La acusada del secuestro del bebé en Basurto admite los hechos y pide perdón a los padres
Los progenitores, que no creen en la sinceridad de las disculpas de la joven que raptó a su hijo, mantienen la petición de siete años de cárcel
Mireia C., acusada de secuestrar a un bebé en el hospital de Basurto el 19 de octubre de 2022, reconoció ayer los hechos en el ... juicio celebrado en la Sección Primera de la Audiencia vizcaína y pidió perdón a los padres de Aimar. Vestida con un vaquero roto y chamarra negra y blanca y cubriéndose el rostro con una larga melena, la joven, que en aquel momento tenía 19 años, sólo respondió a las preguntas de su abogado. «¿Se ratifica en su declaración en sede policial y judicial en la que explicó con detalle lo ocurrido?», le cuestionó el letrado. «Sí», contestó ella, con un movimiento repetitivo en los pies que delataba su nerviosismo, después de un primer lapsus en el que había respondido con una negativa. A continuación, aprovechó para disculparse «ante la prensa y, por encima de todo, los padres. No estaba en mis cabales », repitió en el turno de última palabra.
Laura, la madre del pequeño, que se encuentra de baja y sigue en tratamiento psicológico, sigue a día de hoy «sin poder dormir». La mujer relató entre lágrimas que aquella tarde, la acusada, que se había puesto una bata blanca de médico, entró varias veces en la habitación de la planta de Maternidad en la que se encontraban ella y su pequeño. Para ganarse su confianza, le contó «que tenía dos hijos y que sus partos habían sido muy malos». La última vez que la vio, le pidió que le entregara al recién nacido «porque tenían que hacerle unas pruebas». Pedro, el padre del bebé y que estaba al cuidado de su otra hija, llegó sobre las nueve y media al hospital y le pareció «raro» que aún no les hubieran llevado al crío, por lo que fue a preguntar a una celadora. El hombre también ha necesitado terapia durante un año. «A veces sueñas que se llevan a la otra niña», lamentó ante el tribunal.
A partir de ese momento, saltaron las alarmas y desde el hospital llamaron a la Ertzaintza. La acusada se había llevado a Aimar, con unas horas de vida, en una bolsa de supermercado. «Nadie la vio entrar o salir de las habitaciones. Aprovechaba cuando no estábamos», se justificó una enfermera de Basurto, que se cruzó con la acusada a partir de las cinco de la tarde de aquel día.
EL CORREO adelantó la noticia del rapto y el Departamento de Seguridad hizo públicas las imágenes de la secuestradora. Se vivieron once horas de angustia. La joven pasó la noche en casa de unas conocidas en Santutxu, que la recogieron en coche en el hospital y la llevaron a una farmacia a comprar leche materna. A la mañana siguiente, «acorralada» dejó al bebé en el felpudo de una vecina de un bloque cercano y pactó su entrega con la Policía, a través de una amiga, en el barrio de Zorroza. «No hablaba, sólo sollozaba y repetía 'lo siento'», recordó la allegada, que habló con ella por el móvil. Sentadas en un banco, esperaron a que llegara la Ertzaintza.
«Estaba preparando los desayunos, serían las ocho y cuarto de la mañana, cuando llamaron al timbre. Miré por la mirilla, no vi a nadie y al abrir la puerta me encontré con la criatura. Lo primero que hice fue cogerle en brazos», contó la mujer que recogió al niño y puso fin a la agonía. Su hijo y su marido salieron a la escalera y bajaron al portal, pero ya no vieron a la secuestradora. También declararon ayer los ertzainas que pasaron la noche en vilo buscando al bebé, detuvieron a la acusada y le tomaron declaración.
Renuncia a testigos
Al haber confesado la autora y tras intentar un acuerdo hasta el último minuto, las partes renunciaron a numerosos testigos y peritos, por lo que la vista oral apenas duró dos horas. La Fiscalía mantiene su acusación por detención ilegal de persona vulnerable, con entrega antes de 72 horas, y le reconoce el atenuante por «merma leve» de sus capacidades. Los forenses expertos en psiquiatría explicaron en la sala que Mireia presenta un coeficiente de inteligencia límite de 75, que no llega a ser retraso mental (por debajo de 70), pero que le afecta en las «funciones ejecutivas» del día a día.
La acusación particular, por su parte, que representa a los padres de Aimar, pide siete años de prisión al entender que existe además del secuestro, un delito de abandono de menor. La defensa reclama las atenuantes de confesión tardía, trastorno límite o anomalía psíquica y reparación del daño al haber consignado en la cuenta del juzgado la mitad de los 12.000 euros de indemnización, por lo que solicita una pena mínima de nueve meses. El juicio quedó visto para sentencia.
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