La resurrección de Yuri
El lateral izquierdo fue en La Cartuja el líder de un equipo que completó un partido enorme en un escenario y ante un rival que exigió al máximo hasta el último aliento
A sus 35 años cumplidos y muchas batallas en el cuerpo daba la impresión de que Yuri estaba dando sus últimas boqueadas en el fútbol ... de élite. Observando sus actuaciones a lo largo de la pretemporada, viéndole tumbado en el suelo con calambres en los últimos minutos del anterior partido en San Mamés, parecían confirmarse los malos presagios. Más de uno ya había empezado a hablar de Berchiche en pasado, teniendo en cuenta, sobre todo, que más allá de su innegable calidad, ha sido su despliegue físico lo que le ha convertido en el dueño de la banda izquierda del Athletic en las últimas ocho temporadas.
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Pero cuando ya estábamos mirando el relevo, hete aquí que a Yuri le dio por recobrar el protagonismo para dictar una lección de la importancia que puede adquirir un lateral, en principio una posición periférica, en el juego de conjunto. En La Cartuja Yuri fue el líder de un equipo que completó un partido enorme en un escenario y ante un rival que exigió al máximo hasta el último aliento, hasta cuando el choque se encanalló después del gol del Betis, convirtiendo un partido que había sido vibrante en una trifulca callejera.
Yuri se llevó el merecido premio a su despliegue cuando provocó con su centro el autogol de Bartra que abría el camino de la victoria al Athletic. Para entonces ya había dado muestras sobradas de que la tarde era suya. Así, a ojo de buen cubero, y sin mirar ninguna de esas estadísticas que todo lo detallan, no nos equivocaremos si afirmamos que Yuri no cometió un solo error en todas y en cada una de sus intervenciones, y no fueron pocas.
La verdad es que Yuri fue el líder de un gran equipo. En el debut fuera de casa esta temporada nos encontramos con el mejor Athletic que hemos visto hasta la fecha. Sin las lagunas que ha padecido en sus dos choques precedentes en La Catedral, manteniendo siempre el orden entre líneas, sin perder la cara en ningún momento a un Betis que planteó el partido en unos términos muy exigentes.
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Fue un choque intenso, uno de esos partidos peleados en el alambre que se suelen decidir por un detalle. Como aquel mano a mano con el portero que desperdició Iñaki Williams, o su voleón a las nubes cuando Sancet le había vuelto a dejar solo ante el portero con un pase profundo. Afortunadamente para el Athletic, no fueron esos los detalles que determinaron el destino del partido; por una vez y sin que se sirva de precedente, la mala suerte se fue al otro bando cuando Bartra, que estaba siendo otro de los destacados, fusiló de cerca a su portero, noqueando al Betis cuando todavía quedaba media hora por jugar.
Ahí se vio que el equipo de Pellegrini tiene mandíbula de cristal. Toda la intensidad que había mantenido hasta entonces dio paso a la resignación ante un Athletic que se creció más si cabe con el marcador a favor para dominar definitivamente la pelota y el juego. Solo quedaba que corrieran los minutos cruzando los dedos para que no pasara alguna de esas cosas raras que le suelen pasar al Athletic en los campos sevillanos tan a menudo.
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Robert Navarro, uno de los fichajes del verano que sigue esperando turno, salió del banquillo para poner un centro con gusto que Bartra, otra vez él, peinó para que Paredes cabeceara a la red el gol que finiquitaba el partido.
Pero en alguna parte debe estar escrito que el Athletic está condenado a sufrir siempre hasta el último aliento. El Betis ni siquiera iba a por la pelota a esas alturas, pero en alguna de las varias que le regalaron consiguió llegar a la línea de fondo y acortar distancias en el último minuto de la prolongación.
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Lo sencillo es recurrir al esoterismo para tratar de encontrar una explicación al prodigio de que el Athletic acabara poco menos que pidiendo la hora y con dos tarjetas rojas, Padilla y Valverde, cuando un minuto antes La Cartuja era un funeral que velaba el cadáver del Betis. Pero seguro que Valverde encuentra una explicación más terrenal en cuanto repase las imágenes de esos últimos minutos. Hay cosas que saltan a la vista como alguno de los balones regalados en fase.
El partido del Athletic no merecía un final tan desagradable, pero mejor quedarnos con lo bueno; con un equipo que proyectó la mejor imagen en lo que llevamos de curso en un escenario de la máxima exigencia. Yuri jugando como si tuviera 25 años y el equipo recobrando las buenas sensaciones son razones añadidas para celebrar el pleno de puntos por todo lo alto.
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