El Zalgiris consuma la cruel eliminación europea del Baskonia

Independientemente de la última jornada, un desenlace en diferido, el Baskonia cierra una campaña continental más que notable. Que levante el dedo índice, entre quienes ondeaban en otoño la bandera de un optimismo ultramontano, aquel que confiaba en ver al equipo azulgrana más allá de la fase regular. Que de eso nada tiene la Euroliga de este curso, forjada en la dificultad silvestre como consecuencia de una exigencia física extenuante. Y este grupo que Joan Peñarroya adiestra ha dependido de sí mismo hasta la víspera de la rueda pisando la raya de meta para acceder al baile de graduación. El que convoca a los ocho mejores después de que el cuadro de Betoño viviese todas las jornadas menos la definitiva en el lado bueno de la muga.

Una tarea para ponderar en su alta medida tras revertir un ejercicio anterior tan decepcionante en el que malos resultados y sensaciones adversas sumergieron a un club que siempre presume de carácter y orgullo. Pero el conjunto alavés ha sacado la cabeza del agua por el acuerdo tácito y expreso de dos realidades complementarias.

De una parte, el diseño de un plantel construido para correr y tirar. De otro lado, la asunción por parte del técnico de tales mimbres hasta armar un grupo dinámico y alegre. De largo, el bloque lúdico más bonito de ver en un torneo continental de sudores densos y espacios comprimidos por la angostura ya manifiesta de las dimensiones de la cancha. Cuerpos demasiado atléticos y grandes para tan poco sitio.

Al margen de la resolución, una agonía auspiciada por el empeño de la Euroliga en no unificar horarios, para siempre quedarán en la memoria las rotundas bacanales del Baskonia en su rango de equipo local. Sólo el líder Olympiacos, Barça y el colmo de la vertiente física (Mónaco) han descerrajado la caja fuerte del Fernando Buesa Arena. Donde se han llevado rejones en forma de la barrera baloncestística del sonido -más de cien puntos en contra- Partizan y Efes con prórrogas; Maccabi, Valencia y Asvel sin necesidad de propinas. Veladas inolvidables por ritmo, viveza, compromiso y puntería que ya ocupan huecograbados profundos en la memoria del baskonismo.

La entidad vitoriana que acredita un balance notorio de 18-16 y llegó a liderar el torneo en aquel diciembre asombroso se queda sin el premio que su baloncesto requería por las evidentes caídas de tensión lejos de casa. El bloque casi granítico al calor del hogar sentía el frío en los desplazamientos. Cierto que ha dejado muescas relevantes en Valencia, los dos pabellones turcos y Madrid. Pero lejos de mantener su firme y dúctil a la vez jerarquía anfitriona dejaba síntomas de vulnerabilidad en casi todos los viajes.

De hecho, no cabe achacar la eliminación postrera a la reciente derrota en El Pireo. Más bien, o mal, debe de hallarse en volver sin nada que declarar en los aeropuertos tras las visitas a los cuatro últimos de la fila. Porque el Baskonia rumia ahora los fiascos relativos en las dos pistas alemanas, Villeurbanne y Atenas.

El club azulgrana, siempre con el ojo de halcón dispuesto para escoger jugadores en caladeros emergentes y adelantarlos al escaparate puede presumir de tres descubrimientos o dardos en el centro de la diana. Empezando por Thompson, uno de los mejores bases que ha vestido el escudo del carnero y miren que los ha habido excelentes. Siguiendo por Howard, anotador compulsivo y de impacto súbito que, dentro de su irregularidad, ha deparado noches formidables. Y concluyendo en Kotsar, pívot clásico con apego a la zona en esta era de interiores abiertos. Tres valores bursátiles claramente al alza.