La manita es un sopapo de realidad que pone algunas cosas en su sitio
Esto es lo que da de sí una plantilla desequilibrada y no precisamente bien gestionada como la del Athletic
Solo el Barcelona le había metido cuatro goles al Athletic esta temporada. La Real Sociedad y el Girona le hicieron tres. Y punto. Los rojiblancos ... han sido en general un grupo fiable y competitivo que casi siempre ha vendido muy caras sus derrotas. Los cinco que le marcó el Villarreal se entienden por la precariedad con la que llegó el equipo a este partido. De pronto, en el tramo decisivo de la temporada, las lesiones se han acumulado hasta desmoronar una estructura que había sido sólida. La alineación de Valverde estaba sujetada con alfileres y en cuanto el rival apretó un poco saltaron todas las costuras.
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La manita es un sopapo de realidad que pone algunas cosas en su sitio. Esto es lo que hay. Esto es lo que da de sí una plantilla desequilibrada y no precisamente bien gestionada. Si cualquier equipo sufre si le faltan sus piezas más sólidas, el Athletic, directamente, se derrumba.
Si, como se suele decir, se aprende más de la derrota que de la victoria, el Athletic ha debido de adquirir conocimiento suficiente como para hacerse una composición de lugar muy precisa sobre sus posibilidades reales, su triste presente y, sobre todo, sobre un futuro que pone los pelos de punta.
A la vista de cómo iba transcurriendo la semana y al margen de los mensajes que partían de Lezama, se hacía más y más complicado confiar en que el Athletic podría sacar algo en limpio de Villarreal. Se cumplieron los peores presagios y el equipo se cayó porque colapsaron sus cimientos. Por decirlo de una manera suave, los que salieron dieron la cara pero solo para que se la rompieran.
Había que ser muy optimista para soñar con que en estas condiciones el Athletic podría aspirar a algo en este partido. Y eso que en su arranque los de Valverde demostraron una valentía rayana con la temeridad. Los hermanos Williams perdonaron entonces lo imperdonable pero Unai Simón también tuvo que responder con dos paradones a las réplicas de un Villarreal que descubrió muy pronto el camino hacia la portería.
El partido estaba en equilibrio precario, cualquier error podía inclinar la balanza y el error llegó, cómo no, desde el lado más proclive a sufrirlo. Lekue rompió el fuera de juego de Jackson, Yeray le hizo una falta muy peligrosa al borde del área, y Baena la transformó en un golazo. Nuestro gozo en un pozo. Todas las buenas intenciones y las buenas maneras que había mostrado el Athletic hasta entonces se vinieron abajo de un plumazo.
Los problemas defensivos del equipo ya no eran ningún secreto y el Villarreal hacía sangre por el costado de Lekue, el más vulnerable, como no podía ser de otra forma tratándose de un jugador que regresaba después de una larga ausencia y que, encima, no tuvo ninguna ayuda de sus compañeros.
El Athletic se despeñaba por el costado derecho y por el centro de su defensa y si alcanzó el descanso con un hálito de vida fue por una de esas jugadas absurdas que a veces se suelen producir en el fútbol. A la vista de lo ocurrido en el primer tiempo, el equipo parecía condenado a caer por muerte dulce. Es verdad que al regreso del vestuario quiso repetir su esperanzador inicio de partido, pero el artificio solo duró cuatro minutos. Herrera, que ni iba al ataque ni volvía en defensa, dejó a su espalda a Baena y éste condujo un contragolpe letal.
Y entonces llegó la debacle. El cuarto gol llegó un minuto después de que Valverde hiciera un triple cambio. El partido estaba siendo un purgatorio para el joven Paredes, que acabó en el infierno del autogol con el que culminó una jugada en la que quedo retratado como un jugador absolutamente superado y falto de confianza. Pero tampoco es cuestión de responsabilizar de nada a un recién llegado que, para colmo, formó pareja con un compañero mermado y muy lejos de sus mejores condiciones.
Esto ya es algo más que una crisis de resultados, es una depresión en toda regla, aunque mientras la clasificación no diga lo contrario, haya quien se empeñe en seguir hablando de Europa, de matemáticas y de posibilidades reales o soñadas. Siempre es más cómodo que coger a la realidad por las solapas.
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