Las cinco claves de la final de la ACB entre el Barça y el Baskonia

Lo dijo Hanga, que conoce ambos clubes, en la previa de ayer. «Serán los detalles, nos conocemos demasiado». Y lo refrendó Vildoza al apuntar que «en el cinco contra cinco tienen una defensa muy poderosa que dificulta la circulación de balón y hace complicado anotarles». Como si el Baskonia no fuera el equipo que menos puntos ha recibido en la fase final por ese mismo motivo.

Así que está claro que los dos defenderán -a muerte desde primera línea con Hanga y Henry- y correrán hacia el aro contrario como si no existiera un mañana. En realidad no existe. Hoy acaba todo.

Hanga y Higgins contra Henry y Janning (de inicio) que dejará su puesto a Vildoza. Los que más achuchen, roben y logren romper la circulación de balón tendrán mucho ganado. Queda la incógnita de cómo esté Jayson Granger, que por físico y experiencia puede ser una pesadilla para Hanga y sobre todo para Heurtel y lo que aporte Pau Ribas, otro especialista defensivo, por si es que hoy coinciden pocos en La Fonteta. Ojo, que Higgins no es el del CSKA y ahora brilla más atrás que en la anotación, menos cuando coge una de sus conocidas rachas.

Ambos equipos cuentan con especialistas en el triple liberado. Más el Barcelona, con Kuric. Una buena defensa sobre el de Indiana y mantener los propios porcentajes le daría una gran ventaja al Baskonia. Ni Shields, ni Dragic son tiradores puros, pero entre los de Ivanovic cualquiera puede lanzar desde la campana. Diop incluido. Y Tomic (cuidado con éste) no va a defender eso.

Eternamente minusvalorado, el valenciano es básico en el esquema de Pesic. Su envergadura le permite ser un tres cuatro y su velocidad le coloca casi entre un escolta y un alero. Lanza, corre y penetra. Algo que también hacen Dragic y Shields, que deberían agotar y cargar de faltas a su par lo antes posible. Por suerte, o no, Abrines es un absoluto enigma toda la temporada. Quizá el más talentoso de todo los que coincidan en la pista, juega por instinto a un nivel que otros tienen que perfeccionar con técnica individual y trabajo durante años, no se sabe si estará a la altura, incapaz de dar un versión sólida desde su regreso de la NBA.

Le preguntaron a Ivanovic si son los dos mejores 'cuatros' del continente y amagó con un «entre los mejores seguro» antes de lanzar el guante. «Habrá que ver cuál de ellos es mejor». Sabe que en este 'last dance' el georgiano va a morir en la batalla y aún muerto continuará cabalgando si le atan al caballo. Hay que espolearle. Mirotic es otro estilo. Un virtuoso. La calma del que se sabe superior. No del que cree ser mejor. Del que sabe que lo es y que no por ello ganará el partido. Sus bailes y fintas en el poste son una de las trampas que pueden obcecar a los interiores azulgrana. Tanto Shengelia como Mirotic pueden decidir un partido para lo bueno y para lo malo. Arrastran a sus equipos. La clave será que no tiren en la dirección equivocada.

Hasta en esto se parecen los finalistas. Cuentan con ese reserva no necesariamente llamado a ser una estrella, pero que enciende por coraje a la grada. Ese que evita que el grupo se hunda. De cómo actúen Polonara, merevigliosa creatura del baloncesto proletario, y Oriola, merecido hall of famer con pinta de albañil que regresa del tajo, dependerá gran parte del resultado.

El base argentino tiene moho, como Austin Powers. No hay manera de denfenderlo. Y aunque está muy reñido con el tiro, él lo reconoce, también avisa «cuando empiecen a entrar los tiros todo va a ser muy diferente» Que se lo pregunten a Mumbrú y al Bilbao Basket. Lo mismo sucede con Heurtel, por cierto.