El problemón del Athletic
Que una gestora tenga que despedir al entrenador lo dice todo sobre la gravedad de la crisis del Athletic
La grave crisis del Athletic la define a la perfección el enorme trabajo que se le ha venido encima a la Junta Gestora «para proteger ... los intereses del club». Se trata de algo insólito en la historia rojiblanca. De haber sido siempre un ente casi simbólico elegido simplemente para gestionar una transición, un organismo hueco donde uno imaginaba a directivos tranquilos y ociosos buscando un entretenimiento con el que pasar el rato, hemos pasado a una gestora que recuerda al gabinete de crisis de Obama durante la operación Bin Laden. Ya saben: tipos remangados y ansiosos que ya se han quitado el nudo de la corbata, sudan, tienen los nervios al límite y empiezan a jurar contra el senador que impulsó la ley antitabaco.
Primero fue la renovación de Muniain, más que discutible. Si el jugador quería quedarse a toda costa, como confesó dándose casi palmadas en el pecho, no había prisa. Y si no había prisa, bien podía haber negociado ese nuevo pedazo contrato el presidente entrante. Lo de Berizzo es distinto. A Josu Urrutia no le quedaba otro remedio que prescindir del argentino en busca de una reacción. Y es que una cosa es que el Athletic haya demostrado ser un club muy paciente con los técnicos, lo cual me parece una virtud, y otra que esa paciencia no tenga un límite y a uno puedan acusarle de hacer el don Tancredo mientras su equipo se desploma. Como la pasada temporada, sin ir más lejos.
Lo cierto es que los resultados eran insostenibles. Trece partidos consecutivos de Liga sin conocer la victoria –y con el agravante añadido de no estar disputando competición europea– no hay cuerpo, ni siquiera el fornido rojiblanco, que los aguante. Ahora bien, pensando en que el sillón de Ibaigane tendrá nuevo inquilino este mismo mes, la situación adquiere unos matices complejos. Y más teniendo en cuenta que a ninguno de los dos aspirantes a candidatos le ha sido consultada esta grave decisión. Así lo aseguró Alberto Uribe-Echevarría ayer por la mañana en una entrevista radiofónica y convendrán conmigo en que, si Urrutia no se lo consultó a su antiguo contador, a un hombre al que casi se le saltaron las lágrimas escuchando su discurso de despedida en la asamblea, no hay ninguna posibilidad de que le haya pedido opinión a Aitor Elizegi. Quien, por cierto, dio sus bendiciones a la decisión del deustoarra de poner en el banquillo a Gaizka Garitano, algo que Uribe-Echevarría prefirió no hacer aduciendo que él todavía sólo era un socio, no un candidato.
La realidad es que el legado deportivo de Urrutia se está haciendo cada vez más oscuro. Y cuando digo legado, que me entiendan aquellos urrutianos que parecen tener problemas con el significado de las palabras y, al hablar de estas cosas, todavía siguen recordando las finales, las clasificaciones para Europa y el título de la Supercopa. Aquello estuvo fenomenal y hay que destacarlo como se merece a la hora de valorar una trayectoria, pero legado, como dice la RAE, es «aquello que se deja y transmite a los sucesores». En fin, que uno ha podido vivir años felices de banquetes, fiestas de disfraces y cacerías en un gran castillo, pero si lo que deja a su sucesor es un montón de deudas y el castillo lleno de grietas y goteras, éste será su legado.
Me pregunto si, cuando Uribe-Echevarría aseguró ayer que no le gusta que le califiquen de «continuista» porque percibe en esa palabra «un tufillo peyorativo» lo decía pensando en esto, en que es muy probable que, en caso de ser elegido, tenga que apechugar con un equipo en la zona de descenso tras haber quedado en el puesto decimosexto la pasada temporada. Es decir, con un problemón. De lo contrario, no se entiende. Porque una cosa es que el emisor del mensaje, el que le califica de continuista, sí pueda tener aviesas intenciones cuando elige ese adjetivo y otra, muy distinta, que él las asuma y se moleste del tufillo en lugar de decir que sí, que es continuista y a mucha honra. Pero, en fin, dejémonos de este tipo de consideraciones y vayamos a lo nuclear. Al problemón. Es decir, a la necesidad de reactivar como sea, de forma fulminante, una plantilla cuyo rendimiento está siendo lamentable. Si pensamos en su relación calidad-precio, directamente vergonzoso. Normal que a muchos aficionados les sentarán como un tiro algunos mensajes de apoyo y cariño a Berizzo por parte de sus futbolistas. Seguro que los merecía porque es un buen entrenador y ha sido un señor. ¿Pero quiénes le han condenado si no ellos?
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