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Un talento al que le faltó creérselo
Ander Iturraspe cuenta con unas condiciones brutales para dirigir al equipo, para colocar las piezas y ejercer de patrón en la sala de máquinas, pero su falta de ambición le ha impedido demostrarlo más allá de dos temporadas, una con Bielsa y otra con Valverde
Ander Iturraspe (Abadiño, 30 años) dejará el Athletic en junio después de once temporadas en el primer equipo, con 320 encuentros en sus botas, ... una Supercopa, y la terrible sensación de que el equipo vizcaíno ha podido disfrutar muy poco de uno de los futbolistas con mayor talento de la plantilla. Lo tenía todo: calidad, colocación sobre el terreno de juego, físico y sentido táctico; sin embargo, salvo la primera temporada de Marcelo Bielsa y el primer curso de Ernesto Valverde, la aportación del rojiblanco ha estado muy por debajo de la brutal capacidad que guardaba en su interior. Asunto de mentalidad, de cabeza, de un futbolista que, ante el primer revés -pongamos una suplencia-, se hundía y no se levantaba. Eso le ha impedido ser un futbolista de referencia, ese que incluso llegó a estar en la preselección para el Mundial de 2014 con Vicente del Bosque. Era su momento máximo. En la cima. Pero, de repente, se precipitó hacia el abismo, también quizá por la ausencia de alguien dentro del club que supiera pulsar la tecla correcta y encauzar la elegancia que este profesional tenía sobre el césped.
Existe una anécdota ilustrativa de esta falta de ambición de un Iturraspe que podía haber liderado el centro del campo rojiblanco durante todo el tiempo que ha estado en el primer equipo. En esa primera campaña con Ernesto Valverde, con la clasificación para la Champions en el bolsillo, analizó ese billete conseguido para la competición europea que más brillo tiene con dos periodistas. Un éxito, por supuesto. ¿Se podría repetir? En su opinión, no. Consideraba un milagro lo sucedido, imposible que de que pudiera volver a ocurrir. Decía que el Valencia tenía un equipazo, que el Sevilla también... Ese, digamos, conformismo ha lastrado a un joven que, en sus orígenes, veía el fútbol como un simple juego, consideraba más importante compartir su tiempo con sus amigos de Abadiño que crecer en Lezama. De hecho, dejó la factoría vizcaína en edad cadete para estar con sus colegas de Matiena. Pero volvió, no sin muchos tiras y aflojas, una enorme labor de persuasión.
Debutó con Caparrós allá por 2008 en Málaga, pero no se puede decir, ni mucho menos, que se consolidase con el preparador sevillano. Fue Marcelo Bielsa en el que, en una operación de riesgo para muchos, le concedió el timón de una escuadra que maravilló a Europa, con exhibiciones como la de Old Trafford. Un recital. Distribuyó las piezas, movió el balón... Lo habitual en esos tiempos. Este joven con pinta de despistado y aire tranquilo, al que le gustan los videojuegos, hacía las delicias de la afición en la sala de máquinas. Por fin se lo creía. El argentino, en este sentido, le colocó en su diván y le hizo pensar que podía, que era capaz de gobernar el fútbol del Athletic, y ser un pilar dentro de esa maquinaria perfecta que era la formación del rosarino. Con él, por ejemplo, estrenó su cuenta anotadora -ha sumado tres tantos en su trayectoria profesional- con una diana frente al Rayo Vallecano desde la lejanía. «Es el que más he hecho porque yo sea futbolista de Primera», ha comentado en alguna ocasión.
Valverde también supo exprimir sus cualidades. Pero, por desgracia, duró poco. Una temporada. Poco a poco, la luz del faro de Iturraspe se fue apagando. Le penalizaron puntuales errores, como pérdidas de balón injustificables, cesiones de balón que eran como pegarse un tiro en el pie -frente a Córdoba y Granada-, tortuosas desconexiones... Y la afición empezó a perder la paciencia con este futbolista. Su protagonismo se diluyó. Le ganó la partida un futbolista como Mikel San José, un perfil distinto, que no daba el brillo que tenía en sus botas el futbolista de Abadiño. Es cierto que Txingurri lo intentó, buscó solucionar el expediente X que desde hace varios cursos era Iturraspe. Pero no lo consiguió. 25, 16 y 24 duelos de la Liga acumuló en los tres últimos ejercicios del actual técnico del Barça.
Con Ziganda, tampoco cambió demasiado la situación. Vale, jugó más, dispuso de más minutos, pero su juego, ese fútbol que tantas alabanzas provocó, no apareció sobre el césped en ningún momento. Hubo episodios, como el encuentro en San Mamés contra el Barcelona, que Ander encontró a ese Iturraspe deseado, pero se evaporaba rápidamente. Hasta ahora, con solo tres duelos en la Liga, uno solo con Garitano, y sendos choques en la Copa del Rey. Incluso se ha caído de las convocatorias: le ha ganado la partida Unai López. Los reveses, no sentirse importante, quizá tampoco contar con alguien que le empujara y que le hiciera rebelarse contra su angustiosa situación, le han atenazado y le han perjudicado. Y se marcha. La dirección deportiva ha estimado que no se le renovará el contrato. El Athletic pierde a un talento, pero al que le falta capacidad de superación y mentalidad para creerse el mejor.
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