Cuando llegas a cierto nivel, y quien dice cierto se refiere al máximo nivel, hacer uso de las excusas supone ya el comienzo de un ... declive. Leí no hace mucho a una de las personas más reconocidas del ámbito del liderazgo empresarial decir que «tolerarnos las excusas en exceso es tolerarnos la mediocridad». Es verdad que en muchas ocasiones las circunstancias que nos acechan provocan que nuestro rendimiento no sea el deseado pero simplificar este rendimiento con un argumento que huya de la realidad se convierte en un camino que siembra demasiados recelos.
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En esta temporada post-Rudy, post-Chacho, post-Causeur, post-Yabusele y post-Poirier, el Real Madrid ha comenzado con problema de juego, de competitividad y, en consecuencia, de resultados. Está tan poco acostumbrado que ahora mismo provoca una llamada de emergencia a ese espíritu identitario de su ADN que exige atajarlo urgentemente. Este entorno con aroma catastrofista llena de 'nervios' al equipo, y cuando esto sucede, el juego, el compromiso y los resultados entran en peligro.
Hay un primer análisis que tiene que ver con las incorporaciones. Se debe cargar lo justo en su responsabilidad porque aunque atesoran mucha calidad, no es suficiente para un equipo que tiene el listón de la máxima exigencia desde el primer minuto.
Feliz -lesionado-, Rathan-Mayes, Garuba e Ibaka son muy buenos, pero necesitan tiempo y esa confianza que te da la competición y el colectivo para aclimatarse. Llama más la atención la mirada al resto del colectivo, experto y conocedor del 'estilo Madrid', que está ofreciendo más dudas en este inicio. Y este sí es un problema.
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«Sin Campazzo y Feliz, la duda es mayor, porque el Madrid se siente más cómodo en velocidad»
Todos los equipos, en especial los que aspiran a todo, tratan de armar los pilares de su proyecto desde la posición de '1' y '5' de máxima calidad. El Madrid los tiene: Campazzo y Tavares son referentes en toda Europa. La cuestión es que en medio, o bien por el estado físico actual que no es el mejor, o bien el rendimiento no está siendo el adecuado, aunque estemos a principios de temporada, está sucediendo más bien poco.
No se están viendo las versiones habituales de Llull, Musa, Deck, Abalde y Hezonja, incluso la propia dirección, que camina como todo cuerpo técnico entre el proceso de construcción y la exigencia del resultado, donde ahora mismo no sucede lo deseado. Sin resultado no hay proceso, y sin proceso hay dudas y extrema presión.
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El juego, que no ha variado desde hace años, pasa por mantener un estilo que incide sobre el faro de Tavares con cuatro abiertos con todas las ventajas que ofrecen jugadores como Musa y en especial Hezonja, y en el ritmo extra que impongan sus exteriores y sus bases. Sin Campazzo y Feliz, la duda es mayor, porque el Madrid se encuentra más cómodo en velocidad. Esta incomodidad se manifiesta en un exceso de individualidades, un exceso de energía agresiva que roza los límites del reglamento y un exceso de lecturas equivocadas del juego, con errores impropios de su identidad.
Con las rotaciones saltan aún más las dudas del rendimiento, se opta por el bloque duro continuista donde precisamente pone en jaque tanto el proceso, como el colectivo y las decisiones tomadas. El juego ayuda a salvar situaciones que deberían ser puntuales pero ahora mismo es la estructura del grupo, la visión colectiva y la identidad la que está en juego en el Real Madrid, y allí no valen excusas, solo las certezas y sus resultados.
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