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El análisis sencillo de la semana del Baskonia es que Rogkavopoulos anotó en el Barris Nord la canasta bajo el aro que por dos veces ... se le resistió en Madrid. Que Forrest ayer sí metió los tiros libres en el último minuto que Kamar Baldwin desaprovechó el jueves y que el arsenal del Lleida, aguerrido y combativo, es muy inferior al del conjunto que dirige Chus Mateo. Pero más allá de la diferencia entre ganar y perder, Pablo Laso puede confirmar que su equipo es uno de los mejores reboteadores en ataque de Europa. Y lo mejor de todo, que parece que por fin ha logrado aprovecharlo.
El conjunto azulgrana acreditaba al descanso más capturas ofensivas (11) que canastas en juego (10). Fue la luz al final del túnel en el que se metió al final del segundo cuarto, agua en el desierto para un equipo que tras la debacle de Girona parece sediento de triunfos. Son muchos los jugadores que aparecen como por arte de magia en las inmediaciones del aro para recoger el balón y tener otra posesión. Sedekerskis le ha transmitido ese instinto a su amigo Rogkavopoulos como también hiciera antes con Giedraitis, Cabarrot ya lo traía de serie y Moneke es un virtuoso a la hora de hacerse hueco entre los grandes. Qué decir de la capacidad de Hall de abstraerse de los ataques hasta que el balón toca en el aro. Es ahí cuando se propulsa y finaliza con un mate. Una acción que se repite casi en cada partido.
En Lleida, los cuatro rebotes ofensivos de Moneke, los tres de Hall y Cabarrot y los dos de Diop sirvieron de parapeto ante los constantes males del juego azulgrana. El Baskonia continúa sin encontrar un plan de juego estable tanto en ataque como en defensa. No solo le sigue costando generar en el cinco para cinco, imprimir velocidad en el frente ofensivo y bajar a defender a prisa, sino que tiene momentos de verdadera ceguera en el tiro. Los casi cinco minutos iniciales sin anotar una canasta en juego, el 24% en tiros de campo al descanso y la escasa producción en el poste bajo dificultan mucho la tarea de lograr cierta consistencia.
El cuadro azulgrana aplacó un arranque tan precario y tedioso a base de fortaleza reboteadora como ya hiciera en Madrid. A las 21 capturas ofensivas logradas en el Movistar Arena se le añaden otras 16 más en Lleida. Pese a que en tierras catalanas no se vio traducida en la que debería ser su correspondiente ración de puntos, el Baskonia al menos se erige como un león bajo el aro rival como hacía años que no se veía. Los de Laso son el equipo que más rebotes cogen de la Euroliga, tanto en el total como en el ataque, y cada vez cierra mejor el defensivo. Hay progresión. Brotes verdes. Pero que todavía no alcanzan para vencer de forma más relajada duelos a los que se presupone un triunfo azulgrana.
Esos en los que antaño, el entrenador del Baskonia tan solo tenía que colocar un quinteto inicial, rotar cuando toca, pedir un tiempo muerto cuando el rival recortaba la ventaja y acabar el partido con los jugadores que menos minutos disfrutan. Ayer no se logró ni lo primero. La formación para empezar el duelo fue por primera vez más noticia que los primeros compases del choque. El encuentro empezó con retraso porque Moneke saltaba a jugar sin estar registrado en la formación. En la mesa estaba registrado Samanic, que salió para cumplir el expediente y a los 20 segundos volver al banquillo.
Laso quiso aprovechar que Moneke utiliza el primer cuarto para lograr el mayor porcentaje de su alta producción. Sin embargo, esta vez, ya sea por la confusión del quinteto o los errores hasta el ecuador en el triple, su explosión llegó en el tercer periodo.
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