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El sentimiento rojiblanco, ese que va más allá lo futbolístico, se extendió por todos los corazones que sienten el Athletic. Jesús Andrade

Sentimientos encontrados

Análisis ·

La victoria rojiblanca no resolverá los problemas a los que nos enfrentamos, pero el subidón anímico que ha generado tendrá, a buen seguro, un impacto positivo en nuestras vidas

Juan Ignacio Pérez Iglesias

Cátedra de Cultura Científica Kultura Zientifikoko Katedra

Lunes, 8 de abril 2024, 00:03

Aunque me gusta el juego, detesto casi todo lo que rodea al espectáculo futbolístico. En las últimas décadas, el fútbol ha ganado presencia en el ... espacio público y relevancia social. Es un fenómeno intrusivo en grado sumo. Omnipresente en los medios de comunicación, es el asunto más importante en las vidas de muchos hombres -en muy inferior proporción en las de las mujeres- y de la gran mayoría de los adolescentes y jóvenes de sexo masculino.

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Ha generado una subcultura masculina cuyas consecuencias a largo plazo estamos lejos de poder calibrar. A su alrededor se mueven cantidades extravagantes de dinero. Se permiten los tejemanejes de directivos y el lavado de cara de regímenes políticos abyectos. Las estrellas ganan sumas obscenas que las aficiones dan por bien gastadas, algo que sería impensable en otras facetas de la vida social. Se les perdonan o disculpan actitudes que se reprueban en cualquier otro ámbito.

La adhesión a un equipo ha sido motivo para que una parte no desdeñable de su afición exculpe agresiones sexuales (presuntas o probadas), justifique delitos fiscales, insulte a jugadores por el color de su piel... y otras vilezas. En el mundo del espectáculo futbolístico parecen haberse suspendido valores que creemos esenciales en una sociedad sana. Podríamos pensar, incluso, que se promocionan los vicios contrarios a esos valores.

Me alegré por los miles de hombres y mujeres, niños y niñas para quienes estos días han pasado a ser los más felices de sus vidas

Anteayer nos retiramos pronto a dormir. En casa hace años que prescindimos del televisor. Nunca vemos fútbol, tampoco lo vimos el sábado. Supe del resultado en la madrugada del domingo. Y me alegré con la victoria del Athletic. Me alegré por los miles de hombres y mujeres, de chicos y chicas, de niños y niñas para quienes estos días han pasado a ser de los más felices de sus vidas. Me he recordado a mí mismo hace cuarenta años, emocionado, inmerso en una multitud rojiblanca en el Arenal. He recordado la alegría que sentí entonces, como con las victorias en las ligas del 83 y 84. Me he alegrado por la alegría de mis conciudadanos, de mis vecinos, de mis amigos.

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La alegría es buena para la gente, para su salud y para su estado de ánimo. Son tiempos de zozobra e incertidumbre, como lo fueron los primeros ochenta del pasado siglo. Venimos de una pandemia terrible y quizá nos encontremos en un contexto prebélico. Mucha gente está preocupada -angustiada, incluso- por lo que nos deparará el futuro inmediato. En esta situación, una inyección de ánimo a la ciudadanía puede tener efectos revitalizadores, que ayuden a superar dificultades y afrontar el futuro con ilusión.

El resultado del sábado no resolverá los problemas ni eliminará los retos a los que hemos de hacer frente. Pero el subidón anímico que ha generado tendrá un impacto positivo, como lo tuvieron las victorias de hace 40 años en momentos duros e inciertos. Por eso y por el placer que me produce ver a la gente feliz, me he alegrado de la victoria.

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