La mujer que se 'coló' en la gabarra de 1984
Casualidad ·
El destino llevó a Piedad Diego, afincada en Venezuela, pero originaria de Getxo, a disfrutar del doble triunfo como si fuera una jugadora más del AthleticSi se detienen a mirar con atención alguna de las fotografías de cuando la gabarra surcó la ría en 1984 seguramente encuentren un rostro que ... no logren reconocer. Una misteriosa mujer vestida de rojo (¿casualidad?), camuflada entre el bullicio y la lógica euforia de los jugadores después de haber ganado la Copa y la Liga. Les adelanto ya que no era Sara Estévez, la primera mujer cronista deportiva y, hasta que se ha destapado este secreto, la única que podría haber estado a bordo de la embarcación en aquellos tiempos. Tampoco era ninguna operaria del Puerto de Bilbao, ni formaba parte del Athletic. Y se preguntarán.. ¿quién podría tener el privilegio de acompañar a los rojiblancos desde Las Arenas hasta Bilbao sin tener responsabilidad alguna?
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Su nombre era Piedad Diego (1924) y aunque no se lo lleguen a creer del todo, entró en la gabarra «sin darse cuenta». Por pura casualidad, como que no quiere la cosa. Afincada en Venezuela, pero originaria de Getxo, esta aficionada del Athletic estaba de vacaciones en su municipio natal el día que la gabarra volvió a deslumbrar Bilbao. Cruzó el charco a conciencia para poder ver la final de cerca, pero la tarde de ese lunes de mayo ella estaba tomando café en una terraza con su hermana y su cuñada cuando vio, de repente, cómo una muchedumbre comenzó a acercarse a la ría. Reaccionó al instante. Sabía que algo tendría que ver con la gabarra y sin pensárselo dos veces, se levantó de la mesa, cogió su cámara de fotos y se fue sin imaginar lo que le ocurriría poco después.
A escasos metros de los rojiblancos Piedad empezó a hacer instantáneas (era fan de la fotografía) y sin apartar la mirada del objetivo de pronto se encontró en la popa de la embarcación. El furor, y por qué no decirlo, también el destino, la condujo poco a poco, deslizándose entre la multitud, hacia el calor de la victoria. Aunque Piedad murió hace varios años, su historia es recordada por dos de sus hijos, Begoña y José Luis, quienes hasta la fecha no han sido «conscientes de lo que implica la gabarra» y el «sentimiento que ésta genera entre los vizcaínos».
A ellos la historia se la contó hace cuarenta años su propia madre en su regreso a Venezuela, aunque otros tantos, como sus primos tuvieron la oportunidad de verla por la televisión. «Creo que algunos pensaron que sería una periodista porque sino no lo entiendo», dice Begoña intentando descubrir cómo logró 'colarse'.
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- ¿Y cómo volvió a casa si sólo cogió la cámara de fotos?
- Le pidió ayuda a Dani y fue él quien gestionó que le dieran unas pesetas para regresar a casa en el tren. Mientras tanto aprovechó para sacarse una fotografía.
- ¿Y qué os dijo sobre él?
- Estaba feliz. Nos comentó que era encantador y que lo primero que pensó cuando se dio cuenta de que estaba subida en la gabarra fue: ¡De aquí no me bajo ni loca!
Sus dos hijos, que guardan en casa reliquias como una fotografía de la temporada 1949-1950 firmada por todos los jugadores de la época, la cámara de fotos que viajó junto a Piedad el gran día, o los recortes de prensa en los que se ve a su madre subida en la gabarra, recuerdan que es gracias a ella por lo que ahora son fans de los leones. «Mi madre venía todos los veranos a vernos, ya que tres de los cuatro hermanos vivíamos en Euskadi, y aunque no había Liga, siempre aprovechaba para llevarnos a San Mamés a disfrutar del Torneo del Athletic. Era una forofa y consiguió que a nosotros nos picara el gusanillo por el fútbol», explica José Luis con emoción. En el caso de Begoña, que aún residía en Venezuela, «esperaba a las ocho de la tarde a que un reportero español de un programa deportivo contase las novedades de España».
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La historia es recordada por dos de sus dos hijos, que no han sido conscientes de su importancia hasta ahora
Hasta el final
La pasión de Piedad por el Athletic nunca se apagó. Ni siquiera los años en los que estuvo en Venezuela sin poder ver a su amado equipo ni en vivo, ni desde la pantalla de un televisor. Es más, narran ahora sus descendientes que cuando era «muy mayor y no podía salir de casa» se divertía junto a su marido, al que conoció en Latinoamérica pero que también era vasco (¡otra casualidad!), «viendo las retransmisiones de partidos antiguos que habían grabando durante las temporadas».
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