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«A diferencia de ellos, nosotros no tenemos revólveres y burdeles donde algunos árbitros son premiados». Cuando el presidente de un club deportivo explica así ... una derrota, suele excusarse en su falta de experiencia, en los nervios o en sabe Dios qué.
Claro que estas palabras las pronunció Nebojsa Covic, presidente del Estrella Roja, poco después de perder contra el Buducnost montenegrino en la final de la Liga Adriática, hace dos temporadas. Y nervios o falta de tablas no puede esgrimir, precisamente.
Los de Belgrado, que esta noche se miden al Baskonia en el Buesa Arena (21 horas) se quedaban fuera de la Euroliga y no pudo digerirlo. O quizá tenía pruebas. Los servicios de inteligencia serbios estuvieron varios años bajo su autoridad. No, no es un presidente cualquiera. Más allá de su faceta deportiva, Covic es el político que aparece en todas las salsas de la reciente historia del país.
Nebojsa, que significa 'el que no tiene miedo' -dieron en la diana-, nació en 1958, en Belgrado claro, y, según los que le conocen, lo único que realmente le ha interesado es el baloncesto. Jugó de crío para el Partizan -que tiene lo suyo- y luego se hizo entrenador. Acabados los estudios se puso a trabajar de operario en una fábrica y la vida le fue llevando por otros derroteros tan revirados y peligrosos como el éxito que logró en cada uno de ellos. Estar aún vivo -no es broma- ya es una hazaña.
En 1990 (aún existía Yugoslavia), un Covic que había flirteado con los comunistas y que militaba en el Partido Socialista de Slobodan Milosevic, fue nombrado presidente de la empresa en la que trabajaba. Dos años después, por orden directa del presunto genocida, entró en la junta municipal de la capital.
Dicen que nunca tuvo ambición política, casi tampoco empresarial, pero con la desmembración de la federación balcánica su carrera despegó. Alcalde de Belgrado de 1994 a 1997 -lo recuerdan por nacionalizar una cadena de televisión privatizada para imponer la línea editorial-; diputado nacional y, tras varias intrigas y cambios de partido, hasta vice primer ministro
De apoyo de Milosevic, con el que marchó en numerosas y no muy defendibles manifestaciones, a ser uno de los que forzó su caída en desgracia. Fue capaz de tejer una red de contactos tan perfecta que tras el asesinato de Zoran Djindjic, el 12 de marzo de 2003, fue él el encargado de comunicar a una nación desolada que el primer ministro había recibido un disparo en el pecho, que le había atravesado el corazón, matándolo en el acto.
Horas más tarde, su nombre sonaba como sucesor, para asombro de los líderes del partido gobernante. Zoran Živković fue finalmente el elegido. Según se publicó, todo fue una maniobra del embajador del Reino Unido en Belgrado, que veía en la figura del empresario y hoy presidente del Estrella Roja un perfil más adecuado a sus intereses.
Su biografía da para un libro. De hecho existe uno -Covic asegura que todo es falso- en el que se le acusa de tener amigos poco recomendables y sindicados en el crimen. La oficina serbia anticorrupción llegó a procesarle por malversación de fondos cuando estuvo al frente de la Oficina de Coordinación para Serbia, Montenegro y Kosovo. Juzgado y absuelto. Tiempos demasiado oscuros en aquel rincón del mundo.
En 2007 abandonó la política y regresó a un baloncesto que nunca abandonó realmente. Entre 1995 y 1997 había sido presidente de la Federación, alcalde de Belgrado y máximo responsable de la selección de Serbia y Montenegro que ganó la plata olímpica en Atlanta'96 a las órdenes de Zejko Obradovic al mismo tiempo, sí.
Más allá de su biografía, Covic se ganó el amor eterno de los aficionados del Estrella Roja al reflotar un club al borde de la desaparición en 2011. De hecho, lo hundió para salvarlo. La jugada, maestra, fue fusionar el Estrella Roja con una nueva entidad con cuentas separadas, pero palmarés común. Colocó a Pesic al frente, al año siguiente fichó a Igor Rakocevic y más adelante le dio el mando a Dejan Radonjic para recuperar el éxito deportivo.
Su llegada al Estrella Roja supuso un milagro económico. La deuda histórica de la entidad despareció gracias a una refundación que él diseño. Además se acercó al Estrella Roja de fútbol, del que llegó a ser vicepresidente y gestor económico de una deuda de 70 millones de euros. Covic no le teme a nada. Lo mismo se enfrenta al presidente del Partizan que defiende su entreada en la Euroliga. Eso sí, al Buducnost montenegrino lo tiene atravesado.
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