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Los baserritarras ofrecen sus mejores productos en Bilbao.

Los baserritarras disfrutan del mejor día de ventas: «Santo Tomás es lo más»

Los productores vascos, repartidos en 286 puestos con auténtico eusko label, acuden religiosamente a su cita de cada 21 de diciembre

Silvia Cantera

Lunes, 21 de diciembre 2015, 15:36

Cada 21 de diciembre la Plaza Nueva se convierte en un auténtico muestrario de los mejores productos vascos. Las habituales terrazas desaparecen; no queda ni rastro. En su lugar, aparecen miles de personas deseosas de pegarse una buena juerga y de volver a casa con las mejores hortalizas. Los más golosos pecan con una porción de pastel vasco, y resistirse a hincarle el diente a un talo parece un sacrilegio. Disfrutan los bilbaínos, y a la vista está que los baserritarras también lo pasan en grande. Para ellos es una fecha señalada, una oportunidad perfecta para despedir el año con buenas ventas.

«Santo Tomás es lo más», reconoce Juan Antonio Ugarte. Lleva 42 años acudiendo religiosamente a la feria, y no parece que tenga intención de quedarse en casa. En cuestión de ambiente y de ventas, «fue, es y será el mejor mercado». Su puesto, uno de los 286 que hay repartidos por El Arenal y la Plaza Nueva, es de los más solicitados. No todos compran, pero muy pocos se resisten a sacar el móvil para inmortalizar semejante estampa. Varias decenas de gallinas -bien hermosas, por cierto- atraen la mirada de los curiosos. Eso sí, los más pequeños sienten especial predilección por los conejos. «¡Son superbonitos!», exclamaba una niña con cara de no haber roto un plato. Estaba de excursión con su clase y no le importó entretenerse más de la cuenta a mirar a los animales.

Con el paso de los años, los productores ya no venden tanto en Santo Tomás. Ahora la gente se entrega más al talo y al vaso de txakoli y se olvida un poco del resto. Sin embargo, pasar toda la jornada en Bilbao compensa. «Ya no ganamos tanto, pero es importante venir y cuidar nuestras tradiciones», indica Ugarte. Se trata además de una oportunidad para que quienes crecen en las ciudades se pongan, aunque sera por un día, en contacto con el mundo rural. «Los que mejor se lo pasan aquí son los niños, porque les llaman mucho la atención los animales», explica.

Tampoco pasa desapercibido el puesto de Adela Andikoetxea. La agricultora de Urduliz es casi una institución en la feria de Santo Tomás. Los premios a sus curiosas hortalizas se cuentan por cientos. «Nunca había visto unos pimientos con esta forma. Y qué color tan bonito tienen», le decía un joven a su novia mientras ella admiraba las alubias. «A la mañana es cuando más vendemos. No paramos. Seguiremos aquí hasta las nueve o las diez, pero a la tarde ya está todo más tranquilo en la Plaza Nueva», comenta consciente de que la juerga tiende a desplazarse a El Arenal.

Falta de relevo

Este año el tiempo les ha echado una mano, no solo en el día de hoy, con un sol resplandeciente, sino durante todo el mes. «Se nota que ha hecho calor durante diciembre. Los pimientos están recién cogidos, así que están muy bonitos», comenta mientras atiende a los clientes. En las horas centrales de la mañana el ritmo es frenético.

Sin embargo, para que la cosecha tenga tan buen aspecto hay que esforzarse al máximo. Las jornadas maratonianas en la huerta son habituales, y es inevitable estar continuamente pendiente del cielo. Además, existe el riego de que un temporal arruine la cosecha. «Es un trabajo muy esclavo», reconoce Andikoetxea, que no encuentra relevo en su familia. «Al principio parecía que el chaval estaba interesado, pero ya no. La verdad es que si tienen un empleo, yo prefiero que se dediquen a ello, porque el campo es muy exigente», admite la agricultora.

«Prueba un poquito de miel, que te vendrá bien para la garganta», dice un apicultor a una clienta que mira con timidez entre los puestos. Los amantes del dulce también están de suerte. Las porciones de pastel vasco se venden como churros y las rosquillas van desapareciendo de los puestos. En los tinglados las hay de anis y se despachan en docenas. «Es un día emblemático, una ocasión especial para todos», señala Ana Pirla, de Larrabetzu, mientras atiende a una señora. «Encima el tiempo nos está ayudando mucho. Está claro que no es lo mismo dar una vuelta con una temperatura así de agradable que tener que salir sin poder despegarse del paraguas».

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