. La estampa era el principio tranquila, con aficionados disfrutando del sol en los jardines, comiendo en mesas o bebiendo en corro, aunque desde primera hora hubo quien se quitó la camiseta para lucir musculito y engullía 'cañones' y cubatas de whisky y ron sin parar. Mayores en silla de ruedas, cuadrillas de mediana edad, gente que había llegado con sus hijos pequeños y grupos de jóvenes pululaban por el recinto. Había ambientazo, aunque las chicas eran minoría entre los cientos de tiarrones rubios que sacaban cervezas a pares al son de hits internacionales como el 'Waka-waka' de Shakira o Freed From Desire.
Para miles de 'spurs' aterrizar en la capital vizcaína fue toda una odisea. Algunos habían llegado sin entrada y sin reserva y volaron a casa después del partido tras darlo todo. «Una excursión de 24 horas», resumía Wayne, londinense de mediana edad, sentado en el césped. Otros lograron pisar Bilbao tras mucho cambalache: una aficionada, por ejemplo, voló hasta Barcelona, tomó un tren a Zaragoza y un bus hasta la capital vizcaína para regresar a la ciudad condal tras el partido. Y una cuadrilla de Gibraltar despegó en Málaga y pasó la noche en San Sebastián por los altos precios que pedían aquí. 1.000 euros por persona y noche. «Hemos empezado bien. Solecito, cervecita y ahora esperamos la victoria», comentaban Michael Crome y Stuart Borasrer, de 53 y 54 años y 'spurs' por tradición familiar, mientras otro de sus amigos, de ascendencia india, daba buena cuenta de txistorra entre pan y pan a pie de escenario.
«Llevamos 17 años sin ganar un trofeo, perdimos la final de la Champions hace 6 años en Madrid, así que ya es hora. El nuestro es un equipo sufridor, como el Athletic. Nos hubiera encantado jugar la final con ellos. En Gibraltar hay mucha gente del Athletic. Y la gente de Bilbao está con nosotros. Volveremos seguro», relataban. La DJ cerró sesión y exjugadores y técnicos comenzaron a jalear a los seguidores.
«Os merecéis la victoria después de este viaje», decían mientras la multitud cantaba a pleno pulmón. «Esta noche lo significa todo», les exhaltaban. Y el delirio estallaba entre los aficionados, que portaban toda suerte de estandartes y banderolas; las había de Israel, arcoiris, otras con frases ñoñas tipo 'no puedo sonreír sin tí', para recordar a jugadores emblemáticos como Bill Nic o en homenaje al capitán, el surcoreano Son Heung-min, que ha atraído a miles de aficionados asiáticos al equipo. Por ejemplo, a Hoon Jang, que llegó el martes desde Seúl, vía París, y tenía un gallo común, emblema del equipo, tatuado temporalmente en la mejilla. «La gente es muy amable y nos está apoyando», decía. Para entonces el cantante y exjugador James Black había tomado el escenario y desatado la locura con canciones e himnos que todos cantaban levantando el puño o ambas palmas. La marea blanca se adueñó de los establecimientos cercanos. En el batzoki de Amezola vendían pintas de medio litro por cinco euros, cañas por cuatro y gin tonics por diez. Ofrecían también, en carteles en inglés, bocatas por diez. Dentro de la 'fan zone' también había donde elegir, porque se servían hasta paellas. Pasadas las cuatro de la tarde, la cerveza ya corría por doquier y reinaba una suerte de camaradería etílica. Todo era alegría. «Si ganamos, habrá merecido la pena el largo viaje y todo el dinero que nos ha costado», contaban Álex McDonald y James Came, que residen en Londres y en Dubai y se alojaban en Sopela. La parte cercana al escenario era todo un fiestorro, con gente saltando y coreando himnos.
Fuera, los vendedores ambulantes trataban de encasquetar bufandas por 5 euros. Hubo alguno que se coló, y también alguna bengala clandestina, torceduras de tobillo... Los aficionados tomaron la calle Gordoniz, cortada para la ocasión, cantando 'Everywhere you go' para expresar que van allí donde se desplace su equipo. Que están a las duras y a las maduras. Zugastinobia y Gregorio de la Revilla tuvieron también su ración de 'spurs'. La fan zone cerró a las seis para que los hinchas se dirigieran a San Mamés a través de la Avenida del Ferrocarril entre cánticos. Reabrió después para que aquellos sin entrada pudieran volver a ver el partido.
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