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Concentración. Mirada fija, calculadora, enfocada, exacta; cuerpo erguido, silencio y quietud en sus movimientos, respiración que se siente en cada uno los poros que inspiran, ... expiran, inspiran, expiran, al mismo tiempo, pausada, llevando la mente, los ojos, esa mano ejecutora, a lo único que debe pensar en ese momento: la diana. Saber cuándo es ese momento preciso, exacto, en el que todo está alineado: diana, mirada, mano… Ahora.
Algo así les sucede a los jugadores especialistas en el tiro, como Markus Howard, pero a diferencia de lo anterior, en centésimas de segundo, en ese instante veloz donde el tiempo que pasa entre recepción, subida y tiro ha de ser lo más mínimo y lo más eficaz posible: anotar cuanto antes. Todos esos detalles anteriores se unen a más factores que se deben tener en cuenta para que un tiro se convierta en el mejor posible. Pie, rodilla, cadera, codo, hombro, brazo, muñeca y mano tienen que estar alineados al aro para que ese balón que sueltan los dedos de la mano llegue a la red. Técnicamente es así.
Tácticamente es otra historia, porque a la ejecución técnica se le unen otras dificultades: un jugador que recibe siempre en movimiento y ha de equilibrarse, centro de gravedad un poco bajo para ganar explosividad en las piernas al recibir y saltar, un defensor que lo sigue, a veces muy cerca, demasiado cerca con contacto, para que no encuentre el espacio para tirar, un compañero que ha de impedir que ese defensor tenga más problemas a la hora de impedir la recepción, el defensor del compañero que sabe que puede cerrar también ese espacio para el tirador; un compañero que intenta encontrar el momento y el lugar preciso para dar ese pase que le llegue al lado bueno del cuerpo, a poder ser el de su mano 'buena', para que gane esa centésima de segundo para recibir y levantar rápido el tiro, su defensor que braceará para que ese pase no llegue en buenas condiciones para el tirador; venir del fondo de la pista a un lado exterior, o correr de un lado a otro por la línea de fondo, recibir en carrera en transición desde la defensa, fintar que vas hacia un lado pero sales por el otro, frenar, volver a arrancar para alejarte del balón; recibir y usar el bote para liberar unos centímetros más para lanzar con más seguridad.
¿Por qué ahora todo esto? Las últimas semanas de Howard en el Baskonia, más allá de superar su anotación media respecto al resto de la temporada, suponen una lectura que nos acerca a entender eso que siempre se demanda en un equipo: hay roles diferentes y complementarios, que se suman unos a otros, y que necesitan sobre todo de una jerarquía: primero tú, si no hay nada, tú, y si tampoco es posible, luego tú. Esta jerarquía no entra en conflicto con que cada jugador pueda tener opciones para ser co-protagonista del juego colectivo del equipo. Más bien establece cómo son las prioridades del juego, cómo el equipo debe buscar y encontrar estas prioridades y cuáles son las propias soluciones que el resto de compañeros pueden buscar. El entrenador, Pablo Laso, y su cuerpo técnico establecen estas soluciones, estas opciones consecutivas que permitan al equipo jugar con más confianza y seguridad especialmente en ataque. Y el equipo lo nota.
En estos últimos enfrentamientos, el Baskonia da la sensación de que entiende mejor cada uno de estos pasos, para poder hacer algo que el equipo necesita sí o sí en su juego: hay que atacar mejor para defender mejor, y en este atacar mejor el cómo hacer llegar desde el pase el balón a Howard para que pueda encontrar su mejor opción se ha convertido en un argumento extraordinario para lo que queda de competición. Después es cuestión de milésimas de segundos, para acertar, para volver a anotar.
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