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Concluye la sesión matinal de entrenamiento. Parte de la plantilla desfila hacia el vestuario. Thomas Schreiner hace un gesto diciendo que aún le queda un ... rato. Comparte una tacada extra de tiro con Sulejmanovic. En la otra canasta se quedan Kulboka y Rousselle, mientras Iván Cruz se machaca con el preparador físico, 'Pitu' Molina. El base austríaco remata la faena satisfecho. Lo está todo el equipo. No es para menos con nueve victorias que dejan al RETAbet sobre el felpudo de la permanencia. Y llegando a la última jornada de la primera vuelta dependiendo de sí mismo para jugar la Copa.
Aunque esa dependencia incluye ganar donde sólo lo han hecho este año Unicaja en Liga Endesa y CSKA en Euroliga. Pero va por delante el mérito acumulado. «Hemos hecho una buena primera parte de la temporada, pero falta aún un partido y estamos muy concentrados en visitar el domingo al Barcelona, donde queremos competir, hacerlo bien. Este buen trabajo nos ha llevado a tener opciones de entrar (en la Copa) a falta de una jornada. Y estamos concentrados en este partido. Sabemos que si ganamos entramos y es una motivación extra para todos. Hará falta trabajo y acierto».
El jugador que ya es historia viva del Bilbao Basket con aquel triple que enloqueció Miribilla y fue la guinda del ascenso a ACB, no pierde el tiempo pensando en si son viables las combinaciones que podrían dar el visado para Málaga al Bilbao Basket en caso de derrota en el Palau. «No sabes nunca lo que puede pasar, pero en ese supuesto nada dependería de nosotros. Sabemos que el Barcelona es uno de los mejores equipos de Europa, pero podemos jugar un buen partido y competir. Y si lo hacemos, por qué no ganar allí», deja en el aire.
Llegado ese caso, los hombres de negro podrían jactarse de haber vencido en la primera vuelta a los cuatro equipos de Euroliga. «A los otros tres les hemos ganado en casa que es un poco más fácil. Con la ayuda de nuestra gente en Miribilla nos sentimos muy cómodos. Será muy complicado e iremos al Palau pensando sólo en nosotros».
Puesto a destacar algún mérito especial que explique las nueve victorias registradas, Schreiner se decanta por «el trabajo diario». «Todos aportan, nos ayudamos. En un partido destaca uno y en otro otro, pero siempre jugamos como equipo». En este sentido adquiere un valor añadido la veteranía. «Hay nuevos, pero también tenemos jugadores con mucha experiencia, y lo mismo el cuerpo técnico . Nos ha venido bien en los momentos malos». Y el austríaco ve natural compartir sus experiencias. «Es algo que sale natural, en el día a día, hablas de otros pabellones, de cómo aprietan, de canchas calientes, de algunos jugadores, los trucos que tienen. Pasa en todos los equipos, los veteranos ayudan a los más jóvenes».
La química se mantiene en positivo. Cree que se debe a que «cada día ves más a tus compañeros que a la familia. Hay buenas personas». Y convierte el estrés en estímulo recordando tanta jornada saldada con un agónico cara o cruz. «Es baloncesto, es lo bueno, los partidos apretados en los que cuenta el último ataque o la última defensa. En ellos disfrutas mucho más que en otro que ganes de veinte».
Da por buenas, actuaciones poco brillantes en lo personal, «si gana el equipo». Sabe que ser base es actuar «como mano derecha» del entrenador, pero apuesta por la polivalencia. «Entender un jugador para un solo puesto es cosa del baloncesto de hace veinte años».
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