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Rafa Mir e Iñigo Martínez, en una jugada del partido disputado en San Mamés. ignacio pérez

La mala suerte

Pese a anular en San Mamés a un rival de la entidad del Sevilla, el Athletic pierde otro partido por su inexplicable falta de puntería

Lo tenían más fácil los cronistas de la antigüedad. El destino descansaba en las rodillas de los dioses, que se inmiscuían por favoritismo en las ... disputas de los hombres y desviaban la trayectoria del balón. Más difícil es encontrar la razón de las repeticiones inexplicables, y entonces hablamos de la suerte.

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El Athletic jugó una gran primera parte en la que dominó por completo al Sevilla, un equipo habitualmente solvente, que se vio desbordado hasta el punto de cometer numerosos errores como consecuencia de la presión, la intensidad en los duelos, las recuperaciones inmediatas tras cada pérdida por parte de los futbolistas del Athletic, quienes salían de inmediato tocando bien el balón, encontraban los espacios y, lo que es más importante, tuvieron seis ocasiones muy claras de gol que, inexplicablemente, una vez más, no supieron aprovechar. Pegaron dos palos, y más claras aún fueron las que tuvieron Raúl García y Muniain, que no acertaron ante el portero.

«El partido ante el Sevilla fue de los de salir tristes, aunque no decepcionados»

El partido con el Sevilla se pareció al del día del Madrid, no al del Getafe, es decir, fue de los de salir tristes, aunque no decepcionados. El Athletic volvió a jugar un buen partido ante quien venía como un buen rival, y fue mejor que él si olvidáramos el maleficio ante el gol. En temporadas normales nos hubieran consolado, aun perdiendo, la entrega, el buen juego, la elaboración y las oportunidades de gol, aunque se fallaran, pero lo que se está fallando en esta temporada no es normal. El Madrid y el Sevilla son de esos equipos que tienen la virtud de ganar incluso algunos partidos en que no lo merecieron. No mereció ganar el Madrid, y menos el Sevilla, que tiró en una sola ocasión a portería y no como consecuencia de una jugada, sino de un rechace afortunado. Delaney, un suplente habitual, la pegó como en su vida y la clavó por la escuadra.

Durante todo el partido, y en especial a lo largo del primer tiempo, el Sevilla hizo un fútbol pobre, cicatero y mezquino, que obtuvo un premio muy inmerecido. Incluso en un campo neutral el público se habría volcado con el Athletic, como hizo San Mamés.

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En el segundo tiempo el equipo lo siguió intentando, pero ya sin la efervescencia del primero, a medida que iba perdiendo potencia y el Sevilla ocupaba mejor los espacios. Abusó entonces de los centros voluntariosos que eran verdaderas golosinas para los buenos centrales y el buen portero del Sevilla. Tuvo el gol Muniain. De nuevo solo ante el portero la pegó alto con la zurda.

Entre los datos como de baloncesto que dio Marcelino para explicar sus elogios al equipo, incluso en los partidos muy malos, figuraba el alto número de centros al área, una jugada que siempre gustó en San Mamés, especialmente cuando el equipo tenía buenos centradores y rematadores, pero no sabría citar ahora mismo a un buen centrador en jugada, y el mejor rematador es Íñigo Martínez, quien solo puede exhibir esa habilidad a balón parado. No siempre esos centros son expectativas de gol, en ocasiones son meras tentativas a ver si hay suerte, sin contar los rematadamente desafortunados.

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