Conforme pasa el tiempo logramos hacer convivir aspectos que nos atraen por su novedad y vanguardia junto a aquellos que forman parte de nuestro pasado ... con cierto toque nostálgico de tiempos pasados. Fíjese bien, objetos o recuerdos que llevan en nuestra vida desde hace muchos años con otros con la vitola de 'recién': aquel cuadro, aquella vajilla, aquel abrigo, estos libros, estas copas, esta ropa. El verdadero ejercicio es lograr que sean cómplices de un presente sin importar los cuándo ni su edad.
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Al Estrella Roja le está pasando algo parecido: sigue complementando aquellos jugadores que son santo y seña de su equipo desde años atrás con otros que llegan de nuevos, y lo hacen además encajando las piezas de forma lógica, algunas con su contorno más desgastado por su actividad, otras piezas con la frescura e inocencia del recién llegado. Experiencia y juventud, frescura y aplomo, pausa y velocidad, intensidad y aquí y ahora. El equilibrio de ambos ámbitos se sostiene por su identidad, esa que se inocula conforme pones un pie en el Stark Arena y quedas imbuida para siempre con ella.
En el juego es igual de reconocible. Teodosic y Dos Santos son dos caras opuestas que comparten un estilo común y es interpretado por cada uno de ellos de manera diferente; Bolomboy y Tobey se comportan en la zona de manera distinta siendo ambos postes y capaces de jugar de cara y de espaldas; Giedraitis y Hanga dan cordura al equipo cuando requiere de un sentido colectivo por encima de las individualidades que surgen de manera improvisada; Mitrovic y Davidovac entienden la labor oscura del juego interior desde otras perspectivas. Sfairopoulos lo sabe y reconoce en sus piezas la valía de la complementariedad para que cada estructura que esté en el campo en cada momento aporte lo que se espera en beneficio colectivo.
Hay tres jugadores clave: Teodosic, Giedraitis y Mitrovic. Son el esqueleto de un equipo compacto
Comenté que hay tres jugadores clave: Teodosic, Giedraitis y Mitrovic. Son el esqueleto de un estilo que quiere ser compacto en cada momento, y desde ellos, y sobre ellos también, se complementa el resto. El equipo tiene tiro exterior -y eso que acaban de perder a Nedovic-, intensidad defensiva, capacidad atlética por encima del aro, rebote defensivo y ofensivo y explosividad en transición y pausa en el 5x5. Mitrovic tiene el espacio adecuado para que el juego interior sea un peligro constante: por dinamismo, intensidad, tiro cercano, rebote ofensivo y envergadura en colapsar los espacios. Junto a Bolomboy quien comanda los aros con su contundencia nos recuerda aquella frase de «no paran quietos». Y Giedraitis aporta siempre lo que más conviene al equipo, sin necesidad de destacar en nada pero influyendo en todo: defensa, rebote y ataque. A ellos se suman un Yago cada vez más eléctrico, Hanga más resolutivo y un Tobey que da un relevo de calidad.
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Si usted tiene la posibilidad de estirar la carrera de Teodosic le pido por favor que lo haga, porque echaremos de menos su presencia en la cancha cuando se retire, como la echa su equipo cuando necesita minutos de descanso. Teodosic debería llevar sobre la espalda de su camiseta un texto como «algo voy a liar», que en realidad significa «generar», «crear», inventar algo diferente, o hacer en el momento adecuado o cuando se aturullan las ideas en la cabeza y necesitan una escapatoria. Teodosic genera para sí mismo con tanta solvencia como su capacidad para que sea otro quien se beneficie de su innegable chispazo de creatividad en el juego. Es como hacer revivir la inocencia de la juventud en un cuerpo veterano, algo que convive de manera natural en el partido y que su equipo agradece.
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