El Piscolabis

Los Williams y las vallas

Unos hierros cruzados en un estadio de fútbol pueden ser la más hermosa y dura de las metáforas

Viernes, 14 de enero 2022

De valla a valla. De sueño a sueño. Pocas veces una foto carga tanta metáfora. Como la del abrazo de los Williams con su madre ... en Riad. Porque esa mujer tuvo que saltar otra con su hijo mayor en el vientre. El que el jueves prefería ver marcar al pequeño antes que hacerlo él. Hermano mayor con mucho de padre. Por eso el abrazo intenso de ambos en el verde. Por eso el llanto orgulloso de la madre en la grada. Y todo en un país que mantiene y alienta lo que provocó que esa mujer hiciera el petate y se fuera de su tierra. María, y su marido Félix, sabían que todas las vallas pueden saltarse. Lo hicieron. Yo también lo habría hecho. Y usted si huye de la guerra y el hambre. Pero no siempre sale bien. Ni todo el mundo elige el buen camino. Hay de todo entre los que entran y entre los que estamos. Pero, a veces, hay milagros. Como el de los Williams. Dos hermanos compartiendo un sueño y regalando glorias a su madre. Soy del Athletic hasta la médula. Mientras gane como si marca el utillero. Pero no pude evitar un plus de emoción al ver aquella escena. Otra valla. Pero dio igual. El abrazo fue infinito.

Publicidad

Días antes se había montado un debate a raíz de unos brazaletes morados que al parecer habían enviado a los equipos que jugaban este año la Supercopa. Se trataba de visibilizar la cruel situación de la mujer en Arabia Saudí. Nadie los ha visto. Pero dicen que existen. Una noble y hermosa idea si no fuera porque es imposible que los jugadores los saquen. Aquello no es Madrid, Barcelona o Bilbao para poder mostrar una crítica al gobierno y a la monarquía de turno. Allí no se andan con chiquitas. Lo suyo sería no ir a un lugar donde nutren el integrismo islamista, desprecian los derechos humanos y las mujeres son anuladas. Pero allí estamos. El poder del dinero. Da asco, pero es lo que hay. Tampoco pueden negarse. Jugar donde te digan, como otras cosas, forma parte de sus obligaciones. Otro asunto es que, de poder, hubieran declinado la invitación. Con decir que estoy obligado me quito el marrón. Pero lo que está claro es que no íbamos a ver un brazalete ni pintado en el brazo. Aunque se vio. No con forma de objeto, sino humana. Hagan cuentas y piensen cuántas veces se habrán sentado mujeres en esos asientos. Los saudíes tuvieron que ceder y aceptaron de manera excepcional público femenino como quien acepta pulpo de animal de compañía. A regañadientes. Y allí estaban. Muy pocas, pero ruidosas. Al menos las nuestras. Una seguidora por aquí, una novia por allá, hijas, hermanas y madres. Como María. O su hermana, tía de los Williams, que lloraba como si fuera la propia amatxu. Esa es la fotografía. La que no pueden impedir quienes ponen vallas físicas o culturales, entendiendo que llamar cultura a la opresión es un insulto a la inteligencia.

Mañana jugamos contra el Real Madrid. Hablo en plural porque jamás lograré ver al Athletic como algo ajeno. Creo que juego con ellos. Y por eso quiero que llegue el domingo como si calentara por la banda y Marcelino fuera a llamarme. La Supercopa no es el más hermoso ni deseado de los trofeos. Sobre todo si lo ganamos nosotros. Escuchando a ciertos rivales parece que sea un torneo de solteros y casados. Pero si lo ganan ellos se convierte en copa de valor mundial. Aunque más allá del valor deportivo está la parte simbólica. Si el domingo el Athletic vuelve a levantar esa copa será el cierre a la metáfora perfecta. El brazalete invisible más visible de los últimos tiempos. Por un lado por ser el triunfo de un fútbol que muchos quieren borrar. El balón hace mucho que lo mueve el dinero. En nuestro club también. Pero todo tiene un límite. Jugar la Supercopa de España en un país como Arabia Saudí viene a ser la patada definitiva a los mínimos principios que le quedaban al fútbol. Todos somos mayorcitos para saber que aquello no es Cuzcurrita del Río Tirón. Que todo no vale y que hay lugares que manchan el alma. Pero hay algo más. Quiero que se repita esa fotografía de los Williams con su madre. Porque se confirmaría que a una mujer, aunque algunos se empeñen, no hay valla que la detenga.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad