Marcelino aterriza de golpe en la realidad
Enfadado consigo mismo y muy preocupado por el efecto devastador de la presión en el equipo, el técnico incidirá desde hoy en el trabajo mental
El pasado 20 de marzo, al término del partido contra el Eibar -empate a uno en San Mamés con un Athletic muy vulgar en el ... último ensayo antes de la final ante la Real-, Marcelino compareció ante los medios visiblemente enojado y también inquieto. No dejó de golpear la mesa con los nudillos y dijo que lo que había visto en el terreno de juego le había producido «tristeza». El técnico asturiano no da puntada sin hilo y sus palabras condensaban un doble mensaje directo al vestuario: dejarse ir en la Liga no era la mejor manera de afrontar un choque como el de La Cartuja y, además, tener la cabeza sólo en Sevilla podía resultar pernicioso porque la mochila emocional estaba ya suficientemente cargada por el ruido exterior. No era necesario añadirle el incontrolable peso de la responsabilidad personal. Algo había detectado ya el de Careñes en el ambiente general y en el seno del grupo que le provocaba desasosiego.
Las reflexiones de aquel día tuvieron continuidad el sábado tras la debacle en la capital andaluza. «Nuestro gran problema fue el exceso de obligación». Marcelino ha aterrizado de golpe en la realidad. Tan vertiginoso fue su paseo por las nubes, simbolizado en el éxito del título de Supercopa después de ganar al Real Madrid y al Barcelona, como el descenso a un casi volver a empezar pero con la plantilla hundida. El entrenador está enfadado consigo mismo porque, aun siendo consciente de lo que la Copa representa tanto para el club como para Bizkaia entera, no llegó a imaginar hasta qué punto era así y la desmesurada presión que este clima había generado en su tropa. Tanta que, visto lo visto en la final, la anuló por completo. Ganar se había convertido para los leones casi en una imposición después de 37 años de sequía y, especialmente, tras las derrotas en las finales de 2009, 2012 y 2015. El asturiano ya lo sabe.
El asturiano no llegó a imaginar la desmesurada presión que el clima por la Copa generó en el equipo
mochila cargada
Marcelino está dolorido porque apuntalar el aspecto mental es una de las señas de identidad de su manual de mando. Más allá de caer en el derbi, que ya de por sí es muy duro, al técnico le preocupa que los plomos se fundieran no tanto por la entidad del adversario sino por el hecho de que el peor enemigo, el exceso de responsabilidad, haya anidado en la caseta. Que el miedo escénico invisibilizara a 'su' Athletic. «Con el paso de las horas la mayor frustración que vamos a tener es no haber sido nosotros mismos», afirmó en Sevilla. Su turbación está justificada porque en apenas dos semanas, a la vuelta de la esquina, los rojiblancos tienen la oportunidad de redimirse ante el Barcelona, su verdugo en las finales coperas de hace doce, nueve y seis años. Y si la fortaleza mental es siempre importante para afrontar los grandes retos, se antoja imprescindible para enfrentarse a un Barça que no deja de crecer.
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¿Hemos aprendido algo?
Energía positiva
En 2012, cuando los rojiblancos perdieron ante el Atlético en Bucarest, Marcelo Bielsa les dejó un tiempo prudencial de duelo para interiorizar el varapalo. El argentino pudo hacerlo porque sólo restaba una jornada de Liga -intrascendente- ante el Levante y porque luego disponía de trece días para preparar la final del torneo del KO ante el conjunto azulgrana. Ahora es diferente. A Marcelino lo que le pide el cuerpo es encerrar a los suyos y aislarles del mundanal ruido para quitarles al menos la carga exterior y centrarse en la interior. Tras la dura experiencia ante la Real Sociedad, el asturiano ha comprendido que su tarea fundamental es la recuperación anímica y mental del vestuario. Su trabajo deberá ser mixto porque la competición no para. Ya mismo, el miércoles, el Athletic juega en Anoeta contra el campeón de Copa y, el sábado, recibe al Alavés antes de otra semana velando armas con la vista puesta de nuevo en La Cartuja.
El entrenador ha pasado de gestionar el éxito porla Supercopa a asumir el mando de una plantilla rota
del cielo al infierno
El equipo se encuentra a diez puntos de la séptima plaza y la suerte en la competición de la regularidad está prácticamente echada. El entrenador ha asumido que el aislamiento total es una quimera y que con el paso de los días volverán a resonar los ecos de una nueva final que en mayor o menor medida se colarán en el vestuario, así que interpreta los choques ante la Real y el Alavés como eventuales fuentes de energía para afrontar en mejores condiciones la nueva cita con la historia ante el Barcelona.
Quiere energía positiva, no una sobrecarga, como entiende que ha sucedido en el que ha supuesto su primer gran borrón desde que llegó a Bilbao para dar vida a una plantilla abotargada. Marcelino también necesita levantarse y buscar estímulos porque los entrenadores sienten a veces los avatares de la presión y centrarse en el día a día les sirve para espantarlos y no mirar más allá.
En su ardua tarea para levantar a sus futbolistas va a necesitar cómplices. Un apoyo fundamental será Raúl García, por su veteranía, su gen competitivo y el predicamento que tiene entre sus compañeros. No es casualidad que sea el navarro quien comparezca esta tarde ante los medios antes de la sesión preparatoria en Lezama.
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