Entre la justicia poética y deportiva
El San Pablo Burgos recuerda los primeros pasos de los hombres de negro en la ACB: una afición modélica, la ciudad en efervescencia y crecimiento rápido
Tres años en la ACB y parece que forma parte de la vieja guardia de la competición. Se le queda pequeño el aforo del Coliseum, ... nombre que demuestra ya lo faraónico de su proyecto. El San Pablo Burgos es mucho más que el equipo de moda. Recuerda lo vivido en Bizkaia hace más de una década, cuando eran los hombres de negro los que iban dando pasos firmes, seguros en una Liga Endesa que pronto les pareció encorsetarles dando rienda suelta a su exploración de otras fronteras. El RETAbet visita mañana (18 horas) a este rival vecino de grato recuerdo. Porque en su única visita al feudo castellano, con el visado a la LEB ya confirmado, la marea azul dio una lección de generosidad y respeto. Ganó el partido, con un Edu Martínez letal desde la línea mágica -que le valió fichar por la franquicia de Miribilla, como Schreiner- y le procuró un sentido, emotivo e inesperado homenaje a Álex Mumbrú en el que era su último acto de servicio como jugador.
Para saber más de lo que sucede en las entrañas de este club, la literatura es una buena herramienta. El escritor y periodista burgalés Leandro Pérez forma parte de esa afición orgullosa, fiel y excitada que abarrota las gradas del coso burgalés. Tan implicado está con el basket que practicó de joven y al que ha vuelto como padre de joven jugador, que creó un personaje y una novela en torno al ascenso del San Pablo a la ACB. Casado con una vasca y veraneante en Gorliz, donde se casó, decidió que Kolia llegara a la vida en Bilbao, fruto de la relación entre un técnico balcánico que entrenó en el Botxo y fue coetáneo y rival de Drazen Petrovic y una olímpica cubana de voleibol. «Recuerdo hace diez años echando unas canastas en Gorliz ver ya a chavales luciendo las camisetas de los hombres de negro. Sí, lo que vivimos en Burgos me recuerda algo a lo que sucedió allí».
Porque el relato del San Pablo tiene mucho de poético. Como la justicia que le llevó a la ACB al cuarto intento. «El Tizona logró tres veces el ascenso y no lo consumó al no poder frente a las condiciones exigidas. Ese club tiró la toalla y el actual cogió el testigo y lo materializó. Fue un acto de justicia deportiva y poética». Esa mecha llevaba tiempo prendida y dio paso a que «muchísimos burgaleses se entusiasmaran y la ciudad se volcó». Y el resultado no admite discusión. El pasado año fue la franquicia con mayor media de asistencia en la Liga Endesa, superando los 9.300 espectadores, recibiendo galardones por lo ejemplar de sus seguidores y sacando pecho en busca de «no sólo intentar no bajar. Ha habido una inyección de optimismo e ilusión que ha contagiado a la ciudad».
Sin ser determinante, no dejó de ayudar a la causa de la canasta que la contaminación futbolera sea leve. El Burgos CF lleva desde 2002 recluido entre Tercera y Segunda B. «Queremos pensar que no es algo trascendente, que de haberse dado el caso podrían haber convivido los dos equipos como se ha logrado en Vitoria e incluso en Bilbao con los hombres de negro y el Athletic».
Queda el poso entre bambalinas de que esta efervescencia procede del sentido común que ha imperado y de la inteligencia para aprovechar esta enorme ola favorable. «Se están haciendo las cosas muy bien. Había una base muy sólida en la ciudad de gente preparada que sabe de baloncesto. Ojalá nos dure mucho. Mientras, se trata de disfrutar todo lo que vivimos». El temple ha tenido mucho que ver. El aterrizaje de los burgaleses en ACB fue más que accidentado. Siete derrotas seguidas. A nadie le tembló el pulso. «Nadie se volvió loco. Fue algo admirable. El equipo se podía haber venido abajo, se podía haber despedido al entrenador. Pero lo que se hizo fue aguantar el tirón y confiar en esa base sólida», a la que se refería antes Leandro Pérez.
Ambición indisimulada
Primera temporada, decimocuarto puesto, con 13 victorias y 21 derrotas. El descenso, a cinco muescas. Segunda campaña, undécima plaza con un balance de 15-19. También el tobogán a la LEB a cinco triunfos. Y a la tercera puede ir la vencida en el salto de calidad. 7-5, con la Copa a tiro y un debut más que meritorio en la FIBA Champions (5-3, tercero de grupo). Por el Coliseum ya han desfilado el Antwerp belga, el Wloclawek polaco, los galos del Pau-Orthez y los israelíes del Hapoel. En breve lo hará el Bandirma turco, el histórico AEK en el que aún sigue jugando Mavroeidis, y los alemanes del Rasta Vechta. El balance en la Liga Endesa lleva camino de estabilizarse (35-45) y tras el recuerdo permanente a Andrés Montes, miles de seguidores forman en el feudo junto a El Plantío la espuma azul de un tsunami imparable.
A su presidente no le tiembla la voz. Habla abiertamente de Copa y play-off como objetivos. Y los resultados avalan la ambición. «En el deporte hay que ser ambicioso. La gente compite para ganar. Aquí hay una ambición deportiva sana. Hay una gran afición y el club intenta lograr los resultados que esa afición se merece. El presidente, Félix Sancho, y el director deportivo, Álvaro Martínez, jugador histórico de la cantera, saben de este negocio».
Y también el autor de 'Kolia', el muchacho bilbaíno que viendo la eclosión del basket en Burgos soñaba con batir el récord de precocidad de Ricky Rubio en la ACB. La historia arranca en 2017, el año del ascenso. Aparecen personajes que recuerdan al jugador Javi Vega (el capitán Javi Ribera) o al exentrenador Diego Epifanio (Diego Iturriaga). También aquí la realidad convive sin traumas con la ficción.
El relato
El libro
Kolia: Editorial Planeta, 224 páginas.
El autor
Leandro Pérez: Escritor y periodista burgalés, en la imagen fotografiado por Jeosm, tiene dos novelas anteriores, 'Las cuatro torres' y 'La sirena de Gibraltar'. Casado en Gorliz, donde veranea, decidió que el protagonista de su obra, Kolia, naciera en Bilbao.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión