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The last dance

«Nos hemos metido entre pecho y espalda una kilometrada superior a dar diez veces la vuelta al mundo jugando a lo que nos apasiona, un deporte en el que todo depende de ganar. Y lo hemos hecho juntos»

Álex Mumbrú

Lunes, 23 de mayo 2016, 09:24

Conocí a Raül hace 23 años en un campus de tecnificación. Era verano y quien se fijara en nosotros vería a dos chavales enclenques con ganas de hacerlo bien en el mundo del baloncesto.

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Pero él es uno de esos jugadores especiales, únicos, un profesional que no he visto y dudo que vuelva a ver en una cancha o compartiendo un vestuario. Tiene tanto talento... eso es algo que se trabaja, madura y mejora, pero se nace con él o no se tiene. Nunca he visto a nadie que bote como Raül; con la pelota siempre ha parecido llevar un yo-yo sujeto a su mano. Tampoco he coincidido en 30 años recorriendo canchas de basket con alguien que se cuadre el tiro con tanta facilidad y a esa velocidad, o que lea pases que solo él ve. Y con ello no se limita a destacar él, sino que su virtud nos hace infinitamente mejores a los que jugamos a su lado. Por eso a nadie le extraña que haya sido uno de los jugadores más respetados en una cancha, y más aún como compañero dentro del vestuario.

He tenido la suerte de vivir de cerca su talento, aprovechándome de él. Pero la mayor de mis suertes es tener su amistad. Hemos compartido muchas cosas, situaciones de todo tipo, risas y llantos. Los momentos más duros juntos llegaron con sus lesiones. Fueron durísimos porque no sabía ni qué decirle. En esos tramos de vida, que llegaron a ser muy largos, hay que tener la cabeza bien armada y un par... para no derrumbarse. De eso Raül va sobrado. Siempre ha salido victorioso de cada zancadilla que se encontró por el camino.

Se va de las canchas, pero no de mi vida. Se amontonan los recuerdos. Hemos crecido juntos. Me viene a la mente Philadelphia, coger el coche con 19 años y hacer kilómetros sin sentido aparente. Recuerdo domingos en baja, noches gamberras, mudanzas, veladas hablando hasta el amanecer en hoteles, nuestra segunda casa; también partiéndonos de risa repasando nuestras pifias, rajando de todo lo imaginable, la música que compone la banda sonora de nuestras vidas y las partidas de todo lo imaginable. En nuestro ADN está impresa la competición.

Desde aquel campus hasta el pasado domingo hemos jugado juntos más de 500 partidos, nos hemos metido entre pecho y espalda una kilometrada superior a dar diez veces la vuelta al mundo jugando a lo que nos apasiona, un deporte en el que todo depende de ganar. Y lo hemos hecho. Juntos también en el podio de la ACB, de la ULEB Cup, en los Juegos de Pekín durmiendo muy poco, ¿recuerdas? o en el Eurobasket en Polonia... títulos, medallas, éxitos, orgasmos de felicidad.

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Hasta hace bien poco no solíamos hablar de nuestras retiradas. Imagino que era porque sólo nos centramos en los temas que nos dan buena onda. Pero la hora llega. Tú vas primero, en unos años iré yo. Como toda nuestra vida, para todo primero iba uno y después el otro. Espero poder despedirme como tú lo has hecho, dando cada día un Máster de cómo se juega al baloncesto.

Llegó tu último baile y el momento de parar todo para disfrutarlo de otro modo. Miribilla te ha despedido como lo que eres, un genio. T'estimo Tocha.

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