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La magia del Athletic radica en su inimaginable capacidad para hacer soñar a la afición. De toda edad y condición, y de cualquier rincón. «Cuarenta años hemos esperado para volver a ver la gabarra surcando la ría. Sabíamos que ese día, tarde o temprano, iba ... a llegar; y aquí estamos». Lo cuentan dos toledanos, los hermanos Fernando (55 años) y Roberto Romero (51), que heredaron de su padre la pasión por la camiseta rojiblanca. «Nos hemos venido a Bilbao con las familias para celebrarlo». Siguieron la final de Sevilla a través de las pantallas de San Mamés y ayer domingo se acercaron a los muelles del Museo Marítimo para contemplar de cerca la embarcación en la que viajan los sueños. Muchos aficionados tuvieron intención de hacerlo, aunque la lluvia lo puso difícil por la mañana.
Los toledanos llegaron a tiempo. Antes de que comenzara a caer el agua, que se asomó a la capital vizcaína a primera hora de la tarde. Según contaron, nadie en el grupo se planteaba la vuelta a casa sin ver antes la embarcación más legendaria que jamás se haya visto en la ría. «¡Que si nos gusta el Athletic! Somos ultras...», bromea el más joven de los dos hermanos. «Nuestro padre, que trabajó muchísimos años en Bizkaia, nos lo metió en la sangre y no sabe usted bien hasta qué punto. Mire -exclama para poner por delante la prueba de que lo que dice es absolutamente cierto-, estos son nuestros hijos. Se llaman Aitor, Jon Ander... ¡Qué más pruebas quiere! Aunque no lo crea, en Castilla La Mancha hay muchísima afición al Athletic».
Fernando, el mayor, recuerda «con absoluta nitidez» el último paseo por la ría de la gabarra, el de la Copa de 1984. «Tenía 15 años y lo seguí por la radio. ¡Qué tiempos! ¡Por la radio...!», se repite. «Hablaban de que había un millón de personas pegadas a las márgenes de la ría, desde Las Arenas y Portugalete hasta Bilbao. Todos querían ver al equipo campeón de Javier Clemente...». A Zubizarreta, Goikoetxea, Liceranzu, Sarabia, Patxi Salinas, su hermano Julio, Dani... «Lo recuerdo como si fuera ahora mismo. ¡Qué alineación! Los tenía todos en aquellas colecciones de cromos que hacíamos entonces!».
La gabarra -que hoy abandonará su dique seco para ser nuevo botada a las aguas del Nervión- surcó la ría en dos ocasiones. La primera el domingo 1 de mayo de 1983, cuando los de Lezama se proclamaron campeones de Liga. Un año después, en 1984, la experiencia se repitió al lograrse el que era hasta ayer el último título de Copa. Fue frente al Barça de Maradona, en un partido que terminó en tangana. El imaginario colectivo ha engrandecido tanto aquellas dos travesías que buena parte de la población piensa que la barcaza que luce en el Museo Marítimo está ligada a la historia del Athletic desde los orígenes del club o casi. Pero no es así. La memoria es traicionera.
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Jesús Gómez Peña
«La gabarra es un sueño flotante. Es difícil explicar lo que se siente al saber que volverá a navegar por la ría», explica el bilbaíno Aitor Villasante, que este mediodía ha acudido a visitarla junto a su esposa Raquel Hinojosa y las hijas de la pareja, Eider, de 6 años, y Mikele, de 3. Ni ellos ni los amigos que les acompañan, Iratxe Pesquera e Igor Franco, vivieron los días de gloria rojiblanca en aquel país que se abría a la democracia; pero hoy la observan «como lo que es, toda una leyenda, un animal mitológico». Contemplarla de cerca es, según dicen, «todo un acontecimiento familiar».
La sola idea de la victoria, de que el viejo remolque marítimo vuelva a lucir al equipo campeón triunfal por las aguas del Nervión provocó la noche del sábado una avalancha de público en los muelles del Museo Marítimo. Decenas de aficionados que presenciaron el encuentro a través de las pantallas de San Mamés se acercaron a la zona en procesión para venerar la reliquia. La Policía Municipal tuvo que acudir al lugar para impedir que el público se subiera en ella o acabara dañándola. La presión popular llevó a restaurar la embarcación en 2020 ante una hipotética victoria del Athletic que no acababa de llegar. Ahora, por fin, hay título y gabarra.
Los Boga, Juan, de 38 años y su esposa Vanesa Ortiz, de la misma edad, están planteándose pedir el día libre en el trabajo para volver el jueves desde Burgos con sus hijos Oier, de 6 años y el pequeño Ian, de 3. Están deseando sentir eso que han oído y visto en imágenes tantas veces, pero que nunca pudieron vivir. «Ayer los críos flipaban con lo que vivieron en el campo. Nos hacía mucha ilusión disfrutar de una posible Copa en San Mamés, asistir al recibimiento del equipo sería ya una gozada», explicaban los padres.
Nunca se le olvidará la gabarra de 1984 a Unai Sangróniz, un bilbaíno de 51 años que vive en Pamplona desde hace cinco junto a su esposa Leire Cabrero (48), de Gallarta. «Imposible... Mi padre me había prometido llevarme a Madrid a ver la final, pero no pudo ser porque coincidió con mi Primera Comunión. Como vivíamos en Campo Volantín, la vimos llegar desde un mirador privilegiado». El jueves les toca currar. Por eso ayer decidieron ir a saludarla al Museo Marítimo. Mataron el gusanillo, pero se les afilaron los dientes. «Lo veremos por la tele», se conforman. Bilbao se prepara para el paso de un cometa. Cruzó la ciudad hace 40 años y en cuatro días vuelve. No fue un sueño. Los tiempos de gloria del Athletic han regresado.
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