Tyrese Rice, el mejor del Maccabi y del torneo.
BASKONIA

Cinco lecciones que el Baskonia debe sacar de esta atípica Final Four

La imprevista victoria de Maccabi, cenicienta de los cuatro finalistas, permite que la parroquia baskonista se pregunte: ¿Y por qué no se puede hacer algo grande en los play off?

JUANJO BRIZUELA

Miércoles, 21 de mayo 2014, 00:04

Basta que alguien piense que no eres capaz para que tú le demuestres justamente lo contrario. Obvias los comentarios, renuncias a protestar y patalear y te limitas a prepararte en silencio, sin los focos mediáticos, únicamente confiando en tu equipo, en tus capacidades y en tu filosofía, ésa sobre la que has basado tu estructura del equipo y tu labor diaria. Basta que alguien halague tus prestaciones, exprese con rotundidad tus cualidades hasta casi presuponer que eres prácticamente inalcanzable, para que tú te muestres más vulnerable que en cualquier otra ocasión. Uno y otro, Maccabi y Real Madrid, respectivamente, han mostrado el valor del aspecto mental de un grupo y la solidez de un estilo de juego, en una partida que tiene más de final y menos de juego, donde el baloncesto aparece solo si tu mente está preparada para semejante presión.

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Uno, el Real Madrid, llegó en plenitud de condiciones y al mismo tiempo con ciertas dudas. Los días previos a la Final Four, no sólo por la derrota sino por sus últimos encuentros, desde la larga serie contra Olympiakos, no fueron tan nítidos como en los meses anteriores. Tiene su lógica ya que es prácticamente imposible mantener un nivel tan alto tanto tiempo seguido. Pero la semifinal frente a un decepcionante Barcelona despejó esas dudas por unas horas. El Real Madrid llegaba perfecto. Y una paliza de tal calibre aparecía como el preludio de un paseo en la final si el nivel se mantenía en tan álgido punto.

El otro, Maccabi, venía barruntando un estilo que devoraba victorias a medida que pasaban los meses. Del inicial recorte del proyecto que sorprendió a la Europa baloncestística, el grupo se atrincheró en manos de su entrenador, David Blatt, que pieza a pieza, decisión tras decisión, construía un equipo forjado desde el carácter, la ambición, el físico de sus jugadores y sus recursos tácticos que cerraban un estilo que mantenía la filosofía histórica del equipo macabeo aderezada en una nueva etapa.

El Maccabi, con uno más

FC Barcelona y CSKA pasaron por Milán bajo los focos mediáticos como la vieja guardia de las pasadas Euroligas, con sus proyectos sobrados de jugadores pero en cambio con una patente debilidad durante toda la temporada. El Barça sí que daba la sensación de que llegaba algo mejor, sólido, con muchos jugadores preparados para la batalla frente al estilo rompedor del status-quo de otros años del Real Madrid, y con la alquimia de Xabi Pascual preparada para destruir el juego del equipo contrario. CSKA llegaba por su parte con la vitola de querer retomar un pulso que viene perdiendo a pesar de la inversión económica, ésta vez inversamente proporcional al juego mostrado. En uno y otro caso, pesó más su inseguridad y su carácter poco compacto. Sí, fue un balón perdido el que decidió la derrota en una jugada trascendental para el CSKA. Pero en el otro caso, ni se supo ni se pudo marcar.Duro en ambos casos. Si hubiera que elegir una forma de ser derrotado, ninguno elegíriamos cualquiera de estas dos.

La final de Milán muestra la cara de dos planteamientos que llegan al mismo punto de partida desde diferentes lugares. Uno, sobrado. Y mediáticamente, extremadamente ensalzado. El otro, forjado por su carácter peleón en cada posesión, en cada balón dividido, en cada rebote ofensivo. Aspectos del juego que muestran siempre el hambre en la batalla. Uno quiere ganar. Otro juega a no perder. Uno muestra un camino claro, basado en decisiones tácticas que sorprenden y maniatan el estilo que toda Europa ensalza tras cada partido. El Maccabi se pareció mucho al Olympiakos, pero con más recursos tácticos y un físico en las alturas superior. La intensidad se enfrenta a la búsqueda de la inspiración del talento. Pero en una final, donde los nervios hacen que los partidos sean de 6 contra 6, el Maccabi jugó a partir del descanso con un jugador más.

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¿Qué podemos aprender?

Lejos de analizar con más detalle esta final de Euroliga, que vuelve a mostrar que las sorpresas se repiten en esta competición cada año, la pregunta que nos debemos hacer es: ¿Qué puede aprender el Laboral Kutxa Baskonia de todo ello para esta recta final de temporada?

Primero, que si quieres, puedes. El momento de la verdad ha llegado. Pasados otros hitos en los meses anteriores (pasados justitos, pero pasados al fin y al cabo), ahora es el momento de la temporada que marcará la calificación final de todo el año. ¿Y por qué no? debería ser la pregunta que cada miembro del Baskonia debería hacerse a sí mismo y al grupo en general.

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Segundo, que cada detalle suma. Los tangibles son evidentes pero los intangibles son los que hacen que la balanza se acabe inclinando hacia un lado u otro. Un tiro libre anotado, un rebote ofensivo más, una asistencia de la nada, provocar unos pasos en el equipo contrario todo suma y casi siempre a favor del equipo que llega más débil.

Tercero, que cuando el talento individual no aparece, el grupo emerge. Es difícil destacar a un jugador en Maccabi, aunque quede en la retina el talento de Rice. Pero lo que sí es cierto es que ningún jugador se esconde y cada uno de ellos aporta al juego.

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Cuarto, las nuevas situaciones tácticas que sorprenden al rival y dan seguridad al equipo. Maccabi varía sus situaciones, especialmente las defensivas: cambios de defensa al final de posesión, match-up en defensa siguiendo cortes pero protegiendo la zona, pick & roll buscando la ventaja en el tercer jugador del lado débil, etc. Recursos que desde el banco se plantean para despistar al equipo contrario y que al propio jugador, además de divertirle el juego, le permite dar un paso más en querer ir a por el partido.

Y quinto, complicidad y liderazgo en el campo y en el banco. Líder es aquel que es capaz de que su equipo le siga en el ejemplo. Actitud, compromiso y lectura de cada situación. David Blatt marcaba la partitura y su ejecución; Rice, Devin Davis y Hickman eran sus cómplices en el campo. El resto, seguían complementando la obra hasta el triunfo final.

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Así es el juego y así son las competiciones. Cuando todo está escrito siempre hay algo que lo cambia todo. Esperemos que este mes final cambie a mejor el trayecto del Baskonia de esta temporada. Un paso se dio en Zaragoza. Esperemos los siguientes.

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