Somos el Athletic Club. Lo digo por si alguien lo ha olvidado. Jugar citas importantes no nos es ajeno. Somos los segundos que más Copas ... del Rey han levantado. Si hablamos de Supercopas, compartimos tercer puesto con el Deportivo de la Coruña. Y somos los actuales campeones. Dejemos los pesimismos. Tan peligroso es abrir el champán antes del pitido final como no ponerlo a enfriar antes del inicial. A veces lo que funciona, sobre todo a nosotros, es ir a ver qué pasa. Así logramos las anteriores. Y quienes digan que la jugaremos sin laureles previos, solo por ser finalistas de Copa, que recuerden que la última edición la ganamos tras dar sendos repasos a Real Madrid y FC Barcelona en apenas tres días. Ejemplo de que una cosa es ir de humilde y otra de pupas. Bien lo saben nuestros rivales. Saldrían de nuestra costilla, pero tienen claro cómo castigarnos el hígado. Todavía supura la herida de aquella final con acento rumano. Fuimos como Peter Pan volando a ritmo de Bielsa. Y un Garfio, que se había pasado la temporada cojeando, nos rajó tres veces. Hace tiempo que el Atlético odia el sobrenombre de pupas. Con razón. No lo son. Nosotros tampoco.
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De hecho, el precedente de la Supercopa de España fue la Eva Duarte y la ganamos ante ellos en 1950. La única vez que nos enfrentamos. Ganábamos mucho y no había ansiedad. Demasiadas veces hemos sido el niño que abre el regalo y se queda parado mientras otro se lo lleva ante sus morros. Serán dos partidos. La última vez salieron redondos. Además en esta Liga, pese a perder o empatar, hemos merecido ganar a los tres rivales que nos esperan en Arabia Saudí. Que esa es otra. Más lejos no podía ser. Mejor. A veces el calor de la afición carga las piernas del jugador. Un pueblo sobre la espalda es mucho peso. Sobre todo cuando lleva tanta esperanza. No diremos aquello de que el fútbol nos debe una. El balón no necesita hacer cuentas con nadie. Eso es propio de pobres en Historia. Si ganas o pierdes será cosa tuya. O del destino. Otro asunto es que intentemos marcarlo. Ya lo hicimos antes. No serán esta vez once aldeanos en oriente. Pero son un puñado de chavales del último club fiel a una filosofía olvidada. Un oasis en el desierto del todo vale. Tampoco eso debe ser excusa. Sino acicate. Que quede claro, aquí no hay pupas. Si hay un lugar donde debe ganar el Athletic, por respeto al fútbol que fue, es en Arabia. Y si tiene que sonar que suene la trompeta sobre la arena. Porque si no la llevamos, si no creemos que es posible, ni ganaremos ni sonará jamás.
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