Incapacidad para defender el timón

Ocho dardos mortíferos del argentino, que le tiene tomada la medida a su exequipo, helaron la sangre azulgrana en su retorno a casa, a ese Buesa Arena que se volvió a ser un refugio agrietado. No hubo muro capaz de contener a un Barcelona autoritario ni tampoco rebeldía para competir más allá de los primeros tres minutos. El grupo de Spahija olvidó las lecciones de su preparador durante el parón de la Copa y recuperó su versión preocupante con dificultades en la creación ofensiva, en el ritmo de juego y la actividad defensiva.

Enfrente, un depredador. Un ser de fantasía con más brazos, más manos y más piernas para imponer su nivel físico. En definitiva, la lógica del más fuerte. Spahija emparejó a Fontecchio con Calathes para dosificar a Baldwin, al que, en teoría, le esperaba una larga jornada de trabajo con la baja médica de Granger. Pero el factor Laprovittola rompió cualquier dibujo táctico sobre la pizarra. Tres triples del argentino y el timonel azulgrana al banquillo, maldiciendo su falta de entendimiento con Alec Peters en cada cambio defensivo.

Kurucs apretó más, pura energía, y Jasikevicius encontró rápido otra alternativa. Jokubaitis a los mandos y 'pick and pop' para Mirotic. Enoch, muy hundido, y los culés muy acertados. 45% en triples y 63% en tiros de dos. Solo Fontecchio lograba replicar su látigo para sostener al equipo hasta el descanso. Para entonces Calathes ya llevaba nueve asistencias por solo cuatro del Baskonia. Tres de Baldwin, que aparecía de forma aislada en los ataques y de manera recurrente en los errores.

A la vuelta de vestuarios tuvo dos más que acabaron en triple visitante, y Spahija le condenó al banquillo hasta el final del choque. Sus sustitutos tampoco fueron efectivos. Con más empeño, eso sí, pero Kurucs y Marinkovic, base circunstancial, también salieron en la foto de Laprovittola, al que Jasikevicius sacó para batir su marca personal de triples y le hizo una reverencia a su regreso al banco. Copado de titulares descansados,entre Sergi Martínez y Roland Smits escribieron el epitafio en la lápida azulgrana. Opción de resucitar al segundo día para seguir con vida en la Euroliga.