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Está bien la humildad, que como todo el mundo sabe es una virtud y no una señal de flojera. Está bien como estilo, siempre que no sea hipócrita, afectada o meliflua en plan Uriah Heep, y es además un buen parapeto frente a las decepciones. ... Es lo que tienen los sueños muy llamativos, que como suelen ser a menudo de improbable realización pueden conducir a la melancolía cuando no se alcanzan. Pero no por ello hay que dejar de soñar.
Improbable no es sinónimo de imposible. No es cierto, como se les repite tanto ahora, con alguna inconsciencia, a los niños, que pueden llegar a ser lo que se propongan. No, para ser astronauta o pianista de concierto no basta con tener ganas. El ideal está seguramente en ser capaces de disfrutar de los sueños a nuestro alcance mientras se persiguen, poniendo el mayor empeño, apretando los dientes, esforzándose para que se hagan realidad, pero también sonriendo mientras tanto, disfrutando en la pelea, y en aceptar con deportividad el lugar adonde finalmente se llegue, en el fútbol y en la vida en general. No importan tanto la meta como el camino, los puertos de arribada final como las experiencias vividas durante cada singladura. «Ítaca te regaló un hermoso viaje», le dice Cavafis a Ulises en su inolvidable poema. Así que disfrutemos de una temporada que se nos promete ilusionante, aunque no todas las peripecias en ella vayan a ser satisfactorias.
«A lo bajini», repite Iñaki Williams, y sonríe mientras lo dice de un modo tan pícaro que nadie duda de que no piensa por ello renunciar a nada sino todo lo contrario, está pensando en darles un buen susto a los favoritos de siempre sin hacer ruido, con humildad, pero con determinación. El Athletic no empezó bien el año nuevo, necesitó de los penaltis para eliminar al voluntarioso Logroñés, pero, en fin, buena parte de los trofeos del Madrid provienen tanto de las victorias fulgurantes como de ganar todos los años cuatro o cinco de los partidos en los que no juega bien.
Echen la cuenta. Después vino el Barcelona en la Supercopa, y no pasa nada por perder con el Barcelona que le dio una buena tunda al Madrid días después. El Athletic no estuvo en su mejor versión aquel día, careció de ese ímpetu que mejor le caracteriza, pero tampoco su juego fue tan desvaído como repetía de manera contumaz algún comentarista de televisión, y objetivamente tuvo tantas oportunidades de gol como su rival. Fue eliminado de la Copa por Osasuna en un partido que no mereció perder, en el que fue notablemente superior, si bien cometió algunos errores que resultaron decisivos. Y ahora, de nuevo en la Liga, acaba de ganarle claramente al Celta, que venía de poner en apuros en la Copa al Madrid, y es un buen equipo que en la Liga se había hecho fuerte en su estadio. De manera que casi sin darnos cuenta hemos pasado de la decepción de la Copa a alcanzar en la clasificación a un Barcelona que había metido miedo y muchos goles al comienzo de la temporada, entre ellos nueve en dos partidos al Madrid, un Barcelona del que nadie duda que va a competir por la Liga hasta el final.
Está bien la humildad, pero también la ambición sustentada en hechos. La humildad no está reñida con la ambición. Humildad por ejemplo para jugarles con el mayor de los respetos a los equipos humildes, como el próximo visitante en la Liga, el Leganés, es decir, empleándose con ellos tan a fondo como ante los grandes. El Athletic es ahora mismo uno de los mejores equipos de la Liga, lo dice su clasificación y lo dice su juego, su intensidad, la brillantez de sus figuras, la eficacia de los relevos, la potencia, el ritmo, la solvencia defensiva y el número de ocasiones manifiestas de gol en cada partido. No es un sueño loco aspirar a Europa, incluida la Champions, ni lo es llegar lejos en la Europa League, soñar con la final de San Mamés. Y puestos a soñar, por qué no hacerlo con disputar la Liga. El Athletic del 82/83 empezó a ganar la Liga cuando se atrevió a soñar con ello. Era un buen equipo que entonces se convirtió en un gran equipo.
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